Publicado en: Noticiero Digital
Por: Ismael Pérez Vigil
Concluye la fase de diálogo en República Dominicana; y deliberadamente digo “fase” porque sin duda, a pesar de las beatíficas rasgaduras de vestiduras de algunos, ese diálogo habrá de renovarse, no sabemos dónde ni cuándo, ni en qué condiciones, pero se repetirá el episodio. De ningún conflicto de esta magnitud se sale sin alguna “conversación” entre las partes, ni siquiera de los conflictos armados, y éste no será una excepción.
Como era de esperarse, a pesar de los buenos y malos augurios, no se llegó a ningún acuerdo y los representantes de la oposición −o de la MUD, como algunos prefieren decir− no firmaron ningún documento, a pesar de las falaces e insidiosas declaraciones de Jorge Rodríguez y a pesar de las “predicciones” de los “opositores de la oposición”, que juraron y perjuraron que sí firmarían, que traicionarían a la oposición, al país, que reconocerían a la ignominiosa ANC, y demás dicterios, que sería prolijo enumerar. Desde luego nunca reconocerán que se equivocaron, ni ofrecerán ninguna disculpa por los insultos, entre otras cosas porque ahora afirman que los negociadores opositores no firmaron, gracias a las “advertencias” que ellos hicieron.
Pero lo que es innegable es que la finalización del “diálogo” nos deja, a la oposición, a todos, tirios y troyanos, desnudos en la mitad del parque; mutuamente zarandeados e insultados entre las distintas “facciones” y sin ninguna estrategia clara por parte de ninguna de ellas.
Las opciones, que no evaluaré, simplemente enumeraré para motivar alguna discusión, van desde participar o no en las elecciones del 22 de abril −porque ese día habrá elecciones presidenciales− hasta cuales son las distintas formas de desarrollar una u otra opción.
Quienes creemos que la vía electoral es la vía más apropiada para salir de esta oprobiosa dictadura, nos planteamos participar con un candidato único −mejor que con varios, que algunos no descartan− pero aquí acaba el consenso, pues la selección de ese candidato único pudiera ser por primarias o por consenso o por una especie de elección de segundo grado en la Asamblea Nacional.
Quienes adversan las primarias, aparte del escaso tiempo, alegan −y con razón− que eso deja fisuras y heridas difíciles de restañar, y que usualmente los perdedores de la contienda no se incorporan con entusiasmo −o de ninguna manera− a la campaña del candidato único vencedor. Quienes adversan el consenso alegan −también con razón− que el método se presta a componendas entre los principales partidos y deja al margen a la llamada “sociedad civil”. Del peculiar método de la elección de segundo grado no he escuchado mayores comentarios, pero no deja de ser una imaginativa y curiosa propuesta, muy propia de los tiempos que corren. También ha surgido la propuesta de una especie de “candidato único simbólico o de protesta”, que participe en el proceso electoral para denunciarlo o participar con algunas otras modalidades que desenmascaren la farsa del 22 de abril.
Hay quienes hablan de participar, pero no en el proceso electoral convocado por la dictadura, sino en “algo”, que no está claramente definido; con un “líder único”, con una “política unitaria” que nos lleve a la larga a la realización de unas elecciones libres y democráticas.
Quienes plantean la “no participación” son los más “activos” en materia de argumentos y propuestas, al menos en las redes sociales, que por cierto son las únicas con las que contamos para comunicarnos, pues todos los medios de comunicación −con alguna que otra honrosa excepción− están en manos de la dictadura o solo le dan espacio a ella para “expresarse”, cuando ésta no les “arrebata” el espacio con las interminables cadenas de la campaña electoral del candidato-presidente, que ya se inició, con toda ventaja y alevosía y la complicidad del CNE.
Los “no participantes” y los abstencionistas se desgranan por opciones que van desde el simple rechazo a la vía electoral −“que ya está cerrada”, dicen, sin plantear nada más− hasta plantear un menú muy variado e imaginativo: “intervención extranjera”, militar o no (“invasión humanitaria”); “golpe militar”; “renuncia del presidente por presión continua, social e internacional”; “rebelión popular” que al final provoque una intervención militar; en fin toda una pléyade de opciones que no se sabe muy bien quien las va a desarrollar, ni cómo, ni cuándo.
En fin, repito, y disculpen lo amargo y crudo de la frase: quedamos desnudos en medio del parque; y me pregunto: ¿Nos estamos planteando la estrategia correcta, efectiva y preparando adecuadamente para el día después?, y evitar que no suceda nuevamente lo vivido después de la “elección” de la ANC, que amanecimos “sorprendidos”, abatidos y en peores condiciones de poder lograr los cambios que aspiramos.
La lucha por la restitución de la democracia y el estado de derecho no acaba el 22 de abril, esa es una fecha que puso la dictadura en su agenda. ¿Cuál es la nuestra?
Politólogo