Publicado en: El Universal
La reunión de varios dirigentes de partidos democráticos, animó un poco el ambiente en el desierto rojo donde vivimos después de los dos años y medio siniestros. Cómo estará de sedienta la ciudadanía que hecho tan poco dramático provocó pasiones desbordadas en la oposición y llovieron las denigraciones a los protagonistas. Desde hace algún tiempo las comparecencias y documentos de la dirigencia se tornaron monitores de control del proceso inflacionario, la criminalidad, los abusos y maldades del gobierno. Si usted quería saber el precio de unas chancletas, la cebolla o el muchacho cuadrado, no tenía más que entrar a TLs ilustres.
Pero decidieron ponerse profundos, estratégicos, y presentar programas de entendimiento, manuales de buenas intenciones, códigos de ética para boy scouts que unirían la oposición. Su espíritu es “todos somos buenos, nos queremos, pasemos la página, no debimos decir lo que dijimos ni hacer lo hecho, colorín colorado comencemos de nuevo”. Pero hay dudas sobre si el esfuerzo de volver valdría la pena, porque el frente amplio y algunos looser quieren convertir conflictos laborales en la Comuna de Berlín, huelga insurreccional en la que murieron en vano los líderes Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.
El mismo large front consagra sus esfuerzos a la tonta tarea de sabotear el semestre de los universitarios. Malo que quienes desean ser dirigentes no han dicho una palabra sobre eso. Ni sobre la única cosa sustantiva en lo político: recuperar el camino electoral, el camino, porque todo lo demás es monte y culebra. Sorprende hasta el paroxismo ver cómo se menosprecian las municipales y con ellas a los sectores populares, con argumentos que harían reír desde Churchill hasta Fidel Castro. ¿Cómo un político desestima el cambio cualitativo que se produciría si la oposición gana 80% de los concejos?
¡Solo Jesús salva!
De no salir del barrial abstencionista, desaparecerán, si es que aún no lo han hecho. Por algo decían en la Edad Media que la muerte era “la gran igualadora”, la guadaña que siega todo, pero a veces la vida también lo es y pone a cada sobredimensionado donde le corresponde por sus propios actos. Lamento la muerte de Hugo Chávez porque no pudo ver el resultado de su megalomanía, narcisismo, carisma y descomunal incompetencia para cualquier cosa útil, como fue desde niño. Él estaría padeciendo el mismo naufragio, a menos que en su zamarrería hubiera traspasado la calamidad a otro para coger un nuevo aire, tal como hizo varias veces.
Y aunque parezca demencia, el foco de esperanzas se dirige, aunque sea por horas, al actual Congreso del PSUV, donde apareció Jesús Faría, de dirigente comunista convertido en delicada flor de la ilusión que nos salve de ser Haití. Desde el primer gobierno chavista en 1993, hasta el de 1998, fecha en que comenzó Chávez personalmente, escribí en este periódico que lo que más temía de él y su revolución no era el socialismo sino el caos, lo que vivimos. Faltan pocos pasos para que seamos Haití y parece que dirigentes del PSUV vieron el video en el que quemaban vivos a unos muchachos en Puerto Príncipe.
Quienes viven ensoñaciones vespertinas debieran presionar el viraje económico integral, no quitar a la moneda ceros que se reproducen como moscas. Maduro puede iniciar la fuga del infierno con un programa de reformas que rompa las supersticiones de 20 años. Deben empujar Jaua, Padrino, Cabello, los Rodríguez, Bernal, Herrera y el conjunto del liderazgo. Y para ello establecer un diálogo con el país y con la comunidad internacional para obtener apoyo a ese programa. Hay un ambiente en este evento que no se parece a los similares de los partidos comunistas en el poder, y que Maduro potenció con el anuncio de “dolarización” el miércoles 25.
Roja rojita
Salvo el caso excepcional del XX Congreso del PCURSS a la muerte de Stalin. El escenario donde el nuevo secretario general Nikita Kruschev en 1956 leyó por espacio de cuatro horas las atrocidades inconcebibles de Stalin y su mundo nuevo, que inauguran la infalible verdad de que toda revolución es un acto criminal o mejor dicho, una sucesión interminable de actos criminales. Jaua, Bernal, Ramírez y otros han planteado críticas, pero resultan más creíbles los dos primeros, que se la juegan, al otro que habla desde lejos y porque lo defenestraron.
Dice que no es su responsabilidad la muerte de Pdvsa, aunque es el zar desde 2002 a 2013. Fue él quien acuñó que la empresa ahora era “roja rojita” para celebrar el exterminio de técnicos escuálidos, porque “ahora Pdvsa es del pueblo”. Contrató 100 mil trabajadores sobrantes, ignoró las advertencias sobre el deterioro de los pozos, y ahora resulta que no sabía nada porque andaba comprando pan. No parece que pueda tener alguna audiencia en el PSUV (ver Panorama, Edic. 35.259).
Es incomprensible la inercia de quienes tienen en sus manos todo el poder afianzado. No hay derecha como excusa, ni golpes de Estado, ni conspiraciones ni guerras económicas fantasmales y casi no hay oposición. Es inconcebible que hasta un pitecantropus erectus como Mugabe entendiera la dinámica productiva y no así gente que ha viajado y tenido contacto con dirigentes de todas partes. Hasta Irán echó del círculo del poder a un idiota peligroso como Ahmadinejad y no se entiende por qué aquí nos mantuvimos en la demencia de Serrano (¿se iría?) y su Pokemon económico.