Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Dice el encuestólogo Felix Seijas (Delphos) que los claps como moneda para comprar votos se han devaluado significativamente en fechas recientes, fenómeno que se ha evidenciado en los análisis cualitativos que hace. La gente, incluidos los propios chavistas, se queja del retraso en la entrega, de la baja calidad de algunos productos, de su carácter desvergonzadamente electorero, de la humillación a que se somete el que recibe la dádiva que tiene que disciplinar todas sus conductas para no ser segregado, etc. Claro, hasta cierto punto, al fin y al cabo para millones no hay otra manera de comer, que es lo primero según Bertolt Brecht, luego la moral y la política, por supuesto. No hay que decir que este deterioro de la moneda electoral se debe a la miseria creciente del poder y a los naturales desvíos de materiales y dineros propios de uno de los gobiernos más corruptos del planeta. Pero debe ser motivo de preocupación para este las fallas de un mecanismo para aumentar su votación de manera altamente tecnificada, mediante los puntos rojos y el carnet de la patria que debe tener ya más de la mitad de la población en sus pezuñas. Y dicen los traficantes que más de 6 millones de hogares reciben, así sea fallo, la aminorada y azarosa bolsa. Que es buen nombre porque la cosa ha llegado a algo parecido a aquel decir: o la bolsa o la vida, o el voto o la supervivencia alimenticia. Criminal, pues. ¿No te parece Henri? Es información trágica, menos alimento para el pueblo, pero que se puede trabajar electoralmente.
Es una obvia obviedad que algo se podría hacer para canalizar ese descrédito de las bolsas, y otros miles de descréditos. Entiendo que por razones que no hay que explicar la inmensa mayoría de los patriotas carnetizados son chavistas y si acaso menos de un tercio opositores. Pero tengo para mí que ya no hay verdaderos chavistas, mucho menos maduristas, salvo aquellos que no pueden dejar de serlo, so pena de gruesas penas, y que no hay quien no maldiga que su cafecito de media mañana, tan imprescindible, tan identidad nacional, tenga que pagarlo a la increíble cifra de 70.000 bolívares (por ahora). Que se termina no pagándolo y no bebiéndolo como se ha hecho toda una vida. Por hablar de una bagatela y no de comer basura o ver morir a los amados por falta de un maldito tratamiento que solo lo hay en las clínicas para ricos y a un precio con tantos ceros que cuesta procesarlo. Lo son, entonces, de la boca para fuera y adentro odian a sus sepultureros como cualquier ser medianamente normal. Sea como fuere es un consejo para el tercio opositor y para la mayoría de indignados silenciados, para todos aquellos que van a tener que pasar por el círculo rojo,”y esperamos compañero que haya votado por su gente, páseme el carnet”.
Usted debe saber, porque no es pendejo, que ciertamente lo pueden obligar a votar para conservar su mínima ración, pero igualmente sabe que nadie puede conocer su voto. Bueno, vote nulo, le digo yo que soy abstencionista. Claro, el evangelista de los paraísos fiscales le diría, por ejemplo, que vote por él que viene creciendo y asegura ser el gran batacazo, Dios mediante. En pocas palabras, vote como le dicte su libertad o su arrechera.
Sería una tarea para el Frente Amplio y la MUD y los partidos que comparten la misma línea de vender esta vereda y capitalizar sus resultados, si los hubiese. En verdad no es la tapa del frasco, ni mucho menos, pero algo puede ayudar. Quizás puede moderar uno de los aspectos más sórdidos del alevoso ventajismo.
Es posible que este sea el descubrimiento del agua tibia. Pero hay veces que no está de más hacerlo. Sobre todo cuando hay tanto silencio y calma y la gente anda clamando por eso que ahora llaman hoja de ruta. Por algún lado hay que salir de ese impase del abstencionista callado que es una suerte de contradicción en términos, pues a lo que aspira este es a denunciar, a romper la normalidad patológica, a dar un buen grito para que los ciudadanos no caigan en la trampa de los abusadores de siempre.