Cuatro años lleva El Bus TV llevando información a los venezolanos que no tienen acceso a los medios online. Su directora, Laura Helena Castillo, cuenta lo que ha aprendido en las busetas, las paradas y los callejones
Publicado en: Cinco8
Por: Sandra Caula
No hay nada en el mundo que pueda amilanar a esta mujer, pensaba todo el tiempo mientras oía a Laura Helena Castillo. Y no era solo por lo que decían sus palabras, sino por su forma de decirlas, con la misma sinceridad que tiene el proyecto de su autoría sobre el que va esta entrevista: El Bus TV.
Su origen se remonta a 2017, annus horribilis. En mayo, y en medio de las protestas, Laura Helena y cinco periodistas más se organizaron para llevar información independiente a los lugares donde era casi imposible que llegara otra que no fuera la oficial. La manera no pudo ser más sencilla, ni más original: producir noticieros para decirlos —sí, decirlos— en el transporte público, que es el que usa la población más desfavorecida.
Tan pertinente fue la idea que en solo cuatro años medios de todas partes del mundo han alabado su labor. Por ejemplo, esto han dicho en BBC, The Wall Street Journal, El País, Clarín y CNN. En 2018 El Bus TV fue elegido como uno de los diez proyectos periodísticos más innovadores del continente en los Premios Gabo, de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano Gabriel García Márquez. Y en 2019, la revista Time lo calificó como uno de los métodos más llamativos para protestar contra la censura e informar en Venezuela.
Un virus no iba a detenerlos en 2020, y en alianza con Prodavinci inventaron los papelógrafos, una metodología para informar que el Centro Pulitzer consideró como una de las coberturas más importantes en la pandemia. A ellos se sumó La Parada TV, otra forma hiperlocal de llevar información a las comunidades incorporando ahora a sus miembros. Vean este ejemplo y lloren.
La combinación de sencillez y eficacia, de coraje y claridad sobre la responsabilidad del oficio, hacen del Bus TV un proyecto fascinante. Sobre ello conversé con esta periodista asombrosa.
¿Dónde y por qué estudias Comunicación Social?
Mi plan —o cualquier borrador que uno pueda tener en la cabeza a los 17 años de edad— era estudiar Medicina u Odontología en la Universidad de Carabobo, en Valencia, donde nací y donde vive casi toda mi familia. Pero quedé seleccionada en la UCAB para estudiar Comunicación Social, que en ese momento era una carrera muy demandada, y como las clases empezaban unos meses antes que las de la Carabobo, le pedí —rogué, lloré— a mi mamá que me dejara venir a vivir a Caracas mientras tanto. Han pasado 28 años de ese mientras tanto.
¿Cuáles han sido tus trabajos más importantes, los que dirías que te formaron?
Diría que no hay un lugar que enseñe más y más anárquicamente que la redacción de un medio de comunicación. Ahí puedes pasar un rato en la sección de política hablando sobre la historia insólita de un diputado de Puerto Ayacucho, das dos pasos y estás con el equipo de deportes aprendiendo sobre los records de algún beisbolista venezolano; al lado, escuchas la música que sale de la computadora de alguien de Cultura y del fondo llegan las risas del equipo de ciudad que acaba de llegar de pauta; con mucho respeto bordeas los puestos de los reporteros de sucesos, que acaban de llegar de la morgue. Una redacción es una enciclopedia callejera, un terreno cultivado en Turén, la superficie de un tepuy con especies únicas. También puede ser un juego de tronos, un Pac Man muy hambriento, un bar de marineros. Una redacción puede ser muchas cosas, pero jamás un lugar para indiferentes. Me atrevo a más: el periodismo no es el oficio de los indiferentes. Durante 15 años, trabajé en varias redacciones de El Nacional: en el cuerpo dominical, en las revistas, en la sección Ciudadanos, en Siete Días. Allí compartí oficina con los mejores periodistas de este país. Durante mucho tiempo después de irme del periódico, imaginaba que volvía a esas redacciones para terminar ahí mis días como periodista. Ese es uno de los sueños que he guardado en la parte de arriba del clóset, junto con los documentos legales y la bolsa de los cables sueltos. Creo que los trabajos que más me han formado son aquellos en los que he tenido a un editor, ese primer lector que te recuerda que tu principal trabajo es hacerte entender y que lo demás es lujo.
¿Qué es el periodismo para ti? El Bus TV parece un proyecto distinto a todos tus trabajos anteriores.
No ha sido una sola cosa. Cuando comencé a publicar, a los 19 años, tenía una columna semanal en el cuerpo Buen Vivir de El Nacional llamada Unidos por el ocio. Allí rastreaba gente que se reunía por alguna afición: desde peñistas de jazz hasta adiestradores de palomas mensajeras. Después hice reseñas de moda, gastronomía, entrevistas, perfiles, notas de salud, educación, ciudad, periodismo de investigación; he dado clases en Comunicación Social de la UCAB, UCV, Monteávila, en diplomados, he dado algunas asesorías. En toda mi vida solo he trabajado haciendo periodismo y todo lo que he escrito ha sido porque me lo han pautado. Entonces el periodismo para mí es lo que siempre he hecho para vivir y para no sentirme tan inútil. Sí, el formato de El Bus TV es distinto al de mis trabajos anteriores, pero responde a las mismas inquietudes por las que me hice periodista.
