Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Tal pareciera que en el seno mismo de la oposición, ya bastante aporreada por desconexión con la energía popular y con una unidad siempre agrietada, se le quiere sumar un nuevo trauma en esta hora pico de la tragedia nacional. Hora que suma el desastre ilimitado de un cáncer llamado chavismo a la convulsión planetaria de un enviado del genio maligno que acompaña la especie, el coronavirus, particularmente cruel. Se diría que sometido a fuerzas tan incontrolables, la devastación de las bestias y un milimétrico destructor invisible, estuviésemos al borde del abismo, como nunca lo estuvimos antes. Si algo nos enseña la actual pandemia es que nada es estable en el mundo humano, ni los supuestos más sólidos, ni las certezas más cotidianas. Como el chavismo nos ha enseñado la vileza destructiva y rapaz del poder en manos del mal y la ignorancia.
Pero sin duda debemos enfrentar ambas cosas, ahora con la inteligencia que brota de los límites, de la pulsión de sobrevivir. Y una primera premisa, perogrullesca como casi todas las premisas, es que la oposición debe estar unida, como nunca. Y, aclaro, no llamo oposición a esa titiritesca invención del gobierno que llaman la pequeña mesa. Ahora bien parece que se hubiesen diseñado dos modelos para enfrentar la temible coyuntura.
Lo más sintéticamente posible: para enfrentar el virus y otros males ante todo hay que salir de Maduro, incapaz él de hacerlo, por todo lo que ha destruido e incapaz de generar otra cosa que desgracias. Para ello hay un plan formulado por las altas esferas del poder estadounidense, con apoyo de Europa y el Grupo de Lima y unos cuantos más. Asumido por Guaidó y hasta donde se sabe por el Grupo de los Cuatro, el mayor concentrado opositor. Se le presiona a más no poder desde el exterior, para un pacto que lo excluye, en un momento en que el país se hunde cada vez más, ya no tenemos (¡Oh, dios padre petróleo!) ni gasolina y por ende capacidad de movimiento motorizado de personas, bienes y servicios. Estamos en cuarentena, por el virus, pero de no estarlo no podríamos sino movernos unas cuadras sin posibilidad de transportar otra cosa que nuestra humanidad y algún pequeño enser, por Maduro. De manera que no deja de ser bastante lógico el argumento, salvo un detalle, que no prevé, ni podía preverlo, ni cómo ni cuándo sacamos o se va Maduro. Yo diría que saldrá, claro, no hay mal perpetuo, en principio. Pero resulta que el asesino milimétrico está ahí, tocando a su puerta o, cuidado, a lo mejor ya está adentro, usted mismo se lo trajo del supermercado. Y si esta apuesta no sale, cuántas no han salido –apenas ayer Cúcuta o Altamira– en estos años negros, nos come el monstruo.
Otro sector amplio y con gente muy digna y probada ha planteado, con mucha sensatez, que hay que buscar una manera de unir al país solo en torno a crear organismos ad hoc para hacer frente al virus con fuerzas redobladas. Maduro manda en el país, pero Guaidó tiene un notable respaldo internacional, sobre todo gringo, de donde deberían venir los dineros e instrumentos que no tenemos para dar la batalla sanitaria. Y, sin duda, las mejores mentes nacionales podrían ser oídas para que no mueran tantos venezolanos desnutridos y sin instituciones que los defienda. Que yo sepa nadie decente supone o desea que esto se convierta en un apoyo o legitimación de la banda que nos gobierna. Si acaso posterga algunos objetivos propiamente políticos ante la amenazante realidad que tiene a la humanidad encerrada en sus casas, cosa única en la historia. Es absolutamente razonable, entre muchos ya yo lo había escrito en esta columna. Razonable y ético, humanista. El derecho a la vida es el primero.
Y que no compite con la proposición “sin Maduro”, ya que son incomparables porque se mueven en realidades distintas. Al contrario, y es lo que quiero agregar, pudiesen ser complementarias. Quién quita que el tipo de los 15 millones de dólares se pinte o lo pinten, ojalá. Y quién quita que obligar al gobierno a manejar un asunto con alguna sensatez y formalidad, ante la necesidad absoluta, pueda abrir alguna puerta de más que la de su oscuro inconsciente, el de su gente para ese diálogo que plantea la primera propuesta, que haría que Maduro y Guaidó se fueran y un gobierno de transición nos lleve a democráticas elecciones. Esto está muy enredado, por favor, no lo jodamos más. No en esta hora de muertes y laberintos inmanejables.
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