Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
La estrategia opositora, en lo inmediato, supone dos cosas: Lograr un proceso de negociación con el régimen y preparar una estrategia de campaña electoral. Aun cuando para nadie es un secreto, como señalé en mi artículo de la semana pasada (https://bit.ly/3tisz03) las dificultades que enfrenta la negociación −sobre todo porque la fortaleza opositora se basa en el apoyo internacional, pero sin una fuerza interna muy firme que obligue al gobierno a aceptar sus términos de negociación−, la posibilidad se reabrió y es una oportunidad que se debe aprovechar.
La negociación con el régimen es, por lo tanto, el contexto político en el cual hay que evaluar las tareas que tiene por delante la oposición democrática, ante la inminente elección presidencial del 2024, o antes; así como me concentré en mi artículo anterior en la “negociación”, me propongo ahora evaluar las tareas de la oposición frente a su actual situación y el tema electoral.
Las grandes tareas opositoras.
La tarea primordial es, precisamente, desarrollar la oposición; una oposición vigorosa, que sirva de referencia a los aliados internacionales, que sea advertencia a quienes internamente apoyan por la fuerza un régimen en decadencia, condenado a desaparecer, cuanto antes mejor; y que sea factor de aglutinación para la resistencia opositora interna. El “cómo” hacer eso, es el problema.
No hace falta que las encuestas nos confirmen el rechazo del país al actual régimen; lo sabemos por los resultados electorales pasados y por las protestas diarias por los más variados temas. Lo importante es como amalgamar todo ese malestar para que se produzca el resultado deseado y para ello lo primero, la decisión primigenia y fundamental es la de participar en los procesos electorales; que parece que es un objetivo ya logrado. Sea que se tome la posición de los que dicen que “siempre ha habido fraude” y por eso “no vale la pena participar en los procesos electorales”; o sea que, como afortunadamente ha ocurrido, se vaya a participar, el resultado es el mismo, somos la mayoría del país y por lo tanto, ya que vamos a participar, debemos prepararnos para ganar, lo que no es una tarea trivial ni exenta de enormes dificultades.
La unidad opositora en torno a la selección del candidato, por el método más democrático y de mayor consenso y aceptación posible, no es el único problema y ni siquiera el más importante. En otras ocasiones he mencionado que el éxito electoral se basa en un trio de factores que comprende: un candidato, un programa de gobierno y la narrativa para llevar adelante un mensaje. Los tres, candidato, programa y mensaje, son factores que deben cautivar y entusiasmar a una población hastiada de la política y sometida durante dos décadas a un intenso bombardeo en contra de la democracia y el valor del voto.
A ese respecto, lo que menos me preocupa es el tema de la “unidad”, pues no tengo la menor duda que al final los partidos, sus líderes, se pondrán de acuerdo para seleccionar, por algún método de primarias, como ya han dicho, un candidato unitario; y si no lo logran, tampoco importa, pues el pueblo “construirá” con su voto, esa opción unitaria, como lo ha hecho desde 1998, en contra de este régimen de oprobio; y desde mucho antes, durante el periodo democrático, que llegó a polarizarse entre dos opciones, AD y COPEI, con más del 91% de los votos.
En síntesis, desde luego necesitamos ese candidato unitario, que damos por supuesto, pero además necesitamos que se diseñe una campaña proselitista opositora, que recorra el país con una estrategia apoyada en propuestas sólidas para resolver los problemas que nos aquejan, con un discurso, una narrativa, que motive a la población y un programa de consenso a desarrollar como gobierno; todo ello debe ser el producto de una alianza política y social mucho más amplia que la que pueden y deben aportar los partidos −exhaustos como están y sobrepasados por las expectativas populares−, para ejecutar las transformaciones necesarias. Soslayado el tema de la “unidad”, partiendo de la base que programas y planes tenemos suficientes, nos queda el mensaje, la narrativa, a lo que me referiré en otra oportunidad; por tanto, me concentraré hoy en otros problemas, igualmente reales.
Los problemas reales.
Dos son las tareas primordiales, elementos fundamentales de todo lo demás; una, lo ya dicho, llegar cuanto antes a un proceso de negociación, que ponga al régimen nuevamente en el centro de la atención internacional y a la oposición democrática como la referencia de cambio; y dos, aunque son muchas las tareas pendientes para fortalecer a la oposición, no podemos obviar la importancia de prepararnos para la actividad inmediata, ineludible, que tenemos a la vuelta de la esquina, que son unas elecciones presidenciales, que inexorablemente se llevarán a cabo, si no hay cambios, en el 2024, pero que sabemos que el régimen que controla todos los poderes y la FFAA, las puede mover, atrasar o adelantar, a su conveniencia. Por eso, estar preparados es urgente.
En ese sentido, tarea inmediata es enfrentar el tema electoral, para ganar −que es el objetivo− y eso implica encarar algunos de los problemas prácticos, reales, como son:
– Uno, como enfrentar, romper y captar una parte de esa masa indiferente, de más del 30% del país, que desde 1998 no se acerca a los centros electorales, no importa quien sea el candidato o cómo haya sido seleccionado ni de qué proceso electoral se trate. Esa masa indiferente de la política, probablemente con algunas razones válidas, se constituye en un peso muerto del cual debemos rescatar algo. Clave aquí es el mensaje, la narrativa, que ya dije que será tema para otro día.
