Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Algunos economistas ya han apuntado el sesgo liberal de algunas medidas recientes del gobierno, en especial Víctor Álvarez, que conoce la casa por dentro. Liberal en el sentido de que dejan en manos privadas importantes funciones económicas. Todo esto sin mayores aspavientos y cadenas que canten las glorias del mercado y de la iniciativa privada. Tales podrían ser la supresión del control de cambio, también de precios, la reducción del gasto público, la desesperada búsqueda de inversionistas y hasta se habla de privatizar las numerosas empresas que a Chávez tanto le excitaba expropiar y que todas han quebrado, buena parte de ellas por voraz corrupción.
Este viraje silencioso, también se rumora, parece ser una ofrenda a sus nuevos amigos geopolíticos –chinos, rusos, turcos, iraníes…– que pudiesen invertir en algún rubro, al fin y al cabo tenemos bastantes dones de la naturaleza, pero necesitan ciertas condiciones de aseo económico para hacerlo, si es que osan.
De resto no parece que haya aventureros tan valientes en el resto del planeta que se atrevan a poner sus cobres en un país devastado y con un gobierno entre los más desprestigiados del momento histórico, literalmente y en todos los sentidos, y que es incapaz de generar la menor confiabilidad, sin la cual no funciona ese pájaro asustadizo que es el capital.
Igualmente el inversionista criollo, el que todavía queda y anda por ahí, no parece haberse enterado siquiera de que el perverso “exprópiese” del comandante eterno se ha cambiado por el “enriqueceos” del liberalismo de siempre, que parece tan cuesta arriba en un país sin servicios, sin transporte, con millones de migrantes, campeón mundial de la inflación, endeudado a más no poder, sin créditos, sin mínima seguridad, corrupto a más no poder, etc., etc. Para no hablar del infeliz entorno institucional y político, en nada propicio a un sostenido y risueño desarrollo. De manera que da la impresión de que la cosa no va a servir sino para poner más desastroso el ya muy morado, casi negro, fúnebre caldo de nuestra economía.
Pero la verdad es que estos estertores de un gobierno que parece agónico no han dado lugar a muchas reflexiones, ni siquiera noticias. Hasta que habló, habla como ven, el Partido Comunista de Venezuela. La verdad es que yo no sé cuántos integrantes tiene en estos momentos esa vetusta agrupación, migaja que quedó sin asideros después de que se cayó el muro berlinés y con él un pedazo sustancial de la historia contemporánea. No deben ser demasiados pero son depositarios de un legado, otrora reluciente, ahora diezmado, el marxismo-leninismo. Herederos pobres de una secular tradición y, esto es lo importante, de la cual se ha reclamado en una jerigonza incomprensible, con todas las contradicciones imaginables, verdadera ensalada populista de la más estridente incultura, la pandilla poco cívica y muy militar que nos gobierna. Si lo olvidaron somos una revolución. Somos hermanos de Cuba. Combatimos el imperialismo. Y preferimos morir que renegar del socialismo, hasta nuestras fuerzas armadas lo dicen. Bueno el PCV ha descubierto, veinte años después, que eso es puro cuento. Y que ahora sí se quitaron la careta, la última careta y hasta aquí compañeros.
El gobierno evidencia tendencias “reformistas y liberales” y el partido de los hijos de Lenin, en su último pleno, se declara libre de ataduras, es decir, se va del gobierno: “Si hay un acuerdo entre dos partes para avanzar en una dirección y una de las dos partes no lo cumple (…) deja a la otra parte en libertad de seguir su camino”. Un poco barroco, pero muy claro. Y se van para seguir rechazando el imperialismo y combatir “con todas las fuerzas revolucionarias, los trabajadores y las trabajadoras, este intento de reformismo liberal en favor de las fuerzas del capital, escondido detrás de una retórica revolucionaria y socialista”. Yo no sé si usted lo ve así, pero esto es un verdadero escándalo ideológico. Sean cuales sean sus alcances reales, poquitos sí, su significación simbólica es muy grande. Que los rechace Trump enorgullece, pero los camaradas y las ideas que tomaron en el Palacio de Invierno es demasiado. ¿Qué dirá Raúl Castro, por ejemplo? Una vergüenza materialista y dialéctica.
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