Publicado en: Runrunes
Por: Alejandro Grisanti Capriles
Tras la publicación de mi artículo “Una falsa sensación de prosperidad” se ha abierto un debate muy interesante en torno a diferentes temas que exigen algunas precisiones sobre el tamaño de la burbuja, la dolarización y la ubicación de los bodegones, entre otros. Lo que quería destacar en ese artículo es que si bien el usurpador viene tomando medidas económicas más ortodoxas y más cercanas al mercado y se ha hecho la vista gorda con los controles de precios y de cambio, la crisis económica desafortunadamente se mantuvo en 2019 y redujo de forma drástica el nivel de consumo de los venezolanos. Por mi parte veo difícil una recuperación económica en el país —con Nicolás Maduro usurpando el
poder—, por lo que una condición necesaria, mas no suficiente, es tener este año una visión 20/20 que nos permita liberar a nuestro país de esta tiranía.
Hay bodegones hasta en Catia
El primer comentario que me llegó es que la reactivación del comercio a través de los bodegones no se concentra en el este de Caracas, pues se trata de un modelo masivo que incluye toda la capital, así como otras ciudades medianas y pequeñas. Que el Gobierno se esté haciendo la vista gorda con el control de precios y de cambio, hasta permitir la dolarización de la economía, efectivamente tiene que traer el florecimiento de la actividad comercial, no solo por parte de pequeños negocios sino también de los canales modernos de distribución. Dentro de la actividad comercial, hay actores que pueden estar vendiendo mucho menos unidades, pero sus márgenes por unidad son muchos más altos y, por ende, su rentabilidad medida en moneda dura es mucho mayor. Que el sector comercio esté mejor y que ahora en Venezuela se encuentre de todo, no quiere decir que los venezolanos estén mejor. Cabe recordar que una importante red de supermercados vendió 46,4% menos en 2019 que en 2018 y que una importante red de distribución de medicinas y artículos de salud tuvo una contracción de 33,2%, ambos en el número de unidades vendidas.
¿Se acuerdan del Dakazo?
Otro de los comentarios que recibí es que tener un instrumento de cambio (US$) como moneda estable en cantidades importantes en la economía (efectivo, Zelle, transferencias bancarias) tiene que traer efectos positivos. Si bien para el sector comercio se han simplificado y reducido los costos transaccionales y esto redunda en el surgimiento del comercio, me preocupa que esta dolarización informal genere un ambiente de confianza irracional. No me gusta ser profeta del desastre, pero sí creo importante recordar que los que hoy disfrutan del poder, son los mismos que en diferentes ocasiones confiscaron a empresas comercializadoras, como en 2013, con Daka, la red de tiendas de línea blanca y electrodomésticos, y en 2014, con el Plan Navidades Felices. Este Gobierno está haciendo caso omiso de los controles de precios y de cambio, sin modificar para nada la estructura legal. El único cambio que yo he observado es discursivo porque Nicolás Maduro pasó de hablar del “dólar criminal” a decir de forma dubitativa en una entrevista con José Vicente Rangel el pasado 17 de noviembre que no ve mal que la economía esté dolarizada (https://www.youtube.com/watch?v=dcgLdfVDoS4). No será la primera vez que el Gobierno cambie de dirección, y por eso es necesario recomendar a los comerciantes que se protejan, no a través de generales o ministros, sino con seguros financieros y operaciones de cobertura cambiaria. Justo es decir en este aspecto, que ya comenzaron a filtrarse algunas informaciones que el gobierno está considerando cambiar los esquemas impositivos para imponer nuevos impuesto sobre el creciente número de ventas realizadas en dólares. De moverse en este sentido, la frustración regresará al gobierno dado que pechar transacciones en efectivo o a través de Zelle se les va a ser cuesta arriba, por decir lo menos.
La dolarización informal a un tipo de cambio muy elevado está matando la industria nacional
En los últimos cuatro años se ha producido en Venezuela una gran apreciación del dólar y un importante incremento en la volatilidad de su cotización. Como la inflación ha superado con creces la devaluación, hoy un dólar compra mucho más fuera de Venezuela que su equivalente en bolívares en el país. Además, el sistema cambiario, al registrar algunas semanas de relativa estabilidad que súbitamente terminan en una aguda devaluación, exacerba la incertidumbre y hace prácticamente imposible la posibilidad de planificar. Si a este “nuevo modelo cambiario” le sumamos el colapso de los servicios públicos, el deterioro de la infraestructura y la inseguridad, es difícil no llegar a la conclusión que se está perdiendo lo poco que queda de tejido industrial. Hoy en día, para las empresas multinacionales es mucho más barato y menos riesgoso producir en el exterior e importar a Venezuela que producir en el país.