¿Cómo lograron convencer a los conductores de los autobuses y a la gente de los barrios de sumarse a este proyecto? Sin el apoyo de ellos sería imposible hacer este trabajo.
En el periodismo, una buena cantidad de tiempo se va en convencer. Para casi todas las actividades de este oficio hay que convencer, persuadir, cortejar, fastidiar a otro: de que hable, de que te hable solo a ti, de que te pase información exclusiva, de que te lleve a su entorno, de que se deje tomar fotos. Con frecuencia pienso: qué locura es que alguien te dé una entrevista, que confíe en ti sin conocerte, que decida contarte su vida. Qué locura es esta misma entrevista, por ejemplo. Esta dialéctica, este combate, es un ejercicio muy elemental y frágil de confianza, directamente relacionado con el ego y sus riesgos. Con El Bus TV también suelo sorprenderme: qué locura que un chofer permita que subas a su bus para dar noticias, qué locura que un vecino te preste su ventana para dar noticias y otros vecinos decidan poner su cara, al riesgo que sea, para informar. Para lograr esto suelen pasar semanas y debes demostrar que estás prestando un servicio y que no estás ahí respondiendo a ningún interés oculto. Esa confianza, como todas, está condicionada a la disciplina en lo que haces y al respeto por el tejido social que te ha acogido. Somos todos ciudadanos reunidos, que nos escuchamos y nos organizamos.
¿Cómo deciden en dónde actuar ? ¿En cuántos lugares trabajan?
Antes de la pandemia, cuando solo dábamos noticias en los buses, nos subíamos en rutas importantes de las ciudades.
Ahora sumamos a los buses tres canales de distribución de contenidos: papelógrafos (periódicos murales), noticieros en las comunidades con el proyecto La Parada TV y grupos de WhatsApp de choferes y vecinos.
En el caso de La Parada TV la escogencia ocurre en dos vías: nosotros seleccionamos las comunidades y algunos miembros de las comunidades nos han seleccionado a nosotros. La estrategia en las comunidades de Caracas en las que tenemos el proyecto La Parada TV es entrar a través de las ONG que ya hacen trabajo allí. Esos liderazgos son muy poderosos y conocen a fondo las comunidades, sus necesidades, sus talentos, sus cartografías. En este momento estamos en Caracas, Miranda, Mérida, Zulia, Táchira, Trujillo, Carabobo, Bolívar y Nueva Esparta.
¿Y los contenidos, cómo los deciden?
Tenemos varias líneas de contenido. La principal es la cobertura hiperlocal de noticias en los sectores en los que estamos, convencidos —porque así hemos aprendido en la calle— de que una información es más útil cuanto más cerca está de la audiencia. Otras líneas están relacionadas con proyectos, como El Bus TV y el Derecho a la Información, allí difundimos por nuestros canales offline investigaciones de medios de comunicación digitales venezolanos que el gobierno bloquea o ha bloqueado como parte de una sofisticada forma de censura. En esta primera etapa los medios con los que trabajamos son Armando.Info, Runrun.es y El Pitazo. Entonces escuchas en un bus, desde una ventana o lees en un papelógrafo por qué a Maradona le interesaba Venezuela, qué historias de corrupción hay detrás de que no tengas luz o el registro de El Vacunómetro del Covid-19. Otra línea de contenido está relacionada con la violencia contra la mujer. Allí hemos hecho énfasis en las historias de víctimas y la impunidad, y publicamos el glosario de acoso y abuso sexual que ustedes hicieron aquí en Cinco8. Con este tema en particular las reacciones de la audiencia son o de un profundo silencio o de una total sorpresa. Pero también hay contenidos que surgen a partir de alianzas. Con Prodavinci hicimos una muy satisfactoria, relacionada a la cobertura del Covid-19, para la que ellos cuentan con el apoyo del Pulitzer Center. Gracias a eso, en 2020 nuestro trabajo conjunto fue seleccionado por el Pulitzer Center como una de las aproximaciones más poderosas al tema de la pandemia: Prodavinci producía el contenido, nosotros lo distribuíamos en las comunidades populares. Con Cofavic, por ejemplo, hicimos papelógrafos sobre El Caracazo y los pegamos en lugares donde habían asesinado a personas en 1989. El papelógrafo te ubicaba en el horror: “Aquí asesinaron a ….”, comenzaba cada uno. Hemos hecho alianzas con otros medios y otras ONG: La Vida de Nos, Historias que Laten, Proyecto Nodriza, Amnistía Internacional; algunas han sido muy especiales, como las dos veces que Linda Loaiza se ha subido a un bus a contar su historia. Después de 4 años, las organizaciones y los medios de comunicación nos buscan para difundir sus contenidos y eso afianza nuestro doble rol de generadores y distribuidores de contenidos.