– Dos, como recobramos ese 20%, 25%, o más, de abstención electoral, adicional, que se sumó a la política abstencionista en los últimos procesos electorales, desde 2017, y que, al no tener una política consciente, simplemente se confunde con la masa indiferente abstencionista, sin propósito, ni fin, como no sea el hastío.
– Tres −y aquí me extiendo algo− cómo rescatamos el mayor caudal posible de esos casi tres millones y medio de votos que están en el exterior; cuánto de esa fuerza dispersa podremos lograr que cambie de domicilio en el Registro Electoral (RE) y vote. Y esa no es una dificultad menor, sobre cuyas opciones debemos tener claridad, pues sin duda será uno de los temas arduos de cualquier negociación con el régimen, que sabe que ese caudal de votos está en su contra y ya algunos de sus voceros han declarado al respecto, como por ejemplo una magistrada del TSJ que ha dicho que: “…el voto no forma parte del estatuto personal del individuo y por tanto no es obligatorio garantizarlo fuera del país…no siendo obligatorio el voto, sino facultativo ¿por qué hay que facilitarlo en el exterior?” (Carmen Zuleta de Merchan, Twitter, 31/05/2022). Actualmente hay solo 108 mil inscritos para votar en el exterior, que con las normas actuales no tienen prácticamente donde hacerlo, pues la mayoría de los consulados en España, Colombia y EEUU, además de otros países suramericanos, están cerrados y no hay interés en reabrirlos, para que los emigrantes se puedan inscribir en el RE y mucho menos para votar. Lograr eso, lograr el presupuesto y la voluntad para hacerlo, será una de las partes más arduas de la negociación con el régimen y al respecto, no debemos tener muchas esperanzas. Necesario es, entonces, romper el paradigma del voto presencial en el exterior, que los votantes allá lo hagan en las mismas condiciones que el votante que está en Venezuela; preciso es luchar por lograr el voto electrónico, a distancia, o como se quiera llamar, como he planteado en otra oportunidad. (Ver: Voto en el Exterior, https://bit.ly/3kQlRK2) y que no es una tarea fácil pues implica modificar leyes, reglamentos, disponer de presupuesto para instalar centros y mesas de votación, etc. lo que supone, obviamente, un acuerdo político con el régimen. El voto en el exterior hay que afrontarlo con una idea en mente: cualquier número de inscritos por encima de 108 mil, será ganancia para la oposición.
– Cuatro, cómo captar la mayoría del millón y medio, o más, de venezolanos que están en Venezuela, en edad de votar y que no se han podido inscribir en el RE; cómo lograremos que se incorporen al RE, antes del 2024. Esa es una tarea más a la mano y más factible de lograr, con organización y presión interna.
– Cinco, cómo fortalecemos esos partidos que han sido despojados por el régimen de sus nombres, colores, sedes, directivas y líderes y han sido entregados a grupos usurpadores, que han aceptado ese ignominioso papel; cómo hacer para contribuir a ese rescate y, por supuesto, para que se incorporen activamente a apoyar en la campaña electoral.
– Seis, cómo nos organizamos para cubrir el ciento por ciento de las mesas y quedarnos hasta el final de las auditorias, para evitar que se roben los votos, los falseen o no los cuenten, en aquellos centros que en el pasado no logramos cubrir.
– Siete, cómo nos organizamos para defender los resultados y que haremos en el caso que no los quieran reconocer.
Los anteriores “cómo” son algunos de los problemas reales que hay que encarar, que desde luego no son para que los ventilemos por redes sociales, pero sí debemos esperar que se van a considerar a fondo en los apropiados niveles políticos.
Conclusión.
Como ya dije, no son las anteriores las únicas tareas a desarrollar para fortalecer a la oposición, pero son de las que de manera inmediata nos debemos ocupar para llegar a un proceso electoral presidencial en mejores condiciones que en el pasado, para obtener una victoria en el mismo. ¿Nos garantiza eso que el régimen reconocerá el triunfo y entregará el poder? Si somos sinceros, no lo sabemos pues nunca los hemos derrotado en una elección presidencial. No es lo mismo arrebatar o desconocer un concejal, una alcaldía, una gobernación, incluso la Asamblea Nacional, que arrebatar una elección presidencial en donde se juega el centro del poder. Pero en todo caso, ese es el esfuerzo a realizar, una vez que se ha decidido participar en el proceso electoral y asumiendo, como todos lo hacemos −incluidos los que adversan la participación electoral− que contamos con que la mayoría del país quiere un cambio político.
Reitero y concluyo entonces, dos son las tareas fundamentales: una, llegar cuanto antes a un proceso de negociación, que nos fortalezca interna e internacionalmente; y dos, prepararnos para la actividad inmediata, ineludible, inexorable, de ganar las elecciones presidenciales en 2024.