Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
Regreso al tema de la invasión de Putin a Ucrania −me resisto tercamente a decir que es una invasión rusa− pues se cumplió ya más de un mes que se inició esta triple guerra: militar, económica y de comunicaciones. A esta última, la guerra comunicacional, es a la que me voy a referir de alguna manera.
Sin apartarme de la política.
Vuelvo a señalar que el análisis militar del tema, el de las estrategias de cada contrincante, el de las implicaciones de la guerra económica y las medidas económicas sobre Rusia y la forma que tiene y adquirirá el tablero geopolítico del mundo una vez que se produzca un desenlace, el de la profundidad e implicación de las estrategias mediáticas, todo eso, se lo dejo a los excelentes analistas que hemos visto desfilar este mes −y a unos cuantos no tan excelentes, algo repetidores y un tanto superficiales, que también abundan y de cuyo coro no quiero formar parte−. Pero, en esta ocasión, no puedo decir que me aparto del tema político, porque de lo que quiero hablar es de las reacciones de los diferentes grupos o sectores políticos en Venezuela frente a esta situación.
Objetivos, no logrados, de Putin.
Lo primero que diré, es que tras lamentar los miles de muertos que está dejando esta guerra insensata y la destrucción económica en Ucrania −y en Rusia, pues están sufriendo ya los coletazos− me reconforta pensar que Putin no ha logrado ningún objetivo, al menos los que declaró al principio.
Putin no ha logrado someter a Ucrania, no ha logrado que el gobierno ucraniano renuncie o huya del país y por el contrario ha “logrado” algunas cosas que no lo deben tener muy feliz: que la OTAN, en decadencia, se haya fortalecido; que la UE este más unida que antes y apoyando a Ucrania de diversas maneras, con sanciones económicas, recibiendo refugiados y suministrando armamento a Ucrania; que países como Alemania y Japón −aunque algo más lejos, físicamente− estén aumentando sus presupuestos militares, por recomendación de la OTAN; que países que pertenecieron en algún momento al eje soviético, como los Bálticos, hayan estrechado más sus lazos con Europa; que algunos países tradicionalmente neutrales o poco beligerantes, como Suecia y Finlandia hayan manifestado su deseo de pertenecer o acercarse más a la OTAN, y que hasta la tradicionalmente neutral Suiza esté apoyando las medidas económicas en contra de Putin. Repito, no entro a analizar estos aspectos y sus implicaciones, simplemente me limito a resaltar la resistencia de Ucrania y algunos hechos concretos que todos hemos leído, aun los más legos en la materia, de los análisis de los que si conocen más a fondo el tema.
Los argumentos…
El segundo punto que quiero resaltar, es que entre todas las cosas que he leído, en enjundiosos artículos de prensa y largas y candentes discusiones −cuando no− en redes sociales, me llama la atención los argumentos que algunos esgrimen para justificar la invasión; o al menos “atenuar” su horrendo significado e impacto. Y llego así al corazón de este artículo: Muchos se refugian en sus atavismos ideológicos.
… desde la izquierda.
Desde la izquierda, hay los empeñados en mantener vivos los “ideales” socialistas o izquierdistas de su juventud y por eso tratan de justificar la invasión en términos de comparar lo ocurrido en Ucrania con pasadas invasiones o intervenciones, sobre todo de los EEUU, en otros territorios, en un pasado cercano o lejano; les parece que eso justifica cualquier acción de un individuo como Putin, que algunos aún consideran comunista, socialista o por lo menos de izquierda, pues obviamente no está situado en el mundo occidental del liberalismo y la democracia. Algunos apelan también a conceptos algo más trillados como: el balance de poder mundial, la razón de estado, etc.
