¡Se acabó! – Jean Maninat

Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Se acabó lo que nunca se dio, la ficción de un Gobierno paralelo, alterno, propulsado con batería extranjera, y el rudo y desorbitado empeño de una familia por escalar políticamente, a la altura de una serie de Netflix (no les extrañe que su producción ya esté en  negociación).

Pero como suele suceder en las telenovelas -o como se denominen hoy en día- el que paga los platos rotos, el que al final resulta desechable en la historia es el bueno, el humilde, el afable y bienquerido por todos que subió en el escalafón de la empresa por mérito propio, se rozó con los propietarios, para que luego lo lanzaran abismo abajo sus nada fiables valedores. Las caídas en cámara lenta son interminables como la eternidad.

Con él también se despeña la candidez de las bases opositoras siempre honestas y dispuestas a darle su “oportunidad” al primero(a) que venga a venderles, sí o sí,  raspados de ayuda humanitaria en la frontera,  helados de aventuras en autopistas repletas de promesas fantasmas, incursiones militares dignas de Monty Python. Poca importa, al fin y al cabo, la política, para ellos, es concebida como un pase de “dónde está la bolita” y sabemos que el ojo sólo ve lo que quiere ver. Y mire que son rápidos en el albur.

Al contrario de Dios, la política ahorca, asfixia y dispensa cadáveres vivientes, pretendientes al antiguo trono sin haber tenido el piano para ejercer los dedos alternativos del oficio. Los “padres fundadores” entregaron partidos políticos a duras penas establecidos y luego triunfantes, y hoy solo quedan escombros y polvo. Ah, pero si viera usted la pose, el garbo dirigente, el látigo del verbo presumiendo inteligencia, la banalidad de la banalidad haciendo de las suyas, el espectáculo suplantando la política.

Pero la astucia de la razón prevalece, y la idea de que la ruta electoral, pacífica, constitucional y democrática debe ser “la salida”,  parece haber recobrado pertinencia y hasta en las cabecitas más renuentes parece caracolear la idea, pero veremos qué pasa con la alta volatilidad de la dirigencia opositora. Pasado mañana cambian de opinión y…

El Gobierno lucha con sus demonios rojos internos. ¿Quién vencerá a quién? Se preguntan los incautos, presumiendo que hay fracturas por sanar -o cobrar- nunca expuestas, como si eso importara. Mientras el país sigue sufriendo.

Sin un Trump que los naricee, y luego de claudicar su independencia política clamando ayuda al mundo (Help I need somebody), su decoro como dirigentes- prótesis desvanecido, con una opinión regional e internacional cambiante a favor del diálogo y la política, es mejor que den un paso al lado, se dediquen a su bienestar familiar y personal  -se lo merece sobre todo la prole- y  permitan que una nueva generación recupere lo que ellos dilapidaron metódicamente desde el 2015 a estos lamentables días. Sería un buen gesto de solidaridad pandémica.

¡Se acabó!

 

 

 

 

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