Publicado en: Polítika UCAB
Por: Trino Márquez
Venezuela no se ha arreglado y se encuentra muy lejos de lograrlo. Lo más probable es que mientras Nicolás Maduro y su séquito se encuentren en Miraflores, esa meta jamás se alcancé. El mandatario y su entorno están dominados por la improvisación, la falta de profesionalismo en el manejo de la Administración Pública y la corrupción. Carecen de una visión integral del país. Su mirada se limita a impulsar esta o aquella actividad, concretar con algunos sectores, pero les falta conectarse con la nación en su conjunto. Poseen una concepción cuartelaria del Gobierno. Se debaten entre el dogmatismo estatista y la apertura tímida y caótica de algunas pocas actividades comerciales e industriales.
Las deficiencias persisten en todos los terrenos. La Canasta Básica y la Canasta Alimentaria se desprendieron desde hace años del sueldo básico y del sueldo promedio de los trabajadores. El costo de la Canasta Básica está por encima de 480 dólares mensuales. El de la Alimentaria, alrededor de 250. El sueldo medio anda por los 150 dólares al mes. Los déficits en electricidad, agua, gas doméstico, transporte público y conectividad a internet son muy elevados. En cada uno de esos rubros las carencias afectan a más de 50% de la población. La educación y la salud pública se hallan en situación de colapso.
A pesar de este panorama tan deteriorado que afecta a la inmensa mayoría de los venezolanos, solo un pequeño segmento se organiza para protestar. Una especie de resignación se ha apoderado de los ciudadanos. Al menos esa es la impresión dominante en vastos sectores. Los venezolanos no le encuentran sentido a agruparse para exigir de forma colectiva cambios en las políticas públicas. Aunque en Venezuela se han registrado miles de pequeñas protestas durante los dos últimos años –según lo documenta el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS)- la resignación pareciera haberse adueñado del sentimiento de la gente. Esas minúsculas revueltas carecen de eficacia porque no logran generar cambios significativos en la conducción del gobierno.
En la actualidad, el movimiento social y el rechazo al régimen político están mediatizados porque han languidecido los organismos capaces de potenciar el enorme rechazo que existe entre los habitantes contra el Gobierno de Maduro. El régimen instalado en 1999 diseñó una estrategia dirigida a acabar con los principales instrumentos organizativos de la población: los partidos políticos, las asociaciones, los gremios, sindicatos y federaciones estudiantiles autónomos. Del ataque inicial a todas estas agrupaciones independientes, pasó a intentar sustituirlas por organizaciones muy gubernamentales, plegadas de manera incondicional al gobierno central. Al mismo tiempo, agredió de forma sostenida a los medios de comunicación privados, que servían para informar acerca del malestar ciudadano y amplificar la protesta social.
Desde hace algunos años, varios gremios, entre ellos las enfermeras, los trabajadores de Guayana, los maestros y profesores de la educación básica, secundaria y universitaria, los jubilados de la Cantv, para solo mencionar unos pocos, se han movilizado exigiendo mejoras salariales, respeto a la libertad de organización y del derecho a la contratación colectiva, entre otras demandas, sin duda justas. El más reciente episodio de esa confrontación incipiente, pero fundamental, ha sido la denuncia y enfrentamiento contra el más reciente reglamento de la Oficina Nacional de Presupuesto (Onapre), adefesio que pretende achatar los sueldos en la Administración Pública, reducir al mínimo los incentivos económicos de los trabajadores y, en la práctica, eliminar la contratación colectiva de los empleados públicos. Toda una amenaza contra la profesionalización, formación y retención de los mejores recursos humanos.
El despertar progresivo de los trabajadores ha estado acompañado por el intenso activismo de varias organizaciones políticas que, en medio del cuadro tan adverso que las rodea, han logrado sobrevivir. Destaca la labor de Bandera Roja y del Partido Comunista, pequeñas agrupaciones de izquierda que han venido acompañando y dirigiendo a los trabajadores en las jornadas de protesta. Esta consecuencia ha tenido un costo elevado: el régimen se ha ensañado contra ellas. Algunos de sus dirigentes han sido perseguidos y encarcelados. El Gobierno no permite que se teja un nexo profundo entre los dirigentes políticos y los ciudadanos que sufren la desidia del régimen. Considera que esos líderes pueden ampliar el panorama de la gente para que luchen tanto por reivindicaciones inmediatas como por objetivos más trascendentes relacionados con la recuperación de la democracia, el Estado de derecho y los demás valores presentes en una sociedad libre.
Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción Democrática y otras organizaciones ubicadas claramente en el campo de la democracia representativa liberal, deberían seguir el ejemplo de BR y el PCV: la única manera de lograr que los venezolanos salgan del marasmo, se ocupen de los problemas colectivos, actúen en defensa de sus propios intereses e impulsen cambios trascendentales, es que existan partidos y organizaciones políticas y sociales metidas en la piel de la gente, capaces de motorizar los cambios. Esta relación con los ciudadanos entraña riesgos ineludibles, pero gratificantes.