Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
A mí no me parece del todo ociosa la siguiente cuestión; sí, bastante inasible. Veamos: el gobierno de Obama produjo el inesperado y deslumbrante acuerdo con Cuba, que atenuaba el enfrentamiento entre los dos países, vigente por más de medio siglo y que casi todo el orbe aplaudió. Y la bandera gringa ondeó de nuevo bajo el cielo tropical de La Habana, y se reabrieron relaciones diplomáticas preñadas al menos de futuro, así se decía, aunque con cautela. La ganancia mayor para los cubanos en esta rara voltereta de la historia era, sin duda, para su maltrecha y urgida economía (apaleada por la caída del imperio comunista mundial y la quiebra trágica de la tiranía bananera venezolana, su paño de lágrimas tras la hambruna del período especial), es decir, medible en remesas, turistas, inversiones, financiamiento a su enclenque sector privado, etc. Una negociación vital, imprescindible para ellos, en síntesis. El disfuncional Trump les gruñó, los amenazó, los arañó… pero no fue más lejos, allí sigue la bandera con sus estrellas, y hasta unas recientes medidas han favorecido el crecimiento del suculento turismo gringo. A lo que voy: Estados Unidos debe tener alguna gran oreja que lo oiga en La Habana; a tal punto el destino de la isla depende de su poderosísima aquiescencia. ¿Vale?
No hay quien no diga, y es sustancialmente cierto, aunque raye en la paranoia a ratos, que en Venezuela no se mueve una compra de lentejas o el ascenso de un general o las grotescas bases de la constituyente y cualquier otra decisión sin las órdenes o la anuencia de la alta y siniestra dirigencia cubana. Es bautismal, Chávez amó a Fidel con el temor y el temblor de un adolescente, y le dio una ayuda sin precedentes en los anales de las relaciones entre países latinoamericanos. Los sucesores no han cambiado de línea, solo que mermó su energía, para decirlo literalmente. Se repite hasta el cansancio que el mayor impedimento para que Maduro afloje y deje que este país ejerza su derecho de vivir está en las órdenes de los cancerberos cubanos, ahora extensivas a Ortega en Nicaragua, para que se mantengan a sangre y fuego, no importan los costos humanos, entre otras cosas, para seguir fiel a la causa fidelista. ¿Vale?
Si estas afirmaciones son ciertas y dado que Trump realmente ha demostrado intención de combatir a la dictadura madurista, desde la amenaza de invasión militar hasta las sanciones a decenas de pesuvecos y militares por delincuentes o masacradores de venezolanos, uno se pregunta si Cuba es instancia tan decisiva en nuestros destinos y el implacable presidente gringo tiene en sus manos buena parte de su salud, por qué no ha presionado a esta, que se sepa, incluso en horas en que hace concesiones constitucionales a la propiedad privada y al olvido del comunismo, para que ayude a salir de este gobierno cadavérico y permitir que otro lo sustituya, que tampoco tendría que tener como prioridad el joderla. Parecería, si las premisas son correctas, la clave que abre la puerta. De paso, por estos lados el inefable Gustavo Cisneros, que ha demostrado su capacidad sin cortapisas en lo que a billetes y poder se refiere, dijo que el problema venezolano lo solucionaba una conversa entre colombianos y cubanos con música americana. Parece una boutade, pero ese tío es una fiera. En todo, caso reitera la pregunta.
Un agregado breve. Mucha gente asegura que la llegada de López Obrador a la Presidencia de México significa otra Venezuela y un nuevo aliado para nuestra mafia gobernante. Lo cual sí me parece desproporcionado. Pero bueno, es verdad que ya no tendremos un amigo tan fiel como hasta ahora, México vuelve a su línea diplomática neutralista tradicional. Lo cual era esperable. Lo que no lo era es el apasionado amor entre Trump y AMLO, de mijo y mijito, justo en una hora en que el gringo trata de avasallar a México, ponerlo de rodillas, con todo y muro a pagar por los amurallados. Anómalo.
Son cosas raras. Pero es que el mundo se ha hecho muy raro. ¿No será que Trump es un socio real de Putin o, incluso, que tiene una gota rojilla (¡!) en su ideario monstruoso, última herencia de la Guerra Fría? Por mucho menos no pocos condenaron al Papa rojo y al negro. A lo mejor es que es impensable por desmesura.