Negociaciones lejanas – Elías Pino Iturrieta

Negociaciones lejanas - Elías Pino Iturrieta
Cortesía: La Gran Aldea

Suena mal, mete incómodos ruidos un teatro tan estrecho y excluyente, pero plantear las posibilidades de una negociación en la cual se busca la modificación de la conducta de una dictadura no es asunto de muchedumbres. Estamos ante tratos que deben suceder entre cuatro paredes y no en las tribunas del estadio, como señalan las explicaciones más elementales. Mientras, los líderes de la oposición, que han descuidado en forma olímpica sus contactos con el pueblo, deben buscar la manera de recomenzarlos. Es probable que no se trate de una separación planeada, pero estamos ante una lejanía capaz de cavar un gélido abismo.

Publicado en: La Gran Aldea

Por: Elías Pino Iturrieta

La oposición no ha establecido vínculos cercanos y permanentes con la ciudadanía a la cual debe su existencia. Desde hace tiempo, una lejanía evidente separa las gestiones de la dirigencia de las vivencias de la gente común. Mientras cada cual trata de arreglarse por sus propios medios ante los retos de un entorno cada vez más exigente, un grupo de líderes protagoniza una existencia separada y distante. Es probable que no se trate de una decisión cabalmente pensada desde arriba, de una separación planeada, pero estamos ante una lejanía capaz de cavar un gélido abismo. Puede ser un fenómeno producido por el orden de las cosas, es decir, porque no podía ser de otra manera, por sucesos que se van produciendo sin advertencia, pero sobre el cual se debe llamar la atención cuando esos líderes llevan a cabo negociaciones con la dictadura que, para llegar a buen puerto, requieren necesariamente del calor popular.

Las negociaciones son o deben ser asuntos protegidos por el hermetismo. Las partes contrarias que tratan asuntos de los cuales depende su existencia, problemas delicados sobre los negocios públicos que necesitan de detallado tratamiento cuando una situación no está para soluciones automáticas, solo pueden manejarse por un grupo de iniciados. Estamos ante negocios en los cuales únicamente se pueden adentrar los especialistas, profesionales de un oficio que, por su cercanía con la materia, por una pericia formada a través del tiempo, porque pueden manejar con propiedad los secretos de un universo que debe tratarse con ojo profesional, si se puede usar el término, deben manejarse como si se tratara de un inefable monopolio. Suena mal, mete incómodos ruidos un teatro tan estrecho y excluyente, pero plantear las posibilidades de una negociación en la cual se busca la modificación de la conducta de una dictadura no es asunto de muchedumbres. Estamos ante tratos que deben suceder entre cuatro paredes y no en las tribunas del estadio, como señalan las explicaciones más elementales.

“La indicación de cómo pueden variar las cosas en las alturas necesita señales que nos hablen de un trabajo previo entre unas partes enfrentadas”

Pero ni tan calvos ni con dos pelucas. La sensación de que se excluye a las mayorías de un asunto en el cual se les va la vida no se puede soslayar. Un caso como la decisión tomada por el dictador de eliminar los protectorados ilustra el punto con elocuencia. No es el producto de la benevolencia del mandón, ni la rectificación espontánea de una arbitrariedad que reconoce el dueño del poder después de una iluminación repentina, sino el fruto de las presiones que seguramente suceden en el sigilo de los tratos entre un selecto elenco de miembros. Una novedad tan inesperada debe tener un prólogo, la indicación de cómo pueden variar las cosas en las alturas necesita señales que nos hablen de un trabajo previo entre unas partes enfrentadas, cada una en su esquina, pero moviéndose hacia la otra con el correspondiente cálculo. Que vuelva a la MUD una anhelada tarjeta que dio frutos en anterior elección, si no se muestra como resultado de lo que deciden los escogidos en sus negocios se puede ver como una sorpresa sin plataforma, y hasta como una trampa del CNE en el juego de unas decisiones tomadas en el seno de las desconfianzas. Igualmente se necesita aquí una señal de advertencia, para que no sintamos que nos ha llegado del cielo otra manifestación de benevolencia en la cual no tuvieron responsabilidad los mortales, o una carnada sabiamente preparada para pescar incautos.

Todo lo cual nos conduce al punto planteado al comenzar: Los líderes de la oposición, que han descuidado en forma olímpica sus contactos con el pueblo, deben buscar la manera de recomenzarlos. O de inaugurarlos, me atrevería a afirmar, debido a cómo se han acostumbrado o andar de su cuenta sin dar razón de lo que hacen y deshacen. Es cierto que hora no se pueden pasar de habladores, pero tienen la ocasión de iniciar un nuevo tipo de vocería, una manera de enterarnos de asuntos que nos conciernen más que nunca debido a que pueden significar un cambio significativo de rumbo para toda la sociedad. Pasar de la mudez a la media lengua puede ser fórmula adecuada, no solo por la delicadeza de los temas a los cuales se enfrentan sino también porque así no corren el riesgo de descalabrarse en un salto mortal por falta de entrenamiento.

 

 

 

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