Publicado en El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
A Perán Erminy, maestro de verdad.
Las condiciones electorales firmadas por Maduro y su “adversario” Falcón que postergan la fecha comicial y supuestamente mejoran algunas de ellas tiene mucho de tratado mafioso. Lo primero que uno se pregunta, a lo mejor hay alguna respuesta en el derecho chavista, es por qué no la firmaron los otros candidatos, el pastor de los paraísos fiscales, el general golpista y los otros dos líderes de sus condominios. Pero lo cierto es que así suena a complicidad obscena. Aunque una lectura más atenta parece indicar que no firman como candidatos, sino como gobierno y oposición, como si Maduro quisiera vengar el desprecio quisqueyano, aquella firma ausente. Y como si hubiese nacido una nueva oposición, muy pobretona, a decir verdad, pero muy zalamera y genuflexa, y que hay que engordar para el futuro.
Hay algo que no he visto comentar y que me parece muy importante, como tantas ahora silenciadas por el viento. Es la decisión mayor de las tales mejoras y que resulta más bien otro feroz abuso, porque se agrega a la elección presidencial las de las municipales y las asambleas estadales. Al realizarse estas en las mismas condiciones fraudulentas condenadas por la oposición, se la obligará a repudiarlas igualmente y el gobierno devorará otros polos de poder. Solo queda la AN, que ya estará en su cronograma electoral. Sí, también habrá un pedazo para los nuevos “adversarios”, quién quita que algo jugoso, al fin y al cabo son tan importantes para que a los noruegos no les dé por el injerencismo y, por otra parte, la gente termine de olvidarse de la MUD y los arzobispos. Y, muy especialmente, para que a Trump no se le ocurra –se le ocurre cada cosa– mandar sus marines o ejecutar sus temibles amenazas de ahorcarnos económicamente. Esta concesión, firmada de puño y letra opositora, hace del resto pequeñas ofrendas técnicas.
Por cierto, me parece muy risible esa de volver a sus sitios de origen los centros de votación que movieron sin otra razón que hacerles el voto más cuesta arriba a los escuálidos, motivación que ahora se confiesa impúdicamente. Y tampoco es claro que sea muy ventajoso, porque es posible que ya muchos electores se hayan acostumbrado a sus nuevos destinos comiciales y se vuelvan a enredar con este nuevo enredo.
Yo me atrevería a apostar que esa tal supervisión de todo el proceso por la ONU no va a ser viable. Para empezar, porque ya comenzó y ya se han cometido cualquier cantidad de barbaridades que el respetable organismo no debería dar por hechos cumplidos; por ejemplo, el mandato de la constituyente perversa, los partidos y eventuales candidatos inhabilitados, un CNE que no solo tiene amo y que ya son incontables sus delitos, un tiempo técnicamente absurdo –ahora más absurdo para elegir miles de representantes–. Y entiendo que tan solemne foro de la especie humana suele tomarse su tiempo y no actúa como Tibisay y sus secuaces, vendiendo comida rápida y barata. Terminaremos con los mismos turistas electorales lacayunos de siempre, más o menos.
Total que no queda mucho, descontando además todo lo que pueda borrar el gobierno, experto en trucos tan rudos como los de Smartmatic o el de Andrés Velásquez. Y con un contrincante tan gentil.
Pero no quiero terminar estas divagaciones sin referirme a otro punto que no veo que se resalte en este y otros diálogos o documentos al respecto: la constituyente. Creo entender que esta especie de boa constrictor está por encima de cualquier otro poder, hasta del propio dictador Maduro, se dice, y que puede hacer y deshacer lo que le venga en gana. ¿Qué tal si le da, en un extremadamente hipotético caso, por anular un proceso electoral adverso, porque es el soberano y puede hacer soberanamente lo que quiere con su soberanía? O no aceptar un presidente opositor vencedor por traidor a la patria por hablar inglés o porque le sacó la lengua al general tal en una de las marchas de 2017, lo cual implica un grave delito contra nuestras gloriosas fuerzas armadas. Pienso yo que no es una cosa menor, si no, pregúntenselo al doctor Escarrá que dicen que sabe de eso.