Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
A la hora de escribir estas líneas, miércoles en la noche, no ha terminado la notable aventura de Guaidó recorriendo medio mundo. ¿Cuál es el objetivo preciso de la hazaña y cuál ha de ser el final?, seguimos ignorándolo. Me limito, pues, a describir algunos aspectos que me llamaron la atención.
Por lo visto ha sido muy exitoso, incluso en España, sobre la que se han afincado los macartistas de la oposición. Ignorando lo que dijo Borrell, Felipe, el PSOE oficialmente, la ministra de Relaciones Exteriores, el propio Sánchez o, vale la pena recordarlo, que el muy asediado Leopoldo López vive en la casa del embajador de España en Caracas desde hace ya unos meses (con lo cara que está la comida). Que no haya recibido a Guaidó, pues vaya usted a saber qué pieza del extraño ajedrez se movió en ese lance. Zapatero ya sabemos que es un detritus de poca monta. E Iglesias un trepador que en vez de subir baja. Lo esperado de ambos, y cuidado si menos. Por cierto, hay que recordar, sobre todo a los ultrapatriotas madrileños, no digamos a los mayameros, que en realidad no somos el centro del mundo y a veces algunos intereses paralelos chocan con los nuestros. Yo, por mi parte, siempre me he contentado mucho por el apoyo constante de PSOE, el creador mayor de la España democrática y próspera, y que compensa a algunos esperpentos, y cuando digo digo…, que nos patrocinan y en grado mayor.
Lo de Delcy Rodríguez me pareció innecesariamente extendido por los políticos y los medios. Por su poca monta, en el fondo. La pobre no deba estar muy contenta de que la hayan tratado como una portadora del coronavirus chino. Es muy probable también que lo haya sentido como el presagio de un triste destino. Me descompone, eso sí, el pago de 400.000 dólares de alquiler por un avión, para hacer qué en Turquía, habiendo tanto migrante nuestro caminando por los senderos de la sobrevivencia y de la muerte.
Ahora bien, en una ociosa reflexión con una colega llegamos a la conclusión de que semejante viaje de Guaidó no se prepara en tres días ni con cuatro gatos. Eso tiene una logística muy complicada: aviones, hoteles, transportes terrestres, acompañantes, esos trajes bien planchados, seguridad… y sobre todo gestiones diplomáticas muy complejas. No es que uno llega a París y le dice por teléfono a Macron desde el aeropuerto: «Emmanuel, ¿tienes algo que hacer esta tarde?». Bueno, en dónde quedan entonces los miles de espías cubanos, de notoria fama, entre otras cosas por haber paralizado y acobardado a nuestras gloriosas fuerzas armadas, ante tan extenso y globalizado operativo.
El gobierno fue burlado, escarnecido. O sabía, al menos algo, y el juego se hace mucho más enrevesado. Sobre todo el motivo final del lance. Pero no vamos a especular, lo hemos dicho de entrada.
Lo he afirmado enfáticamente en no pocas oportunidades: Guaidó es el tipo. No hay otro líder hoy. Y ha jugado con la mayor audacia esta carta verdaderamente sorprendente. Creo que todos los reales opositores han cruzado los dedos para que esto salga bien y sea el inicio del capítulo final del prolongado horror que ha truncado nuestras vidas, las de casi todos los venezolanos empobrecidos. Casi todos, ocho de cada diez, dice Encovi. Es un capítulo que a todos nos concierne.
En unos días deberíamos saber si era certera esa apuesta tan osada, desconcertante. Por lo pronto, está clara una tarea: preparar el recibimiento de político sui generis que al menos nos ha convencido de una cosa, que es capaz de jugársela entera por el país, con una mezcla de coraje y humildad, que es una rara moneda. Y eso, después habrá mucho que hablar y sopesar, esa altiva generosidad vital podría ser lo que necesitamos ahora para empezar a ser libres y distintos.
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