Otro aspecto que hay que resaltar también —que además actúa contra la industria nacional— es el auge de las importaciones, que cada vez son más difíciles de rastrear, pues posiblemente estén ingresando al país mediante el famoso esquema “puerta a puerta” sin pagar aranceles. Durante mucho tiempo, las importaciones venezolanas podían predecirse utilizando las cifras de nuestros principales socios comerciales. Sin embargo, la brecha de lo que reportan nuestros principales socios comerciales como exportaciones a Venezuela se ha ido incrementando con respecto a lo que el país publica como importaciones. A septiembre de 2019, las cifras consignadas por los primeros 20 socios comerciales no llegaban a 50% de las importaciones reportadas por Venezuela (y por supuesto que están incluidos los “nuevos socios comerciales” del régimen). Esta cifra solía ser superior a 90%. Desafortunadamente, la hiperinflación distorsiona mucho las cifras de recaudación aduanera, por lo que no se puede calcular el porcentaje de las importaciones que están ingresando al país sin pagar aranceles o IVA.
Aumento de otros ingresos en divisas (legales o ilegales)
Un tercer comentario que me hicieron tiene que ver con que si bien es cierto que el país registró una caída en la producción petrolera de 560.000 barriles por día —lo que representa que Nicolás Maduro recibió US$13.220 millones menos en 2019 que en 2018—, no es menos cierto que se ha generado un mayor número de divisas por remesas, narcotráfico, extracción de oro, etc. Para responder este comentario, es necesario aclarar que para contrarrestar la caída de ingresos petroleros, es necesario calcular el cambio que han tenido estas actividades con respecto al año anterior. De acuerdo con cálculos de Ecoanalítica basados en datos de COMTRADE de las Naciones Unidas, la extracción ilegal del oro llegó a US$2.711 millones en 2018, frente a un máximo histórico cercano a los US$2.960 millones en 2016. Asimismo, Ecoanalítica calcula, con cifras de Insight Crime, que los beneficios atados al narcotráfico sumaron US$2.650 millones en 2018. Si estas actividades ilícitas se elevaran en 40,0% y 10,0% en 2019, es decir, a US$3.795 millones y US$2.915 millones, respectivamente, se obtendrían ingresos adicionales de US$1.349 millones, lo que equivale a apenas 10,2% de la caída de los ingresos petroleros. Es decir, los cambios en las exportaciones de oro y posiblemente narcotráfico, si bien pueden contrarrestar en parte la caída de los ingresos petroleros, sus magnitudes son mucho mas bajas, por lo que la caída en los ingresos de la nación continua siendo importante.
Y, por último, están los ingresos provenientes de las remesas. Es bien sabido que los venezolanos —impulsados por la crisis— han ido dejando el país. Hoy casi 5 millones de venezolanos están radicados en otras latitudes, trabajando y ganándose la vida dignamente. En la medida en que los venezolanos consolidan su posición económica en el exterior, están en mejor capacidad de ayudar a sus familiares en Venezuela. Ecoanalítica calcula que las remesas aumentaron en 40%, para pasar de US$2.500 millones en 2018 a US$3.500 millones en 2019, lo que representa un incremento de US$1.000 millones o de 7,5% de la caída de los ingresos petroleros. Todo esto quiere decir que lo que oímos en la prensa sobre la extracción legal e ilegal del oro, el narcotráfico y las remesas tan solo logra contrarrestar 17,7% de la caída de los ingresos petroleros.
Hoy tenemos un Gobierno relativamente más pobre
Cuando vemos los diferentes flujos de divisas en 2019, encontramos que el Gobierno se ha empobrecido más que proporcionalmente que el resto de la economía por el desplome de la producción y exportación petroleras. Hoy, la caída de los ingresos públicos ha depauperado a todos los que reciben alguna compensación formal del Estado. Esta imagen del Estado venezolano, con su industria petrolera, como principal motor de la economía ha cambiado. Hoy, el sector privado, a través de las remesas, el ahorro externo y también del narcotráfico y la extracción del oro, serán los actores clave para mitigar parcialmente la crisis. Un sector privado muy pobre, pero relativamente mejor posicionado que el sector público, es un equilibrio muy inestable para este régimen. Un Nicolás Maduro incapaz de satisfacer las principales demandas de sus seguidores seguirá buscando opciones para incrementar sus ingresos, así sea de forma momentánea. En este escenario es imposible descartar nuevos episodios de confiscación o expropiación, en los que el gran culpable volverá a ser el sector privado.
Lea también la primera parte: “Una falsa sensación de prosperidad“, de Alejandro Grisanti Capriles