Yo tengo un paisaje, un aroma, un color instalados en mis retinas. A veces duelen. A ratos simplemente están, como acompañantes de eso que llamamos cotidianidad. A veces creo que van convirtiéndose en recuerdos añejados, entristecidos por distancias y penas de ausencias. Fotografías apiladas en mi memoria. El país que ya no tenemos. Los amigos que ya no están. Las risas que ya no son.
Y entonces me miró en el espejo y me doy cuenta que somos los mismos pero en una oscuridad que fue incomprensible pero que hoy entendemos. Somos los mismos pero con más sensatez. Los mismos pero mucho más sabios. Porque los dolores enseñan.
Y por eso no nos han vencido, ni nos vencerán. Porque nunca lograron convencernos. Ya no hay absolutamente nada que puedan hacer. Tienen la palabra fracaso escrita en letras multicolores. Nunca pudieron liquidar lo que nos hace fuertes. Ni con todo el dinero pudieron ni pueden comprar principios, valores, honra, dignidad. Y mucho menos legitimidad.
Ustedes montaron una pantomima sobre un barro de odio, resentimiento, complejo de inferioridad, desprecio y retaliación. Asfaltaron el camino de su fracaso con adoquines de vulgaridad y falsas pretensiones. Creyeron que podían engañar a todo el mundo todo el tiempo. Que con su ponzoña podían infectar a todos. Y resulta que la consecuencia hoy es la claridad. Porque el país hoy está claro. El país ya hoy entiende. Ya no consiguen confundir. Ya no les cree nada. Sus caretas son transparentes.
No es la salida. Es su salida. Y sin Gloria al Bravo Pueblo, sin caballo blanco ni bandera tricolor.
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