Latino – Jean Maninat

Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Mamá yo quiero saber

De dónde son los latinos…

 

Mire que puede haber nacido usted en Cholula, Puebla, en México, para más detalle, y el zarape de la latinidad lo cubrirá integrándolo a un sistema de supuestos rasgos identitarios comunes, que lo emparentan con el compadrito porteño posmoderno que baila Milonga en cualquier esquina de San Telmo, allá en Buenos Aires, la ciudad que una vez fue de Borges. La licencia es extensible, y puede colegiar a la ya casi icónica representante latina such and such de la  Cámara de Representantes de los Estados Unidos, independientemente de que los huracanados aires antillanos que le corren en las venas se le congelen con la ayuda de los vientos del norte y el español se le escurra presuroso. Pero, sí, todos pertenecen -incluso usted- a esa especie llamada Latinos.

Tiene su abolengo, cierta hidalguía, como la del Latin Lover por excelencia, Porfirio Rubirosa, tan apegado al resplandor femenino de entonces y a la penumbra de la dictadura de Trujillo. O ese portento de simpatía deslenguada, Desi Arnaz, al servicio de su majestad Lucille Ball (Lucy), la rubia tonta más genial de la historia occidental. Y por supuesto, Valentino, enfundado en disfraces de época que poco tenían de latin y menos de lover.  ¿Y… el Zorro?

Lo latino, ha dejado de ser una categoría antropológica posmoderna  liviana y acomodaticia, para representar una considerable fuerza económica y social que asciende desde todo el sur del continente americano, impregnando a su paso no solo las estructuras lingüísticas, culturales y sociales, sino también -no sin cierta pirotecnia comunicacional- la política alternativa y progre. Es además la base de una poderosa industria y vitrina de la reciedumbre de la sociedad norteamericana, en medio de sus traspiés y eventuales despistes.

En el melting pot latino se cuecen las novelas en Spanglish de Junot Díaz, el Hamilton de Lin-Manuel Miranda, y la invasión imparable del Reggaeton que ya cambió la forma de hacer música popular para desmayo de los puristas – salvaguardas de sabrá Dios qué pureza- siempre a disgusto con cualquier interferencia en su zona de confort. Valdría la pena unos segundos de escucha, de desprejuiciar el oído, despejar la mirada, e intentar “entender” lo que a millones de jóvenes se les da tan fácil en la mollera. Es una vieja historia de agónica resistencia al cambio, desde el Blues, Elvis, los Beatles y los Stones.

Llevaremos el sambenito del Latino a cuestas, celebraremos sus logros, su empuje desparpajado, la increíble gesta de sus servidores de la salud durante la pandemia, la discreta labor de sus investigadores científicos, la energía musical liberadora de In the Heights, y mis amigos que saben de eso, uno que otro cuadrangular del que no tengo el  recuerdo. Latinos…

 

 

 

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