Por: Jean Maninat
Bien sea llegando a Comala a indagar por los suyos, o rondando por las habitaciones de un hotel perdido en una montaña como en The shining, los difuntos siempre regresan para perturbar con su presencia a los vivos. ¿Qué otra cosa se festeja el Día de Muertos en México, salvo su permanencia entre los vivientes? (Qué gran bálsamo animado fue Coco, entre tanta sandez fílmica de los últimos años).
En política pasa otro tanto; los dilemas cruciales se pueden enterrar bajo lodo movedizo, ocultarlos bajo la alfombra para que no incomoden el discurso, pero siempre regresan impenitentes a darnos una palmadita en el hombro por detrás y recordarnos que siguen allí: palpitantes. Fastidian con su impertinencia, como coleados en cualquier ágape, pero no desaparecen hasta tanto no son confrontados. (¿Elaborados?).
Resulta que han regresado -a través de las cuerdas vocales de gargantas extrañas pero concernidas- los desterrados, los innombrables de hace nada; vienen del más allá impuesto por la prisa de la voluntad incontinente y el sacrificio de la inteligencia política. Entendimiento, diálogo, compromiso real, salida democrática y electoral, resolución entre venezolanos del conflicto que nos devora, hacen fila para exigir respuestas impostergables. Son los emisarios de la mayoría de la Comunidad Internacional preocupada por la situación venezolana. Son, también, nuestros cadáveres vivientes.
Cada quien lleva su Guaidó en el bolsillo, su estampita particular, y esa es quizás su mayor fortaleza para congregar el ánimo de cambio que ha vuelto a resurgir, en gran parte gracias a él. Lo ha resuelto con astucia, y tropiezos, abriéndose paso más allá de la familia política en que inició su militancia.
Pero, los dilemas siguen allí buscando respuestas y no habrá mantra que los subyugue. El 1,2,3 como ruta inexorable nunca podrá fijarle prelaciones a la indomable dinámica de la política. Hoy parece estar claro que sólo empujar al régimen hacia una salida electoral -muy a su disgusto- es la vía para lograr un cambio democrático en el país.
Lo demás son trabalenguas del soldado Ryan, que sólo crean falsas expectativas y desarman el ánimo opositor, al restarle confianza en sus propias fuerzas y posibilidades de triunfo democrático.
Seguramente, estas, y otras precauciones generalizadas, habrán sido ya calibradas por quienes dirigen el nuevo envión de cambio. Son tan obvias, y tantas veces machacadas por otros con mejor y mayor tino, que mal se puede pretender que sean una novedad.
Lo que sería un gran acontecimiento, es zafarse definitivamente de las rutas dirigidas por el GPS condicionado por los clamores de los irredentos de la primera fila, siempre dispuestos a que todo colapse para que todo siga igual… hasta que ellos lleguen para culminar sus profecías autocumplidas.
Los muertos que vos matáis gozan de buena salud, y lo peor es que siempre regresan. Mejor atenderlos.
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