Pequeños cuentos misóginos – Karina Sainz Borgo

Karina Sainz Borgo: “No creo en las literaturas nacionales” - Rafael Osío Cabrices

Las mujeres que Highsmith confeccionó hoy serían canceladas por heteropatriarcales y poco empáticas

Publicado en: ABC

Por: Karina Sainz Borgo

Faltan cuatro días para la publicación de los diarios de Patricia Highsmith en el sello Anagrama. Y puede parecer extraño que alguien que se gana la vida haciendo libros y escribiendo sobre ellos desee esto… ¡pero ojalá no los lean! ¡Que no se enteren! Contraindicadas para los aseados lectores que desean fumigar el mundo de incorrección, las notas de la grande del suspense harán a más de uno buscar un pulverizador de agua bendita.

La reescritura bienintencionada del mundo hace lo contrario de lo que predica. Eso no es lo suficientemente feminista; aquello es maltrato animal; aquí huele a racismo. Se exalta una sexualidad supuestamente libre atenazada por la norma («no es no», «sí es sí») y que acaba colocándole hojitas de parra morales a todo, hasta a los juguetes. Las mujeres que Highsmith coleccionó en aquel volumen ‘Pequeños cuentos misóginos’ serían prohibidas por el Ministerio de Igualdad y canceladas por heteropatriarcales. Un bestiario de carmín y prozac que hoy no sentaría nada bien, porque la pulpa de la escritura de Patricia Highsmith es el mal.

Sus personajes son afectivamente contrahechos y capaces de una crueldad que acaricia lo macabro. No caben en el mundo del ‘Black lives matter’ o el ‘Hermana, yo sí te creo’. No los habita la compasión. Desde los dos desconocidos que se encuentran a bordo de un tren: Bruno, el que desea matar a su padre, y Guy, un ambicioso campeón de tenis que quiere asesinar a su mujer, y que acaban por intercambiarse los crímenes, hasta Tom Ripley, un tímido joven neoyorquino quien, tras acceder a la petición que le hace un multimillonario para que convenza a su hijo de regresar al hogar, experimenta una profunda transformación sostenida en crímenes y asesinatos.

Los elementos esenciales de su universo novelístico se desgranan en la maldad despojada de cualquier redención. Graham Greene no pudo explicarlo mejor: «El mundo de Highsmith carece de desenlaces morales, nada tiene en común con el de sus pares: Hammet y Chandler». Sus detectives, insiste son monstruos de la crueldad como el teniente norteamericano Corby en ‘El cuchillo’, seres muy distintos de los románticos y desilusionados investigadores canónicos.

Lo mismo que ocurre con los investigadores de Patricia Highsmith pasa con sus personajes femeninos, que ella construye a partir de una serie de tópicos mostrencos: la perfeccionista, la ñoña, la paridora, la perfecta señorita, la loca… Lo hace sin redimirlas, incluso restregándolas contra sus propias miserias. En un mundo con tablillas, poseído por el síndrome del change.org y al que todo se le añade quinoa con moraleja incluida, la mirada de esta mujer deja en carne viva al parque de bolas de una cultura que no quiere ofender a nadie. Justo por eso: no pierda de vista sus diarios.

 

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