La manzana de la discordia – Carlos Raúl Hernández

La manzana de la discordia - Carlos Raúl Hernández
Cortesía: El Universal

Publicado en: El Universal

Por: Carlos Raúl Hernández

Carlos Raúl

¿Qué sería la historia sin el pecado original? Está en la raíz todo lo ocurrido en los últimos tres mil quinientos años. Imperios y naciones surgieron, guerrearon, crecieron y sucumbieron bajo el signo cultural del primer pecado, que marca a los pueblos del libro en el desierto, o por su antítesis y síntesis posterior, Jesucristo, quien vino a la tierra a redimirlo. La paradoja es que no se sabe muy precisamente en qué consistió, y el debate, al parecer, no ha llegado a algún consenso. Puede haber dudas sobre si eran uno o dos los prohibidos porque se habla del árbol de la ciencia del bien y el mal y también del de la vida y no está claro que sean el mismo. 

La manzana de la discordia - Carlos Raúl Hernández
Cortesía: El Universal

Se piensa que la falta fue que Adán y Eva tuvieron sexo, descartado porque obedecían a la voz de “creced y multiplicaos” desde el momento de su creación. Ambos estaban hechos para eso, macho y hembra, en tiempos que no existían la TV ni las redes, y haber violado la castidad como hipótesis es picaresca popular. Desde otro punto de vista, cuya máxima expresión es Miguel Ángel, el problema surgió porque Eva práctico sexo no reproductivo y hedonista, felático a Adán, como retrata en el audaz y escandalosa imagen del fresco en la Capilla Sixtina, provocación del maestro en su interminable pelea de amor-odio con el furioso Papa Julio II. 

El enredo crece porque se suele decir que el Demonio tentó a Eva incitándola a comer el fruto y dárselo a Adán, y si lo hacían “seréis como dioses”. Pero en esos tiempos bíblicos el demonio no existía y quien hacía maldades era una especie de sirviente de Jahvée, que obedecía sus órdenes y no guarda relación con el futuro Príncipe de las Tinieblas. Jamás se hubiera atrevido aquél mandadero intrigante a tomar una iniciativa así con el hombre, creación de la que el Señor estaba orgulloso, y no estuvo involucrado. 

Serpiente de dos patas

Así que la serpiente no era el Diablo sino simplemente una serpiente, solo que tenía patas. Por eso cuando descubre la conspiración, el Creador la condena a “arrastrarte sobre tu vientre”. Añadamos que se han conseguido evidencias de una especie desaparecida de serpientes con dos patas delanteras pues de no haber sido así, la maldición carecería de sentido porque ya se arrastraba. Tampoco en ninguna parte se dice que el fruto prohibido fuera o estuviera representado por una manzana y si de alguno con asociaciones eróticas se tratara, debería ser más bien la níspola o níspero que tiene fisonomía más apropiada para reclamar el honor. 

El pecado consistiría en que al comer el fruto prohibido habrían conocido el mal, y se rompe la inocencia de lo que Hegel llamó irónicamente “un jardín para animales”. Pero hay elementos contradictorios en la situación, porque Adán y Eva descubren el mal, no al morder la fruta prohibida, sino cuando se les hace saber que en el jardín donde los árboles son iguales, uno de ellos es el mal. Me recuerda la anécdota de chicas que se bañaban en el tanque de la terraza de un edificio, mientras unos hombres hacían reparaciones en el techo del contiguo. 

Enfrascados en su trabajo y con un sol para hacer parrilla, los trabajadores no se percataban de las bañistas en el otro edificio hasta que una gritó “¡señor, señor… que no miren para acá”! Es la prohibición la que contiene el mal, no la acción posterior. Dice San Pablo en agudos reparos sobre el pecado y la ley … “…pues nada sabría yo de la concupiscencia si la ley no hubiera dicho no seas concupiscente. Pero entonces el pecado tomó el mandato como causa y excitó en mí toda clase de apetitos, pues sin ley el pecado estaba muerto” (Tesalonienses

La ley crea el pecado

Las ya malas relaciones empeoran porque Caín asesina a Abel con lo que Dios decide destruir su obra, eliminar la estirpe. Solo la integridad de Noé salvó a la especie de la extinción precoz. Con Moisés el Decálogo renueva la alianza y da al hombre la capacidad y la obligación de castigar el crimen para que Dios se salga del drama humano ¿Será que el pecado fue la desobediencia? Tal vez, pero nacen ahí la libertad y la responsabilidad de los seres humanos, a cambio de haber perdido la inmortalidad en el Edén.

Ya no son unos niños venturosos y desocupados que jamás conocerían la muerte, sino que emprenden un camino de tomar decisiones, equivocarse y pagarlas o acertar, triunfar, y morir. Los hijos de Adán y Eva inventan la agricultura y la cría, se reproducen y pueblan el mundo, lo que hace a Dios exclamar: “¡Miren. Adán a llegado a ser como uno de nosotros!” y con eso redimensiona las palabras de la serpiente maldita. 

Hegel en sus mordaces notas sobre el Génesis, sugiere que Dios hizo a los humanos porque estaba fastidiado, para sustraerse del horror vacui que debía traer desde la eternidad sin hacer nada. Cerremos la Semana Santa con un simpático párrafo de Soren Kierkegaard que coincide con Hegel: “Dios estaba aburrido e hizo al hombre. Adán se aburría solo y crearon a Eva… luego se aburrieron Adán y Eva en común, más tarde se aburrieron con Caín y Abel en familia y luego los pueblos se aburrieron en masa. Para distraerse decidieron construir una torre que llegara hasta el cielo. Más tarde se dispersaron, hoy viajan por el mundo igual de aburridos”. 

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