Un tonto brillante – Carlos Raúl Hernández

Un tonto brillante - Carlos Raúl Hernández
Cortesía: El Universal

Publicado en: El Universal

Por: Carlos Raúl Hernández

Carlos Raúl Hernández

A Adriana Morán 

Estudiante de Sociología, tuve discutible inclinación por el pensamiento de Teodoro Adorno. Para algunos profesores era modelo de científico social, porque conjugaba “la profundidad filosófica con orofusión de instrumentos estadísticos”. Aludían La personalidad autoritaria, mamotreto en dos tomos que Adorno concibió, dirigió, editó y promovió, publicado en EEUU pasada la Segunda Guerra. Con los años y mayor juicio crítico, vino mi decepción salvadora: la supuesta opus magna era un compendio de disparates filosóficos, sicoanalíticos y estadísticos en clave marxista. 

Un tonto brillante - Carlos Raúl Hernández
Cortesía: El Universal

Piensa que la esquizofrenia es la patología que produce en la mente la división de los bienes terrenales entre tuyo y mío. Como eso ocurre en la hominización avanzada, solo estarían libres los cromagnones y neandertales. También la personalidad autoritaria que se traslada desde la vida privada a la política, era efecto exclusivo de la propiedad. “…La sociedad industrial avanzada… que…alienta prejuicios, tendencias antidemocráticas, estereotipos y sumisión-agresión autoritaria”. Puro trapecismo argumental como si esos males estuvieran desterrados del reino del gulag y el sufrimiento que con un estilo u otro las revoluciones crearon.

No debe extrañar que los beatniks y la izquierda cultural americana en los 50s atribuyeran las clínicas siquiátricas para disidentes políticos no al comunismo sino a la democracia norteamericana. La cinta clásica Atrapado sin salida recrea una novela inspirada en la vida de Karl Salomón, mente perturbada que detestaba tanto la sociedad “capitalista” que se hospitalizó y exigía que lo lobotomizaran, cosa que los médicos naturalmente no hicieron aunque la película lo cuenta al revés. 

Pobretólogos

Paradójicamente, hacía muy poco Europa y EEUU habían salvado a Adorno y a la humanidad de un volcán totalitario, mientras la URSS bramaba otro. Para tabular el estudio cuantitativo, Adorno fija como cenit de personalidad autoritaria la derecha y en el otro extremo, la no autoritaria (la izquierda). Enfermos serían Hitler, Mussolini y Goebbels, y sanos como manzanas Stalin, Mao y Beria. Pero de nueve síntomas constitutivos de La personalidad autoritaria, la investigación empírica arrojó que los reos de Núremberg, apenas presentaban tres o cuatro. Adorno no dio importancia al detalle. Torpezas de la realidad. 

Vivía en Los Ángeles como otros connotados comunistas alemanes fugitivos, Horkheimer, Erich Fromm. H. Marcuse, B. Brecht que odiaban la democracia capitalista, y otros como Thomas Mann y Schonberg, pero cuando la crítica académica muerde el libro, decidió dejar los pelos y volver a Alemania. Escribe que los campos de concentración nazis hicieron un trauma tan grande en la humanidad que “ya no quedaba capacidad de amar… ni habría más vida”. Pero entre 1945 y 1960 explota la natalidad, el baby boom, la lucha por los derechos civiles y la liberación femenina. Se alzará la minifalda. 

Lejos de mojigangas, mundo cambió más bien en sentido ampliamente positivo. Pese a que desde la cuna disfrutó de una vida cómoda, una de las obsesiones de Adorno es el fibionismo, la pobretología ideológica que considera la riqueza un crimen. Esta tirria nace prácticamente con la civilización, y como se descubrió en los Manuscritos del Mar Muerto, una secta judía iracunda, los esenios, a la que pertenecía San Juan Bautista, además de su manía de bañarse varias veces al día, calificaban el dinero de pestilencia. 

Música de domésticas

Muchas herejías cristianas, perseguidas y combatidas en sus momentos, querían destruir a la Iglesia porque no era pobre y hasta San Francisco de Asís pisó la antesala de la hoguera. Para algunas era pecado apenas tocar oro o plata y los husitas enterraban solo a los muertos cuyas armaduras tuvieran incrustaciones de estos metales. Los demás se pudrían libremente en el campo de batalla si estaban cubiertos de hierro. En el siglo XX los pobretólogos más impactantes en el pensamiento occidental, son tal vez Walter Benjamin, Jean Paul Sarte y Adorno, contra una malignidad que llamaron sociedad de consumo

La abundancia material, el confort y la cultura de masas “embrutecen” y enajenan a estas, autómatas acríticos, unidimensionales. En palabras del marxista Adorno, crean seudocultura adecuada para “la señora de la limpieza”. Su amigo el filósofo Walter Benjamin poseía una monumental colección de muñecos –juntos deben haber lucido aterradores, como en Chucky– que adquiría sistemáticamente para sacarlos del mercado, congelar su condición de mercancías, lo que Adorno explica así: “el niño, no corrompido… busca salvar en su trato con las cosas lo que las hace buenas para los hombres y no para comprar y vender”. 

Le molestaban que el jazz y el blues, intimistas y sensuales, no llamaban a una rebelión y los negros estaban ansiosos de venderse y conseguir contratos con las disqueras blancas: “música de esclavos sadomasoquistas”. Para su íntimo amigo Horkheimer, son “fondo musical de masas obedientes a la jerarquía social del capitalismo salvaje”. En estos días oí en los pasillos estudiantes que discutían en serio tales tonterías. Y tonto que escuelas de ciencias sociales recomienden textos tan excéntricos, equivocados, cuando el planeta marcha al 5G.

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