… desde la derecha
Desde la derecha, la cosa es todavía más extraña, pues ven el problema, algunos, la mayoría de los que opinan en redes sociales, en el contexto de la polarización de la política norteamericana, obviamente pro Trump y anti Biden; llegan a la ingeniosa perogrullada de decir que aunque la invasión sea injustificable, tiene causas; y por allí se van, tras haber descubierto esa agua tibia, haciéndose la vista gorda con la matanza del ejército de Putin en Ucrania; en el mejor de los casos simplemente lo ven como un “error” o peor aún, como “falta de decisión” del presidente de los EEUU.
… los republicanos.
Todavía podríamos entender la posición de algunos políticos en la Florida −sobre todo republicanos, en perspectiva de la “elección de midterm”, en noviembre−, donde el tema del comunismo, Cuba, Nicaragua o Venezuela es sensible electoralmente hablando y ven oportunistamente una posibilidad de desacreditar las políticas de Biden, sea por su falta de acción o por sus “intentos negociadores” con regímenes como el de Venezuela, y así “desmejorar” las perspectivas electorales de los demócratas.
…los más extremos.
Pero, algunos llegan incluso a suscribir los argumentos de Putin: que Ucrania no es ni ha sido nunca un país, que es una creación rusa; que son los ucranianos los que han agredido a los rusos en los territorios ucranianos que reclama Putin; que el presidente ucraniano usa a su población como escudo; que hay un intento de sojuzgamiento y expansión occidental sobre Rusia, apoyado por la OTAN; que en Ucrania lo que hay son grupos nacionalistas, separatistas, neonazis y neofascista, etc.
… y los menos extremos.
El drama lo tienen algunos derechistas menos extremos que los mencionados previamente, pero igualmente anticomunistas febriles y también polarizados con relación a la política norteamericana, quienes al ser más racionales, condenan la invasión de Putin pero tratan de explicársela y en su argumentación deslizan conceptos de la jerga “pusinesca” y fustigan al gobierno norteamericano por su “debilidad”.
Comparando con Venezuela.
Pero lo que me parece más insólito −y hasta peligroso− son los que se lamentan y se rasgan las vestiduras porque en Venezuela, la oposición venezolana, los lideres venezolanos, no sigan el ejemplo de Ucrania y de su presidente, Volodimir Zelenski, como si fueran comparables las situaciones, los países y los líderes. Algunos llegan a hablar de la “invasión cubana”, −que ciertamente lo es de alguna manera, al menos en su aspecto colonialista y devastador−, y compararla con la del ejército de Putin a Ucrania y esperan por lo tanto que el gobierno interino lance soflamadas proclamas y que Juan Guaidó se vista de militar y con casco de acero ceñido, llame “a las armas” contra el régimen. Y que por no hacer eso, nosotros estamos como estamos.
Reflexión final.
Frente a hechos como la invasión a Ucrania, no nos queda sino hacernos las angustiosas preguntas que se hace Moisés Naim (El Dictador en su Ratonera, EL Nacional, 21/03/2022 − https://bit.ly/3tqfgez): “¿Es aceptable hacer un trato con Vladimir Putin para que retire sus tropas a cambio de acceder a algunas de sus condiciones? Para muchos esto sería inmoral y la única salida aceptable es salir de Putin. Otros mantienen que la prioridad es detener las muertes de inocentes.” En lo que a mí respecta, sin entrar en profundos análisis ni justificaciones éticas, solo espero que Ucrania −a pesar de las bajas lamentables que ya ha tenido− salga cuanto antes y triunfante de este ignominioso episodio; que Putin pague caro por su insensata aventura y que las democracias occidentales, contra quienes de verdad es la invasión y la guerra de Putin, salgan fortalecidas.
En este último sentido, consciente de que mi aporte en este tema no está en el campo del análisis estratégico y geopolítico, mi ánimo es el de condenar sin ambages, justificaciones o explicaciones la invasión de Ucrania, celebrar −como ya dije− su resistencia al invasor y alentar una reflexión acerca de que la lección que saquemos del desafortunado y sangriento episodio de Ucrania sea el de la necesidad de luchar por restablecer la plena democracia en el país.