Un escandaloso silencio y una ignorancia gigantesca – Elías Pino Iturrieta

Un escandaloso silencio y una ignorancia gigantesca – Elías Pino Iturrieta
Cortesía: La Gran Aldea

“¿Cómo pueden lograr el propósito, si desconocen la magnitud del reto que deben superar?”. El ataque sufrido por Juan Guaidó en San Carlos, estado Cojedes, es la punta de lanza para este abordaje descarnado que hace el autor sobre lo que ha significado el chavismo para Venezuela. Y les habla directamente a los dirigentes de oposición: “No advierten la estatura del desafío que deben enfrentar para topar con un desenlace acorde con las señales que hoy les envía la historia”. Porque “eso lo ven hasta los ciegos”: “Con el chavismo se logró un propósito inveterado de la barbarie: la aniquilación de la República”.

Publicado en: La Gran Aldea

Por: Elías Pino Iturrieta

La reacción de los líderes políticos ante el ataque sufrido por Juan Guaidó clama al cielo. No se puede ser tan indiferente, ni conformarse con reacciones esporádicas y superficiales, ante un ataque como el sucedido en San Carlos contra una figura importante de los últimos tiempos venezolanos. No debo meter en ese saco de abulia a dirigentes como Andrés Velásquez, por ejemplo, empeñado en críticas fulminantes, pero la mayoría no ha formado parte del coro que ha debido tronar ante una tropelía de semejante tamaño.

Pienso que el análisis más fácil de la impasibilidad consiste en explicarla como resultado de las divisiones de la oposición. Están tan separados, o enfrascados en mortales duelos, que no solo no les importa la suerte de uno de los dirigentes que en situaciones habituales milita en la misma causa, sino que también la celebran, se puede decir para salir del paso. Tal análisis puede tener sentido, puede acercarnos a la médula del problema, pero no conduce a calcular la magnitud del riesgo que mana de la indiferencia ante la agresión. Porque, si a tal razón se debe la ausencia de solidaridad, no estamos sino ante el descubrimiento de cómo tratan el asunto venezolano sin tener la menor idea de la magnitud del perjuicio que ha sufrido

Ningún partido de oposición ha captado la magnitud del daño que el chavismo le ha hecho a Venezuela. Sus voceros denuncian que es una dictadura y una ladronería, no faltaba más, tratan de sobrevivir en medio de la represión y no dejan de manifestarse ante situaciones de humillación exagerada, pero no advierten la estatura del desafío que deben enfrentar para topar con un desenlace acorde con las señales que hoy les envía la historia. Es evidente que vivimos en el seno de una autocracia y en el fondo de una cueva de corruptos, eso lo ven hasta los ciegos. Muchas veces han declarado contra la autocracia, en el país y en el extranjero, pero sin sentir cómo apenas se acercan al rasgo fundamental del entuerto. Y esto va también para Guaidó y su equipo, hoy dolidos por los aporreos sufridos en partes de su diminuta cabeza.

El mal de Venezuela, uno de los peores problemas que ha sufrido en su historia contemporánea, lo advierte a primera vista un historiador común y unos científicos sociales ajustados a los fundamentos de su oficio, pero no ha pasado frente a las narices de los dirigentes de oposición, si consideramos que, pese a su cercanía, no han sentido su nauseabundo olor. Ta vez porque no ven ninguna testa coronada en Miraflores, ni la aparición de una anacrónica corte formada por la nobleza de la sangre, ni el retorno de los fueros consentidos por el antiguo régimen, piensan que están lidiando con un injerto posgomecista como el régimen de Isaías Medina Angarita, o con  una dictadura como la de Marcos Pérez Jiménez. En el primero de los casos se vivió un renuente sendero hacia las novedades sin salir de la caverna gomera, y en el otro no se desmantelaron o no se pudieron derrumbar del todo los logros del efímero lapso de democracia que lo precedió. En cambio, con el chavismo se logró un propósito inveterado de la barbarie: la aniquilación de la República.

Levantada con sobrados soportes a partir de 1830, sacada del ahogo en 1945 y apuntalada con firmeza en el medio siglo que sigue a 1958, la República ha sido borrada del territorio por la brutalidad chavista. Hablo de un conjunto de códigos que nos condujeron a una convivencia equilibrada gracias a la cual bienes preciados para los padres fundadores, como la democracia y la libertad, lograron establecimiento. Hablo de un estilo de vida que fue hospitalario durante un tiempo fundamental en términos históricos. El domicilio que amparaba tales logros fue derrumbado por el mazo de una militarada disfrazada de revolución justiciera. Como no son bienes mostrencos, la democracia y la libertad cayeron en el abismo por la destrucción del piso que los sostenía y del techo que los cobijaba. De esta tragedia no tienen ni la más mínima noticia los líderes de oposición que hoy tratan de sacarnos del atolladero. ¿Cómo pueden lograr el propósito, si desconocen la magnitud del reto que deben superar?

De allí una mudez tan escandalosa como la protagonizada ante el ataque contra Guaidó en San Carlos, lo cual no quiere decir que el atacado tenga idea, así sea la más somera, del edificio que debe levantar debido a que ya no existe.

 

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