Publicado en: Tal Cual
Por: Carolina Espada
Munín toda la vida se ha burlado de los entrevistadores que no están interesados en escuchar lo que el entrevistado tiene que decir; aquellos para quienes Su opinión Suya de Sí mismo de Su persona y Súper personal es lo que realmente cuenta.
Entrevistador: ¿Tú, como lingüista y miembro de la Academia de la Lengua, qué opinas sobre esta palabra nefasta que está tan de moda: “webinar”? A mí me suena a ridiculez y cursilería femenina, con el perdón de las damas. ¿Qué cuesta decir: “una conferencia virtual”? Además, si por lo menos lo estuvieran invitando uno a un “webinario”, que es como seminario y parece un sustantivo, pero lo invitan a un “webinar” que es igual a una invitación a un “compartir”. Otra mamarrachada. ¿Estás de acuerdo conmigo?
Entrevistado: Sí.
Munín también se burla despiadadamente de los entrevistadores que interrumpen al entrevistado en el momento cumbre y cambian el tema.
Entrevistador: ¿Siendo epidemiólogo tú crees que se puede prevenir el coronavirus?
Entrevistado: En estos momentos hay solo tres acciones que nos pueden proteger del covid-19. La primera es…
Entrevistador: Yo sé de tres casos, tres conocidos que murieron; muertes que nos sorprendieron, porque hasta que se enfermaron eran personas que gozaban de buena salud, porque nada como enfermarse para perder la salud.
Entrevistado: Lo que pasa es que hay personas particularmente vulnerables a esta enfermedad y que corren el riesgo de morir. ¿Quiénes son los que peligran ante el virus? En primer lugar están…
Entrevistador: ¿Tú sabes lo que es peligroso? ¡La gente que se pone a inventar y jura que está descubriendo la cura! Que si té de malojillo, miel, una cucharada de alcohol isopropílico, tres gotas de cloro, bachacos culones, ají picante y ralladura de limón. Y eso te lo tienes que tomar tibio, dos sorbos cada seis horas, mirando hacia el poniente. ¡Como para envenenar a alguien! ¿Qué me dices?
Entrevistado: ¿Realmente quieres que te lo diga?
Entrevistador: ¿Qué me digas qué?
Pero Munín se dejó de burlitas el día en que a ella le pidieron entrevistar a un pintor famoso, extravagante y temperamental. ¡La prueba de fuego de su pasantía en el periódico! ¿Estaba preparada? ¿Estaría a la altura de las circunstancias? El libro texto de Comunicación Social decía que “una entrevista es un fenómeno de comunicación interpersonal y un instrumento que permite obtener información con un fin en concreto.
No se trata de una conversación casual e improvisada. Entrevistar es una técnica especializada que requiere motivación y pericia, y puede mejorarse mediante la práctica continua”. Tema aprendido… ¿pero por qué se sentía tan insegura?
Su novio, un muchacho de oro recién graduado de médico, acudió al rescate y le prestó un librote como de tres kilos llamado el Nelson Textbook of Pediatrics. Le aseguró que le sería de utilidad, pues en semiología clínica se aprende a entrevistar y a analizar signos y síntomas; que en donde decía “pediatra” pusiera “entrevistador” y en lugar de “paciente”, “entrevistado”.
- Fijar la cita. Establecer un horario. Necesita de 30 a 40 minutos. Pediatra y paciente, entrevistador y entrevistado, deben ser puntuales. El tiempo de cada uno es valioso y se respeta.
- La privacidad es esencial. Encontrar un lugar cerrado y cómodo. Evitar las interrupciones y distracciones.
- Metas: ¿cuál es el propósito de esta entrevista?; ¿qué información estoy buscando?; ¿qué fin persigo una vez que obtenga dicha información?
- Hacer preguntas de “final abierto”. En vez de inquirir con voz de alarma y censura: “¡¿Pero usted no le estará dando a su bebé teteros de café negro y Coca-Cola!?”, debe interrogar: “¿Y qué toma el niño?”. Acto seguido, las preguntas de “seguimiento”: “¿Cuántas veces al día usted le da refresco con guarapo?; ¿No ha sospechado que esa es la razón por la cual su hijo no duerme y la está volviendo loca?”.
- Hay que tener muchísima información previa. Ante una madre atacada por el sarpullido azul de su recién nacido, el médico no puede ponerse a titubear: ¿será lechina, sarampión, viruela? El especialista debe decir con certeza: “Esto es tinta, seguro que el hermanito de tres años, rojito de celos, lo pintarrajeó”. De igual forma, el paciente-entrevistado no puede llegar a la consulta (a su entrevista) despistado como Caperucita, pues se lo “pueden comer mejor”.
- Como doctor en medicina (o como entrevistador profesional) debe intentar lucir plenamente interesado. Las palabras del otro son el oráculo de Delfos. No debe reírse (al menos que se lo permitan) y cero burlitas. Hubo una vez en que al entrevistado había que tratarlo de usted; eso se sigue aconsejando en periodismo.
- Tomar notas, pero sin dejar de observar a la persona que habla. Una lágrima furtiva, una sonrisa a medias o un gesto de impotencia no pueden pasar desapercibidos.
Munín se dijo: “Todo es cuestión de sentido común. Aunque no todos lo tienen” y se fue a entrevistar al pintor. Él la recibió en su estudio, recostado en su chaise longue de Le Corbusier. Vestía un tutú rosado sobre sus pantalones, tenía un collar balinés de dientes de tiburón y en la cabeza lucía una corona de muérdago con velitas encendidas. Sin pronunciar palabra le entregó un papelito. En letras doradas le había escrito: “Ayer enmudecí, porque era miércoles. Dejé de oír, porque estaba nublado. Entrevístame con mímica”.