¿Cuántas personas hay ya en el equipo? ¿Sabes a cuántas llegan con las noticias?
En el equipo central, que funciona en Caracas, somos ocho: Katherine Rosas, Andrea Quintero, Andrea Bello, Roxi Tovar, Juan Pablo Morales, Florantonia Singer y Abril Mejías Romhany. Después, en cada ciudad hay grupos de tres reporteros, además de los que hacen solo papelógrafos, muchos de ellos estudiantes que cumplen con nosotros el Servicio Comunitario. También están los vecinos reporteros de La Parada TV en Caracas. Cualquier logro de El Bus TV está directamente relacionado al compromiso de sus reporteros. Somos mucha gente, porque caben cien. En 2019 informamos a 51.000 personas y en 2020, a 148.000.
¿Qué recepción han tenido? ¿Qué ha sido lo más difícil que les ha tocado enfrentar in situ y qué es lo más gratificante?
Hemos tenido una recepción ciudadana: así como se recibe un derecho. No es un favor que hacemos, no es una curiosidad ni hacemos un periodismo anecdótico. Acompañamos a audiencias desatendidas a ejercer su derecho a la información.
Nuestra misión está clara: llevamos la información a donde está la gente mediante canales alternativos (offline y online) sin intermediarios en el contexto venezolano de censura y desinformación.
Siempre es grato que te agradezcan o aplaudan, pero para mí es muy grato saber que hay tantos reporteros muy, muy, muy jóvenes dispuestos a poner su cara y decir, delante de una audiencia que los mira directamente, una noticia sobre corrupción o violaciones de derechos humanos. Esto, en un contexto de persecución a los medios, de autoritarismo, de amenazas, se dice fácil pero lo cierto es que muchos han optado por una existencia entrecasa y se comprende, claro. ¿Cuántos podemos decir que estamos dispuestos a hablar en voz alta? Muchas veces, en regímenes autoritarios, la gente opta por susurrar. En El Bus TV hablamos alto y ahora más, que tenemos micrófonos y cornetas bien pimpeadas.
Debe haber pocos proyectos en Venezuela, y quizás en el mundo, de periodismo offline. Y cuyo objetivo sean las personas más desfavorecidas. Ese sector, hoy mayoritario en Venezuela, si no fuera por ustedes, quizás solo sería alcanzado por medios oficiales. Me gustaría que me hablaras de eso.
Esto puedo responderlo contando algo que vivimos en la comunidad de Chapellín, en Caracas. Allí, a uno de nuestros vecinos narradores de noticias le tocaron la puerta de la casa, apenas empezando con La Parada TV. Quienes se atrevieron a llegar a esa última frontera, la del hogar, intentaron amedrentarlo. Al principio, decidimos hacer un repliegue táctico durante un par de semanas y después comenzamos a incorporar de forma más amplia a varios grupos organizados del sector, algunos de ellos cercanos al oficialismo. Así ampliamos nuestras fuentes —como hay que hacer siempre, pero en año pandémico se hizo más lento el proceso— y se comenzó a entender que El Bus TV ofrece un servicio. Ahora a ese mismo vecino que el año pasado intentaron amedrentarlo, lo paran sus propios vecinos para pedirle información.
Las experiencias de las que hablas también son una suerte de trabajo comunitario, ¿cómo relacionas esto con el periodismo?
A través de un concepto con muy buena publicidad en ese momento, que es el del periodismo de servicio. Y cito a quien siempre cito, porque cada vez que lo hago estoy más de acuerdo con él. Jeff Jarvis, investigador estadounidense de la comunicación, dice: “Si nuestro papel como periodistas consiste en ayudar a las comunidades a organizar mejor su conocimiento y a organizarse mejor a sí mismas, resulta evidente que estamos en el negocio de los servicios y que debemos recurrir a muchas herramientas, incluido el contenido, y atribuir valor a las relaciones que construimos con miembros de nuestras comunidades”. Y añado algo que dijo Jesús Martín Barbero —recién fallecido— en una entrevista en la revista Semana: “La clave es formar a la gente para que sepa contar su historia. Yo he jugado mucho con el verbo contar en castellano. Pues contar es contar cuentos, narrar, que es la primera dimensión de la cultura en el ser humano. Pero contar en castellano también es ser tenido en cuenta”. Al principio, como nacimos durante las protestas, debimos pasar mucho tiempo aclarando que no éramos una forma de protesta pacífica, aunque este periodismo que hacemos es, en sí mismo, una denuncia. Ahora nos pasa algo similar dentro del grupo de las ONG de derechos humanos. Me parece extraño que resulte extraño cuando el periodismo se acerca tanto a la gente.
¿Qué planes tienen para el futuro próximo y a mediano y largo plazo?
Desde 2017 todos nuestros noticieros terminan con la misma coletilla de El Observador, noticiero de Radio Caracas Televisión, canal cerrado por el chavismo: “¡Seguiremos informando!”. Ese es el plan: seguir informando.