Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
La unidad no es un fetiche al que se adora y rinde culto, es algo vivo y no significa uniformidad; la oposición tampoco debe unirse simplemente para satisfacer los gustos, la incomprensión o la ignorancia de lo que sin duda es muy importante, pero que no deja de ser una entelequia, la llamada “comunidad internacional”.
No se puede pretender que la oposición democrática, compuesta por social demócratas, demócrata cristianos, socialistas, liberales, conservadores, ciudadanos organizados e independientes, sindicalistas, empresarios, olviden sus ideologías, intereses y diferencias naturales y presenten una organización única al país. Precisamente durante estos últimos veinte años por lo que hemos luchado es por la libertad, contra los intentos totalitarios y socialistas trasnochados del actual régimen y sus pretensiones hegemónicas. Contra sus intentos de someter a todos al mismo patrón y contra sus intentos de dominar todos los poderes públicos y eliminar el natural y democrático balance entre ellos.
Es claro –o debería serlo– que todos los sectores opositores del país persiguen el mismo objetivo: la imperiosa necesidad de salir cuanto antes de este oprobioso régimen, que ha llevado al país a la ruina y la peor miseria de toda su historia. Pero, como ya he dicho (https://ismaelperezvigil.wordpress.com/2019/09/21/la-firma-del-16-9/) “…la oposición hace tiempo que está dividida en varios sectores y dependiendo del tema del que se elija hablar, se manifestará esa división con más o menos virulencia”. Por ejemplo, si tomamos un tema que está sobre la mesa, el electoral, como vía para salir de la dictadura, nos vamos a encontrar, al menos, cinco sectores diferentes en la oposición política venezolana; veamos rápidamente cuales son esos sectores:
Todos esos sectores conviven en un hervidero y no hay tema ni ángulo de discusión que escape a la opinión de cualquiera de ellos. Es algo extraño, no ortodoxo, para la forma habitual de hacer discusión política y de contribuir al proceso de toma de decisiones, pero representa un signo importante de los tiempos que vivimos, tiempos de redes sociales y de incursión activa de la sociedad civil en política. De lo que debe cuidarse la oposición es que la vehemencia y la falta de temor o de “respeto” al régimen, les haga caer ingenuamente en trampas, que los distraigan en escaramuzas entre ellos y dejen de lado los aspectos relevantes.
Desde luego, a nadie se le ocurre pensar que una decisión final de estrategia será tomada en esas discusiones, como si se tratara de una asamblea permanente y abierta, la mítica “calle” tomando decisiones políticas. A los ciudadanos no nos debe importar donde se tome la decisión final, lo que nos debe importar es que se esté discutiendo, que se consideren nuestras opiniones como un aporte sustantivo para quienes deban tomar la decisión y que estos lo hagan en la tranquilidad que les permita considerar todas las opciones y sopesar la que tiene mayor consenso. Lo que importa es que nadie se sustraiga de este ambiente de reflexión y que nadie deje de “registrar”, de tomar en cuenta, cual es el consenso que se va imponiendo y que va susurrando o gritando su sabiduría a los actores políticos
La oposición venezolana durante estos últimos cuarenta años se ha enfrentado a las consecuencias de veinte años anteriores al régimen actual, de predica inmisericorde en contra de los políticos, los partidos y las instituciones democráticas y a dos presidentes –durante el régimen actual– que durante otros veinte años dispusieron de los recursos del Estado y concentraron el poder político más grande que ningún presidente electo democráticamente haya tenido en Venezuela y lo dedicaron a la destrucción de la democracia.
La vilipendiada oposición democrática, sobreponiéndose a los errores cometidos en los primeros años de este régimen depredador, ha logrado victorias y acuerdos importantes de los cuales el país ha sido testigo, especialmente el de la necesidad de salir de esta crisis por mecanismos constitucionales, aun respetando una Constitución hecha a la medida del régimen, con la que no estuvimos de acuerdo, a la que nos opusimos y que el régimen fue el primero en violar.
Hugo Chávez Frías fue electo en un proceso electoral, desarrollado por una democracia que él no ayudó a construir, sino que intentó destruir, primero como conspirador y golpista en 1992 y luego como presidente en ejercicio desde 1999 hasta 2013; su sucesor –designado primero y usurpador actual– ha continuado esa tarea depredadora. Hoy pretenden un segundo aire, amparados en el chantaje de la “falta de unidad”, de la “falta de propuestas” o “la falta de líderes” por parte de la oposición.
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