Publicado en: El Universal
Uno de los personajes más vapuleados de la cultura es María Magdalena consagrada como una prostituta cuyo mérito es el arrepentimiento. El mensaje es: no importa lo bajo que hayas caído; si te arrepientes recibirás el perdón. La historicidad del personaje es una construcción problemática porque el cristianismo se basa en documentos doctrinarios, canónicos, apenas parte del inmenso material acumulado en el debate de su origen. Pero es uno de los sistemas simbólicos y de pensamiento político más poderosos de la historia y base de la cultura occidental. Por lo tanto, no bastan estos documentos, sino que el historiador está obligado a buscar todas las fuentes accesibles. Cuando arrestan a Jesús en Getsemaní, los doce apóstoles entran en desbandada, la represión los desarticuló. La Iglesia tendría apenas unos cien miembros y el poder quería liquidarla con sus cabecillas, Juan, Pedro, Santiago el Mayor, Mateo, Andrés, Bartolomé, Tomás, Simón el Cananeo, Judas Tadeo y Santiago el Menor. Judas Iscariote había muerto luego de consumado su acto, según fuentes, un designio que estaba obligado a cumplir desde la eternidad.
Los evangelios canónicos pintan a Magdalena como una desequilibrada y no destacan, ni informan sobre su papel en los orígenes de la Iglesia, ni del amor que le profesaba Jesús. Las posesiones diabólicas se atribuían a los grandes pecadores, y Lucas dice que Cristo exorcizó de María Magdalena siete demonios. Se le atribuyen sin razón diversas anécdotas de prostitutas entre ellas el célebre pasaje donde Cristo reta a lanzar la primera piedra, posiblemente porque ella proviene de Magdala un pueblo vecino de Jerusalén, conocido entonces por sus burdeles. Pero en las demás fuentes es una discípula talentosa y la mejor interlocutora de Jesús. El Evangelio de Felipe la describe sabia, prudente, de fino tacto político. El Evangelio de María afirma categóricamente que era la líder por coraje y solidez, y narra confrontaciones con varios de sus compañeros.
Luego del Martirio los líderes acosados se alejaron de la actividad. En la persecución brutal, sólo María Magdalena tuvo el coraje y los nervios suficientes para no dejarse llevar por el pánico, llamarlos a reagruparse y pasar a la lucha clandestina. La montaña de animales muertos sobre ella comienza a deshacerse cuando en 1806 en El Cairo se descubrió El Evangelio de María Magdalena, que data del siglo II, cuya narrativa arranca después de la Resurrección. Y en 1945 se consiguieron en Egipto importantísimos documentos proto cristianos con una versión completamente distinta: son el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe y los Hechos de Pedro. En sus páginas esta excepcional mujer adquiere un brillo extraordinario, ampliamente por encima de sus colegas. Estos documentos no pertenecen al Canon, pero dan pistas para recomponer la figura histórica del personaje. En el siglo II en su lucha contra las corrientes cristianas gnósticas, el brillante pensador y polemista Ireneo de Lyon, decide los cuatro Evangelios que constituirán Nuevo Testamento al desechar centenares de documentos.
Andrés la cuestiona y Pedro ironiza sobre ella porque la ve como rival, mientras Mateo la apoya. Según las fuentes apócrifas, la rivalidad entre María y Pedro por la jefatura no cesa. Pero en una historia escrita por hombres en la medida que la Iglesia se institucionalizó, el papel de las mujeres, y particularmente el suyo desaparecen. El Papa Gregorio VI declara que los siete demonios exorcizados de María son los pecados capitales. Su prominencia se disuelve en el rol de prostituta arrepentida hasta que casi dos mil años después se descubrieron los manuscritos mencionados, que permiten entender quién fue y lo que representó. Para Felipe es el personaje clave del equipo y sugiere que tenía una relación sentimental con Jesús quien la besaba en la boca, aunque algunos eruditos sostienen que eso simboliza “traspaso de sabiduría” sin otra connotación. Los discípulos reconocen que Jesús sentía por ella un amor profundo y se esmeraba para su aprendizaje de la doctrina que le enseñaba afectuosamente. Sus extraordinarios coraje y lealtad, la llevan a ser la única de los discípulos que se atreve a acompañarlo en el momento terrible de la cruz.
Magdalena está al pie del suplicio para darle ánimo con su presencia, sin importarle los riesgos. Es también quién descubre la tumba vacía y tiene el privilegio de ser escogida interlocutora de Cristo en la Resurrección. El Evangelio de Juan relata que cuando ella consigue la tumba vacía, estalla en llanto por haber perdido los restos de Aquél que tanto amaba. Alguien le pregunta por qué lloraba y responde “se llevaron el cuerpo de mi señor y no sé dónde está”. Piensa que es el jardinero y es una maravillosa sorpresa cuando descubre quien le hablaba, y quiere arrojarse sobre El, pero la detiene. Los requisitos para ser apóstol son, según Lucas, haber estado con Jesús en su ministerio, muerte y resurrección, y haber predicado con Él. Pero jamás la mencionan. Hay sobrados elementos que le confieren una nueva simbología a su imagen, porque desde 1969 la Iglesia hizo un trascendental reconocimiento a la terrible cadena de errores cometidos con ella y comenzó su reivindicación.