Publicado en: El Nuevo Herald
Por: Thays Peñalver
Cuando explico la “cubanización” de Venezuela, quizás cometo una injusticia porque conozco a muchos cubanos que representan con dignidad su gentilicio. Por eso voy a explicar que nos hemos más bien “castrizado”, porque quiero dejar sentado que no se trata de socialismo, ni de comunismo, sino de algo mucho más profano, pues cuando se derrumbó el muro en Berlín y cayó el telón de acero, lo que quedó fue un grupo de dictadores tercermundistas desnudos.
Por eso Venezuela hoy no se ha “castrizado” en forma de socialismo, sino más bien ha terminado convertida en un “Gran Birán”, una hacienda particular de un pequeño grupo que bajo el pretexto del comunismo, sencillamente esconde un régimen feudal como el de las grandes haciendas cubanas de la colonia, donde todos son peones y se les paga con una cuasimoneda de la hacienda, que no puede cambiarse y solo puede comprar los pocos bienes que el hacendado quiera, en las tiendas del hacendado.
Mi país se ha “castrizado”, en el entendido de que tiene un “comandante supremo” al que todos deben reverenciar, uno que debe estar presente en todas las entrevistas porque en su filosofía política se ha suprimido el valor individual y el éxito personal, pero no sustituido por otro colectivo, sino nada menos que por el hacendado. Uno cuyos ojos están en las azoteas de los edificios y su firma en las fachadas, su rostro en gigantografias por doquier, hasta en las lavadoras y secadoras o detrás de lo que queda del transporte, en señal de que todo le pertenece.
Y es el patrón, un solo hombre el que gana las batallas, sus generales deben decir no solo que era un visionario, sino un adelantado a su época, un adivinador del futuro y un profeta. El hacendado es también el médico o el economista supremo, enseña solo su historia en los libros de texto, pero también en el de matemáticas y biología. Cualquier descubrimiento o éxito se deben a él, porque al fin y al cabo, él es la filosofía, es la política y también es la economía, pues de él, aunque esté muerto, dependen todos los medios de producción.
Ha ocurrido que montados sobre la gigantesca mentira de que un pueblo improductivo y sin preparación si encontrarán el camino que no lograron los industrializados soviéticos, ni los cientos de millones de chinos, porque trabajando unas pocas horas nuestras fábricas alcanzarán lo que no pudieron los alemanes en la RDA y bailando salsanuestros campos lograrán más que los de Hungría o Checoslovaquia. Por eso nos “castrizamos” porque lo único que prospera es la mentira y el autoengaño.
Las del coordinador de la fábrica que infla los números, su jefe los duplica y el ministro se llena la boca hablando de récords históricos, cuando la verdad es que la fábrica se paralizó hace años. El del maestro que para cumplir su “tarea socialista” miente sobre sus alumnos, o el coordinador habla de avances educativos cuando la verdad es que los alumnos y los maestros ni siquiera van a clases. Y así llega el hacendado a explicar sus récords o que tiene la mejor educación del planeta.
Nos hemos “castrizado” porque ahora también “necesitamos el fin del embargo”, una revolución tan digna y tan llena de héroes antiimperialistas, que necesitan que Wall Street los financie, los bancos imperialistas les den créditos y sus enemigos, a los que viven insultando comercien e inviertan en ellos y a eso también lo llaman “dignidad”.
Nos hemos “castrizado” en el entendido que nos convertimos en un gigantesco “candonga” angoleño donde todos recurren al mercado negro y a las pocas mercancías importadas o de valor. Un país en el que el capitalismo más agresivo se ejecuta en las calles y a eso lo llaman socialismo.
Terminamos convertidos en un modelo que podría llamarse “socialismo parasitario” en el que primero destruyeron el valor del trabajo, luego toda la industria y todo el sistema de producción, para que millones dependan de que los expulsados de la hacienda, “toda la gusanera que huyó en aquella dirección” del imperialismo, los “locos, lumpens, vagos” que no quisieron reverenciar al hacendado, les envíen ayuda humanitaria en forma de remesas y bienes, mientras que otra parte depende del trabajo de unos pocos miles de médicos en condiciones de alto riesgo, porque esas son los únicos “medios de producción” que dejó como legado el hacendado.
Y además luego de destruir como buen parásito el cuerpo propio, se marchan a ocupar otros y destruirlos, para crear juntos “el Gran Birán”.