Publicado en: Tal Cual
Por: Laureano Márquez
Vaya usted a saber qué misterioso sino se ha instalado a esta gente en el alma para que la ruina del país les genere un pervertido disfrute, una inocultada satisfacción. Son como la mala mujer de la historia del rey Salomón que prefería la muerte del niño antes que entregarlo a su verdadera madre. Se les ha medido en la cabeza que lo que no ha de ser de ellos, no será de nadie, que su apropiación del país es irreversible, que la soberanía popular les pertenece, al punto que poco importan ya las convicciones de su dueño originario, ni su vida, ni su suerte. Prefieren ver a Venezuela borrada del mapa de las naciones, vuelta desierto y tierra arrasada, antes que propiciar los cambios que la gran mayoría del país reclama con urgencia y en cuyo reclamo se va, literalmente, la vida.
Quemar, destruir, robar, saquear, son las palabras que mejor definen sus acciones. La creatividad e inteligencia que les falta para el buen gobierno, la tienen con creces para darle la rienda suelta a las más diversas maneras de convertir en escombros el destino de millones de seres humanos. No dan puntada sin hilo, distinguen perfectamente aquello que tiene fuerza de símbolo, de lo que no.
Quemaron y saquearon la Escuela de estudios políticos de la UCV, nuestra “casa que vence la sombra”. Pocas veces en nuestra historia, como en estos tiempos, ha estado tan claro cuál es la sombra a vencer.
Cuando don Manuel García-Pelayo funda los estudios de ciencia política, lo hace con la finalidad de separar los estudios sobre política del ámbito de lo jurídico, poniendo de manifiesto que hay un terreno fecundo para el estudio de la política más allá de lo normativo.
La política como actividad propia del ser humano puede ser estudiada con rigor científico. Era común en nuestra EEPA (Escuela de estudios políticos y administrativos) la discusión acerca de si nuestros estudios constituían una ciencia, en el estricto sentido de la palabra. Propiciamos sobre el tema debates entre los profesores que queríamos y admirábamos y que tenían posiciones encontradas frente al tema. Viene a la memoria un inolvidable debate entre los profesores Juan Carlos Rey y Pedro Martínez. La comprensión filosofía política nos persuadía de que la política, sin el concurso de la ética, sin un profundo sentido espiritual de compromiso, servicio, justicia, termina fomentando las peores perversiones. Nos graduamos pensando que el cuadro del buen y mal gobierno de Lorenzetti en Siena, al que el maestro García-Pelayo dedica también alguna reflexión, tenía –como sigue teniendo– plena vigencia.
No es casual pues que se queme la Escuela de estudios políticos y que se saqueen sus espacios. Es la idea de la política lo que se está incendiando en Venezuela desde hace tiempo. Los últimos presidentes de la Federación de centros universitarios han salido de nuestra escuela. Nuestros estudiantes efectivamente saben ganar elecciones y saben hacerlo con convicciones e ideas. Eso -es verdad- los hace peligrosos, no solo a ellos, sino al espacio que los forma.
La destrucción de la educación, en todos los sentidos, la formal y la cívica es una de las peores secuelas que dejará este terrible “huracán revolucionario”. Ya no les basta con ahogar financieramente a las universidades insumisas, es menester incendiar sus espacios, borrar todo vestigio de vida civilizada.
Pobres ignorantes, tan estrechos de miras, tan pobres de espíritu que no saben que lo que queman y destruyen es el futuro de sus propios hijos.
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