Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
En momentos de “reflujo” político, como el que vivimos, suele ser propicio para afinar las reflexiones sobre temas pendientes y no cabe duda que el tema de los partidos políticos es uno de esos temas. Los recientes ataques del régimen a los partidos han logrado que estos cierren filas para defenderse, no obstante es una buena oportunidad para revisar su desempeño y para replantearse el tema de su papel en el convulso mundo que hoy vivimos.
Desde luego que no pretendo desarrollar la nueva teoría de los partidos políticos, o hacer un análisis filosófico, un nuevo paradigma sobre los partidos; mi pretensión es más modesta, apenas reflexionar de manera teórica, idealista, y eventualmente resumir algunos lineamientos generales, éticos, o principios iluminadores de la acción, para evaluar a los partidos actuales y proponer algunas ideas para su actualización y necesaria renovación.
Líderes, ciudadanos y sociedad civil.
En estas páginas ya hemos hablado del tipo de líder que queremos; que no es ese líder mesiánico, populista, que tiene un claro mapa del futuro y conoce todas las respuestas. Necesitamos ese líder, carismático, sí, pero que esté dispuesto a acompañarnos, a recorrer junto con nosotros la construcción del nuevo país, democrático, con una sólida economía de mercado, más justa que la que ahora tenemos y hemos tenido.
También hemos hablado del ciudadano, de la sociedad civil, que irrumpió en la política del país, en las postrimerías del siglo XX, en la lucha frustrante por una constitución, que fuera –que no lo es– un verdadero pacto social de todos los venezolanos y en la lucha por impedir los avances totalitarios del régimen en materia educativa –en donde al menos se logró resistir y aun se resiste–, a pesar de que el régimen ha tratado de acabar con todo el sistema educativo venezolano, desde la escuela elemental, hasta la universidad.
En este momento la tarea política de los venezolanos, nuestra tarea, es contribuir a fortalecer a los partidos y apertrecharse para después, para el nuevo país, para evitar que se retroceda a situaciones de inamovilidad política como las que tuvimos en periodos anteriores. Por eso hablamos de un nuevo pacto político y social para salir de este régimen de oprobio, pero para evitar también retrocesos que nos conduzcan de nuevo al punto en que nos encontramos ahora.
Masas, cuadros o redes
El problema ahora es la característica de ese partido, como se conforma y a que debe responder. Los criterios tradicionales –los clásicos funcionalistas, y los neo marxistas– ya no son válidos como esquemas para caracterizar a los partidos u opciones que necesitamos, aunque tenga ciertos ribetes modernos y tecnocráticos en cuanto a la organización; pero, no nos aportan mucho al análisis de los partidos que se deben construir, de cara a la fenomenología política del siglo XXI, en la llamada era de Internet, que es nuestro verdadero entorno.
La era de los grandes partidos ideológicos, de masas, orientados por cuadros de vanguardias, que se originaron a finales del siglo XIX y corrieron por todo el siglo XX, organizados a partir de las “grandes ideas” de socialismo, liberalismo o comunismo y organizativamente influidos por ideas de “vanguardias”, “partidos de cuadros” y el “centralismo democrático” del leninismo, ya no representan una opción en la era tecnocrática y ante el auge de las redes sociales, a partir de las nuevas tecnologías de comunicación e información, que nos ha traído Internet.
Después de la segunda guerra mundial y especialmente en los años 60 y 70 del siglo pasado, con el auge de los medios de comunicación –especialmente la TV– y la publicidad, se fueron convirtiendo en meras maquinarias electorales, que sirvieron para organizarse a ganar elecciones y eventualmente cubrir algunos cargos, no siempre los más importantes, en la nueva estructura de gobierno que habían ayudado a conquistar.
Todavía más, durante el repunte de los movimientos antiglobalización en las manifestaciones contra la cumbre de la OMC en Seattle en 1999 vimos como es posible que individuos, activistas, sin conexión orgánica u organizacional entre ellos, de distintas corrientes políticas, mediante los mecanismos rápidos de comunicación de la época, fueron capaces de poner en jaque a la OMC y a la policía local durante los varios días que duro la conferencia y dieron origen a algunas teorías como la de las “multitudes inteligentes” o “smart mobs” (Howard Rheingold, 2002) o la “ciberpolítica”. Un desarrollo mucho más elevado de esto lo vimos recientemente en los EEUU, durante las manifestaciones por la muerte de George Floyd, y en Europa con actos de vandalismo contra comercios, símbolos y estatuas; allí vimos como activistas, organizados a partir de la rápida comunicación que permiten ahora las redes sociales –mucho más que en Seattle– pueden poner en jaque a diversos gobiernos alrededor del mundo, actuando como verdaderos “enjambres” (Byung-Chul Han, 2016)
Se trata sin duda de “movimientos emocionales”, provocados por algún evento mediático o crisis momentánea, que internet los conecta y hace que coincidan en un momento y lugar dados y que consiguen crear un gran impacto, pero como bien señala Manuel Castells “…son movimientos destinados a tomar el poder de las mentes, no el poder del estado”, (La galaxia Internet, Plaza Janes, 2001, pág. 163)
Si bien, como señala Castells: “… hoy hay la tendencia a construir redes interactivas como formas de organización y movilización” (Ibidem, pág. 165), no creo que estos fenómenos signifiquen una negación de la política, pero sin duda implican la necesidad de revisar las estructuras formales de los partidos y la manera concreta de hacer política, de militar en esas organizaciones.
Los partidos políticos que conocemos y tenemos, partidos de masas, verticalmente integrados, son hoy cascarones vacíos, que solo se activan como maquinaria electoral y el mejor ejemplo de esto es el partido oficialista, el PSUV. Mantengo sin embargo una preocupación fundamental, y es nuestra falta de espíritu gregario, comunitario o social, o como lo queramos llamar. Cada vez estamos más disgregados; lamentablemente, la “red”, que debió servir para unificarnos, al podernos comunicar mejor, más velozmente, al poder llegar a más personas, al rescatar la palabra escrita como medio de comunicación, parece que lejos de acercarnos nos aleja más. El individualismo persiste, solo que ahora está en red.
Continuaré la próxima semana con el tema de la renovación de los partidos, en lo conceptual, lo organizativo y algunos principios éticos.
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