Publicado en: La Gran Aldea
Por: José Ignacio Hernández G.
Si algún título habría que darle a quien fuera destacado profesor universitario, es el de haber sido un actor decisivo en la construcción del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Así, gracias a ese aporte, los Derechos Humanos alcanzaron el carácter de “derechos” de la persona que son exigibles ante instancias internacionales. El profesor Pedro Nikken no estará ya aquí para orientarnos en esta difícil tarea de la reconciliación nacional en Venezuela. Pero queda su obra y experiencia, y su permanente preocupación por usar la fuerza transformadora de los Derechos Humanos en la construcción de la paz que Venezuela tanto necesita y ansía.
Con la muerte de Pedro Nikken, Venezuela pierde al jurista de los Derechos Humanos. Pues si algún título habría que darle a quien fuera destacado profesor universitario, Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela, individuo de número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, y Magistrado y Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es precisamente ése: El jurista de los Derechos Humanos.
El profesor Pedro Nikken fue un actor decisivo en la construcción del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Así, gracias a ese aporte, los Derechos Humanos alcanzaron el carácter de “derechos” de la persona que son exigibles ante instancias internacionales, como la Corte Interamericana, de la cual fue Presidente. Se trató de uno de los grandes cambios del concepto tradicional de soberanía, pues el Estado comenzó a ser juzgado por organismos internacionales, precisamente, para asegurar la correcta defensa de los Derechos Humanos, herramienta principal para la defensa de la libertad general del ciudadano frente a la opresión de regímenes despóticos.
Este Derecho Internacional de los Derechos Humanos fue concebido por el profesor Nikken como un instrumento para la paz. Como recordó en su discurso de incorporación a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, en 1997, la paz no es un mero apaciguamiento. Es, por el contrario, una acción orientada a la recuperación de la justicia, la libertad y la dignidad, con lo cual la paz es paradigma de la política, como genuina expresión de la fuerza transformadora de los Derechos Humanos.
“Frente al colapso y la Emergencia Humanitaria Compleja sin precedente que azota a los venezolanos, las enseñanzas del profesor Pedro Nikken hoy están más vigentes que nunca”
El profesor Nikken efectuó estas reflexiones a la luz de la experiencia de Centroamérica, pero con la mira puesta en Venezuela, que ya para ese año -1997- evidenciaba una honda crisis política, que con el tiempo se agravó, bajo la sombra de un régimen político fallido y represivo que transformó a la violación de Derechos Humanos en política de Estado.
Frente al colapso y la Emergencia Humanitaria Compleja sin precedente que azota a los venezolanos, las enseñanzas del profesor Pedro Nikken hoy están más vigentes que nunca. Tal y como lo señaló en una entrevista en Prodavinci, en 2017: “Un país no se puede construir sobre la base del odio y del miedo desatado”. La reconstrucción de Venezuela debe tener como base a los Derechos Humanos, lo que sólo es posible en al marco de un proceso de reconciliación nacional.
Hay quien puede cuestionar este enfoque sobre la base de que, precisamente, no puede fomentarse la impunidad para quienes violaron Derechos Humanos bajo regímenes cleptocráticos y criminales. Se trata de una clara falacia. La promoción de la paz en Venezuela debe tener por base la justicia, lo que es antónimo de impunidad. Pero no debe confundirse justicia con venganza, retaliación o imposición de una mayoría sobre las minorías -lo que no sería más que otra forma de tiranía-.
Pedro Nikken: “Un país no se puede construir sobre la base del odio y del miedo desatado”
Esa es la dura prueba que, más temprano que tarde, tendremos que atravesar los venezolanos: Promover un proceso de reconciliación nacional basado en la justicia y en la investigación de las violaciones a los Derechos Humanos y los crímenes de lesa humanidad, pero alejado de la venganza y la retaliación, y que permita un genuino proceso de reconciliación nacional tras más de 20 años de descomposición social. No hay paz sin justicia, ciertamente. Pero como dijo San Juan Pablo II, tampoco hay justicia sin perdón.
El profesor Pedro Nikken no estará ya aquí para orientarnos en esta difícil tarea de la reconciliación nacional en Venezuela. Pero queda su obra y experiencia, y su permanente preocupación por usar la fuerza transformadora de los Derechos Humanos en la construcción de la paz que Venezuela tanto necesita y ansía.