Las élites perdidas – Gustavo Veslásquez

Las élites perdidas - Gustavo Veslásquez
Cortesía: AFP

Publicado en: El Estímulo

Por: Gustavo Veslásquez

Gustavo Veslásquez

Nunca dejaremos de preguntarnos por qué Venezuela perdió el rumbo cuando en la ruta de su “proyecto nacional”, orientado por un claro sentido de progreso democrático, social y económico, de repente despertamos de una borrachera de bonanza, en medio de un país poseído por el autoritarismo de otras épocas que creíamos ya superadas.

Las élites perdidas - Gustavo Veslásquez
Cortesía: AFP

No hay una sola respuesta a esta pregunta, pero descubrirlas es inútil si no aprendemos de esas experiencias por la que tal vez teníamos que pasar. Tenemos que mirarnos todos frente a ese espejo de fealdades y poder lavar esas manchas de nuestra conducta social y ciudadana y, con las lecciones aprendidas, poder retomar el camino de lo que significa soñar un país democrático y solidario para construirlo a diario.

En esa lucha por rescatar a Venezuela estamos la mayoría de los venezolanos. Necesitamos cambiar para expulsar del cuerpo y el alma de nuestra nación la parte oscura de nosotros como ciudadanos y como sociedad, cuya representación evidente está personificada en quienes ocupan el centro del poder.

Hoy estamos ante una masa social absolutamente castigada y más desorientada aún; la gente ya sabe que lo que le vendieron durante 20 años finalmente fue mucho más que una estafa política y social, pues la propuesta revolucionaria se convirtió en la mayor agresión a la vida que hayan sufrido los venezolanos en toda su historia.

Quienes hacen a una nación son su gente y su historia. Pero, para bien o para mal, son sus élites, sus conductores, sus líderes en todos los ámbitos, quienes tiene la responsabilidad de conducirla y ningún grupo, especialmente los más poderosos y más pudientes puede asumirse como un simple espectador. Son esas élites: la académica, la económica, la política, la militar, la gremial, la religiosa, la laboral y la social, las que ante las necesidades y los sueños de la gente definen el rumbo de una nación.

Han sido pocos, pero determinantes para la construcción del “proyecto nacional” venezolano, los momentos en los que las élites venezolanas, con todos sus problemas, defectos y virtudes, se sentaron en la misma mesa a discutir el futuro del país y con audacia rompieron esquemas y definieron los rumbos que hasta aquí nos han traído, construyendo un gentilicio profundamente democrático y libertario, que cada día crece como ciudadanos responsables de su destino.

Hoy las élites, los líderes, los conductores de todos los sectores, no nos hemos tomado el difícil y complejo trabajo de sentarnos a discutir al país y a definir, partiendo de la historia de nuestras conquistas y errores, cómo vamos a seguir adelante con la construcción del “proyecto nacional” venezolano. La Asamblea Nacional en consulta con diversos sectores nos han presentado un plan para que el país enfrente y salga de la actual crisis que cada día amenaza el futuro de la nación y la vida de los venezolanos. El Plan País es un gran trabajo, necesario, urgente, previsivo e indispensable, es un plan de soluciones técnicas avaladas por los partidos, lo cual es un logro notable.

Sin embargo, desde mediados de los año 80 del siglo pasado, cuando se planteó a las élites del país la necesidad de reformar y transformar el Estado (lo que en sí conllevaba a renovar el pacto social, político y económico de la nación), lo que sucedió fue que cada quien, en su mayor o menor nivel de responsabilidad y conciencia, se hizo la vista gorda, mientras que al mismo tiempo una “ideología de reemplazo” tomaba por asalto la conciencia histórica y democrática de los venezolanos sin mayores resistencias, y aquí estamos hoy.

Salir de la actual crisis histórica implica que quienes se dicen líderes de los diferentes sectores de Venezuela asuman lo que otros hicieron en épocas difíciles, es decir, pensar, discutir, soñar y definir con audacia el rumbo que debemos seguir. No existe hoy por parte de ningún partido político, de ningún gremio empresarial ni profesional, de ningún centro académico o de los sectores laborales ningún planteamiento que defina o que le pinte a los venezolanos y ante el mundo cuál es esa Venezuela del futuro. Ninguno está contando cómo debe verse nuestro futuro luego de que salgamos de este accidente histórico en el que todos caímos y del que nadie se salvó.

Hay un gentilicio que ama la democracia y la libertad que debe movilizarse y hacerse responsable de su destino; pero el reto y el clamor del que no podemos escapar es que quienes tienen responsabilidades de conducción en los diferentes sectores democráticos empresariales, profesionales, políticos y sociales nos sentemos con amplitud y tolerancia a definir el futuro de Venezuela y su democracia y dibujemos ese país y ese ciudadano que queremos y debemos ser. El día en que volvamos a definir eso entre los responsables de la conducción de la Venezuela de hoy, más allá de sus egos o intereses personales, habremos retomado el rumbo y el horror del sistema que nos atrapa llegará a su fin.

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