Por: Luis Ugalde
Un jesuita que vivió en Cuba me contó algo que me costaba creer: que un día Raúl Castro se presentó en la iglesia de Reina en el centro de La Habana y le manifestó que Lenín decía que los Ejercicios Espirituales de S. Ignacio eran el mejor método para formar revolucionarios. El jesuita le respondió que ese librito -insignificante por su tamaño y calidad literaria- no era secreto y le donó un ejemplar. Como esa historia me parecía increíble, pero sabía que el jesuita no me mentía, acudí a Google que me confirmó –como lo puede verificar usted lector– que eso o algo parecido dijo Lenín. Seguramente Vladimir Ilich nunca vio un jesuita, pero el mito sobre los ignacianos lo encandiló y luego él, sin pretenderlo, contribuyó a incrementarlo.
Cierto es que leer los Ejercicios Espirituales sirve de muy poco, pero hacerlos y ponerlos escuchando a Dios en retiro apartado y silencioso, y practicarlos transforma a las personas, como se ha comprobado durante cuatro siglos y medio, y las personas cambian el mundo. En 450 años el librito de los Ejercicios Espirituales ha tenido unas 4.000 reediciones en 25 lenguas con más de 4 millones de ejemplares. Hace 30 años se calculaba que cada año en el mundo por lo menos dos millones hacían los Ejercicios Espirituales y muchos más orientaban sus vidas con la transformación espiritual allí encendida.
Dios se comunica directamente
Ignacio experimentó esa comunicación directa que transforma la vida de quien se deja guiar por ella. Idea peligrosa en 1530, en tiempos de efervescencia espiritual con los “alumbrados” en España y del protestantismo en expansión por Europa. Por eso la Inquisición detuvo e interrogó a Ignacio que invitaba a esa experiencia espiritual a los compañeros en las universidades de Alcalá, Salamanca, París y luego en Italia. Pero no le encontraron nada herético y él exigió que le dieran sentencia absolutoria. Esa vivencia espiritual que transformó su vida lo llevó a comunicarla y para ello escribió unas breves indicaciones (anotaciones llama él) a quienes dirijan los Ejercicios; les dice que no traten de convencer con sus ideas al que hace los Ejercicios, sino que dejen que el Creador y la criatura se comuniquen directamente.
Advierte también que el sentido y la fuerza de la vida están en los afectos y por eso “no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y gustar las cosas internamente”. Ahí en ese diálogo interior silencioso y afectuoso el “ejercitante” avanza en el conocimiento de si mismo, descubriendo los autoengaños y las mociones espirituales e Ignacio le invita a contemplar la vida de Jesús pidiendo “conocimiento interno para que más le ame y le siga”. Descubre también que el mal espíritu invita a poner como motor central de la vida la acumulación del poder y de la riqueza convirtiéndolos en dioses que aplastan a los demás y destruyen la humanidad. Solamente un Dios mayor que es Amor comunica la fuerza interior para domar el poder y los bienes y convertirlos en medios para una vida humana compartida.
En todo amar y servir
Las meditaciones de los Ejercicios se coronan con la última que Ignacio llama “Contemplación para alcanzar amor”. Allí el Santo nos invita a contemplar todo el amor recibido de Dios en nuestra vida de diversos modos y mediaciones, para que con ese conocimiento de tanto bien recibido yo pueda “en todo amar y servir a su divina majestad”. Ahí cada persona descubre afectivamente su verdadera identidad humano-divina y desde el inmenso amor recibido es capaz de convertir en medios de humanización y de vida, los saberes, los poderes y los haberes de este mundo, con todo el potencial transformador.
Cuando llegaron a Venezuela los tan temidos y prohibidos jesuitas traían la misión central de los Ejercicios Espirituales y desde entonces cientos de miles de venezolanos (hombres, mujeres, laicos y religiosas/os) han hecho (no leído, ni solo pensado…) los Ejercicio Espirituales que son para alcanzar la libertad de hijos de Dios y actuar con su fuerza liberadora en todos los ámbitos. Los Ejercicios Espirituales son un camino interior para la libertad e impulsan a la acción humana liberada por el Amor.
Los jesuitas en Venezuela desde el primer momento empezaron a dirigir los Ejercicios Espirituales aprovechando los espacios disponibles. Luego, poco a poco fueron construyendo especiales casas de Ejercicios Espirituales en Mérida, Maracaibo, Caracas-Los Teques, Cubiro, Ciudad Guayana… difundiendo el método ignaciano de oración.
Los Ejercicios Espirituales cambian la vida, pero no como pudo imaginarse Lenín con disciplina impositiva, sino como el sorprendente hallazgo del “tesoro escondido” que en palabras de Jesús de Nazaret, es el amor gratuito de Dios y su fuerza para transformar a las personas y al mundo.