Publicado en: El Universal
Asesor (¿) y actor político (¿) de estos años, exgerente de una televisora que llevó al desastre, promotor de locuras incontables y dueño de la franquicia de las fake news en Venezuela, delata, como si fuera un crimen, la reunión que sostendría el senador republicano Bob Corker con opositores, cosa que le horroriza porque el visitante “es adversario de Trump”. ¿Es posible una opinión más adulante? ¿Es concebible un juicio más descerebrado? Este apóstol de la información falsa solo nos da permiso para reunirnos con quien a él le parezca. Y con sus fámulos emprendió la campaña de descrédito ¡contra el senador!
Si no obedecemos, se corre el riesgo de una nueva calumnia en su Web (como que Henri Falcón sería vicepresidente), Molière mencionó lo incómodo de cuando alguien lleva los piojos por debajo del cráneo. Recomponer las fuerzas para enfrentar al gobierno comienza por ignorar, desdeñar tal fuente, dos décadas equivocada, desinformada, visceral, y seguir otra trocha. Prescindir de su incapacidad para entender nada, ni siquiera la tragedia colectiva que promovieron con sus desaciertos, a una oposición sólida que se desbarrancó entre otras por sus chantajes y presiones (y los de otros talentos).
El senador Corker dejó claro que no venía a restablecer comisiones de diálogo ni reuniones de acuerdos cuyo prestigio dejó muy precario la mala praxis, la torpeza, y la coacción de los que chapotean en el sarro informativo. Destrozamos el principio de la mesa de negociación, contra el que no pudieron ni vietnamitas ni norteamericanos en París. Tampoco Corker traía “un mensaje” sino solo quería escuchar opiniones variadas sobre el proceso político local. Ahí le dijimos que al ver los resultados, no queda muy claro si las naciones amigas ayudaron o empeoraron la situación. Pero el dueño de la falsa noticia y sus fámulos ya lo escogieron para denigrarlo.
Malas y buenas influencias
Analizamos que la presión del Grupo de Lima en pro del abstencionismo es un modelo negativo de intervención, mientras el Grupo de Contadora fue una intervención virtuosa en Nicaragua de los 80. Sin parcializarse formalmente por ninguno de los grupos y al mantener la confianza de ambos, logró profundizar y afianzar el proceso democrático y rescatar al país. El expresidente Carter, por muchas dudas que pudiera causarnos en aquella situación, resultó que tenía la sartén bien agarrada. Faltan dos meses para las elecciones municipales y algunos grupos políticos preparan sus candidaturas.
Pero parte importante de ellos participarán con disimulo obsedidos por el chantaje. En vez de pronunciamientos categóricos sobre el dramatismo de participar para evitar que la idea de democracia desaparezca por otros veinte años, priva el titubeo. Recordemos que la primera gracia abstencionista de 2005 costó una década de recuperación. Alguien podría pensar que ese disimulo es cautela de política zorruna, sabia, pero eso es de lo que más carecemos. No hay que cuidar nada porque ya no queda nada que cuidar. La sociedad política está en su nadir por contagio del paludismo radicoide.
Y no estamos en los 2000, la cúspide del comandante, con el barril a cien dólares y los automercados rebosantes de productos importados. Pasa después de veinte años de desgaste gubernamental, en la miseria, comiendo basura, y bajo la presidencia de alguien a quien asociaban con la falta de inteligencia. En dos décadas los partidos nunca tuvieron a los abstencionistas, pero si a las muchedumbres que votaban. Luego de los dos años y nueve meses se dio el antimilagro, y convencieron a la ciudadanía de tonterías como “votar no es elegir”, “legitimar”, “el golpe democrático”, “el quiebre” y la tierra es cuadrada y reposa sobre cuatro elefantes.
¡Quiero ser presidente!
Las casi extintas fuerzas democráticas están entre la lanza y la pared y no tienen alternativa racional -aunque la demencia siempre se encubre detrás de la cordura- a la participación en el proceso electoral. Los voceros que destemplan declaraciones contra concurrir a las urnas, son personalmente la confirmación de que hay que hacerlo contra viento y marea. Demostraron que sin riesgo de error debemos hacer exactamente lo contrario de lo que digan ellos. No han podido construir ni una taguara política y los cargos que les dio la ciudadanía los perdieron en pifias.
En sus declaraciones priva desorientación, carencia de sentido de la realidad, marcianos en su propio país. Los que fueron cabecillas no dicen nada, no proporcionan una estrategia, no explican en qué se equivocaron, no rectifican y al parecer, “tienen aspiraciones”, cosa que al oírla, provoca parar la carrera en el Polo Norte. Cuando hablan es para repetir letanías, o anunciar planes escatológicos de invasiones, quiebres, golpes democráticos, y demás cositas que hacen sentir pena ajena y propia.
Ya no podemos saber si están equivocados o pretender engañar diciendo cosas que se saben altamente improbables. Lo que conocimos con el nombre de oposición feneció el 20 de mayo y ya la “unidad” dejó de ser un valor en sí misma, como lo era cuando tenía 65% de apreciación positiva. Tendría sentido para luchar por los concejos municipales, pero nunca para hacer trancones, guarimbas, calle-calle ni ninguna de esas tragicomedias.
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