Tendremos, sí, en plural. Tendremos que cambiar el modo de ser, la manera de relacionarnos, las formas de producir y consumir. Tendremos que reinventarnos. Nuestras escuelas, liceos y universidades tendrán que educar distinto. Tendremos que hablar un lenguaje mejor que nos permita tumbar barreras. Tendremos que ser pacientes y perseverantes. Tendremos que trabajar más y mejor. Tendremos que involucrarnos y comprometernos en lo público y en lo social. Tendremos que dejar de festejar al vivo y pasar a aplaudir al nerd. Tendremos que defender el estado de derecho y entender que las sociedades sin justicia son autodestructivas.
Tendremos que cambiar el modelo de país, de estado, de gobierno, de sociedad. Tendremos que rechazar el pobrecitismo y alabar el sudor honesto, despreciar la frivolidad y amar la cultura.
Tendremos que ser intolerantes. Sí, muy intolerantes con el delincuente, con el abusador, con el perezoso, con el vividor, con el mentiroso, con el avaro, con el recienvestío y el mangasmeas, con el arrecostao y el chupamedias, con el hablapaja y el enchufado. Intolerantes con el manguareo y el peoresnada.
Un país no nuevo, pero sí distinto y, por cierto, mucho mejor. Una nación cuyos ciudadanos con valentía exijan respeto y decencia. Una Venezuela honorable, con élites que cumplan gustosas con su responsabilidad, con instituciones públicas y privadas que no se vendan al mejor postor. Un país que se arrope hasta donde dé la cobija pero que cada día teja una cobija mejor y más grande que nos abrigue a todos.
He ahí el desafío. Los mediocres le dirán que no se puede. Ignórelos. O son sinvergüenzas a quienes este estado de cosas les ha venido de perlas o son simplones idiotas. Y con los idiotas ni a misa porque se arrodillan cuando no toca.
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