Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
La semana pasada inicié esta reflexión analizando el tema de la negociación del fin de la dictadura y la transición a una democracia y caractericé algunos de los actores, particularmente los ligados con la dictadura. Prosigo ahora con los obstáculos que creo que se confrontarán en Venezuela en cualquier proceso de negociación política.
El primer obstáculo para cualquier negociación lo constituye la debilidad de la unidad opositora por la multiplicidad de grupos, la gran dispersión y visiones diferentes acerca de cómo superar la crisis que vivimos. Comenzando por aquellos cuyos “principios” les impiden negociar con delincuentes hasta con los que tengan secuestrados a sus familiares; a algunos de éstos ni siquiera se les puede mencionar el término negociación porque la rechazan de inmediato y aunque ese grupo es muy pequeño, algunos son muy beligerantes, desmoralizantes y ruidosos. Pero el problema más grave de la falta de unión se refiere a qué la oposición la conforman: numerosos grupos no gubernamentales, muy dispersos y atomizados, de pocos miembros; grupos gremiales, de docentes y de profesionales, que han perdido algo de la beligerancia y representatividad que tuvieron años atrás, probablemente porque la emigración de muchos de sus integrantes los ha debilitado; grupos empresariales de diversa índole, diezmados, poco organizados desde el punto de vista político y con poca experiencia de actividad en ese ámbito; grupos sindicales, de escasa representación y que han sido muy golpeados, perseguidos y disueltos en estos 20 años; numerosas organizaciones o partidos políticos, de diferentes ideologías y prácticamente exterminados por el régimen, inhabilitados políticamente, sus dirigentes perseguidos, encarcelados y en el exilio y con pocos recursos para actuar; grupos y organizaciones estudiantiles, donde los universitarios son los más movilizados y activos contra la dictadura, pero los de educación técnica y media apenas se sienten; seguidores de diversas confesiones religiosas e iglesias y un sin número más de grupos de la llamada sociedad civil y que todos pretenden una cuota de poder y peso en las decisiones.
Resulta paradójico que partidos políticos, sindicatos, asociaciones de productores, agricultores, ganaderos e industriales, gremios docentes y profesionales, universidades, medios de comunicación, organizaciones diversas de la sociedad civil, incluso iglesias, que constituyen casi un 80% o más del país, rechazan a la dictadura y quieren una salida de esta situación política en la que mal vivimos y sin embargo ningún grupo organizado, partido político o líder, opositor, logra aglomerar una representación o una popularidad individual mayor al 10%. La organización de la oposición para enfrentarse y luchar contra la dictadura resulta así ser débil y muy escasa.
Creo que hemos llegado al convencimiento de que no basta realizar grandes manifestaciones, grandes movilizaciones populares, sino que es necesario llegar a un proceso mucho más amplio de organización popular, pero es una tarea que no ha resultado fácil. Recientemente el presidente Juan Guaidó ha comenzado a organizar los llamados Comités de Ayuda y Libertad a partir de los Voluntarios por Venezuela, tanto en el país como en el exterior, que es una buena iniciativa, pues parte de organizar a la población en sus lugares de trabajo o vivienda, sin sacarlos artificialmente del contexto en el que desempeñan sus actividades; pero no se debe caer en la desviación de organizar “gerencialmente” a la oposición; esto no basta, hay que darle a esta organización, además de tareas y citarlos a marchas y eventos, un contenido ideológico, una finalidad, motivos, metas, aspiraciones, donde la gente se sienta expresada e identificada con una causa, posible, alcanzable. Amalgamar toda esa posible fuerza es un reto para poder conducirla a cualquier proceso negociador.
Otro obstáculo importante es la presencia de diversos actores internacionales; y no me refiero a los que nos apoyan y que sin embargo no tienen una posición unánime acerca de cuál es la mejor manera de hacerlo; me refiero como obstáculo — y ya los hemos visto actuar—- a los que apoyan a la dictadura: Cuba, principalmente, cuyo destino propio depende en buena medida del suministro petrolero y de dólares en efectivo que obtiene en Venezuela y que hará lo que crea necesario por mantener esa fuente de subsistencia; pero también Rusia y China, que tienen importantes intereses económicos en el país, sin hablar de los geopolíticos, como es el caso de Rusia; y otros menores, menos determinantes, pero que tienen su peso específico en ciertas áreas y actividades económicas en donde tienen importantes intereses, como Turquía, Irán, India, Sud África, etc.; en menor grado, pero también con intereses ideológicos y políticos específicos: Bolivia, Nicaragua, Uruguay y recientemente México y por último la corte de países caribeños, cultivados en una relación clientelar con petróleo regalado o barato del cual depende en gran medida su estabilidad económica.
Todos estos países dan aliento a la dictadura, ayudan en la práctica a sostenerla y serán un serio obstáculo para cualquier proceso de acuerdo, aun cuando digan lo contrario, pues querrán participar o presionaran en el proceso negociador para que prevalezcan sus intereses económicos, comerciales, ideológicos o políticos, antes que los intereses del pueblo venezolano de librarse de una cruenta dictadura.
Pero el mayor obstáculo para cualquier negociación lo constituye la dispersión o fragmentación del sector que apoya a la dictadura, aun cuando su división interna no sea muy clara, muy patente, ya que aparentemente forman una unidad monolítica, o se ven obligados a formarla bajo diversas amenazas. No hay duda que algunos sectores civiles y militares –y fundamentalmente entre los llamados “enchufados”– estarán dispuestos a alguna negociación que les permita su supervivencia; algunos para que se les garantice que podrán seguir actuando políticamente, a otros que podrán seguir con sus negocios y actividades económicas en el país o disfrutar de la fortuna que acaudalaron en estos 20 años; y otros, los más comprometidos políticamente con el régimen, para que se les garantice algún tipo de inmunidad, a cambio de dejar el gobierno, que les permita exiliarse con algún tipo de seguridad en algún país occidental.
Pero a ese deseo de la negociación de un acuerdo, que les permita una salida, se opondrán aquellos que son o pueden ser reos de delitos de corrupción o que han cometido delitos contra los derechos humanos o de lesa humanidad o los que están vinculados al narcotráfico nacional e internacional, o a actividades terroristas; a éstos seguramente no les será fácil obtener algún tipo de inmunidad en un proceso de negociación y por eso serán los principales opositores a una negociación que busque una salida para una transición, un regreso a la democracia. Su mejor opción es seguir en el poder e incluso eliminar todo tipo de resistencia. Además, es obvio que cualquier negociación que se intente contará con la resistencia de los radicales de ambos grupos –del régimen y de la oposición– y con la de aquellos que no tienen futuro, que no tienen perspectivas en un país democrático, donde impere el orden y la justicia y donde su mejor apuesta es la impunidad y por eso serán el obstáculo principal de cualquier negociación y no olvidemos que, en ese grupo del lado del régimen, o en buena parte de él, está el sustento armado de la dictadura.
No obstante, no hay posibilidad de regreso; el país no volverá a ser igual tras la usurpación, este es un país en quiebra y corroído hasta sus cimientos y esa es la mejor razón de lucha por el cese de la misma, un gobierno de transición y unas elecciones libres, lucha que debe continuar y continuará sin descanso, a pesar de las aparentes dificultades y contra vientos.
Lea también: “La negociación (1/2)“, de Ismael Pérez Vigil