Publicado en: Costa del Sol FM
Por: Paulina Gamus
Llegar a la vejez con buena memoria es el mejor regalo para agradecer a Dios -los creyentes- a los genes o simplemente a la buena suerte. Resulta que al comenzar este nuevo año en que se sumó uno más a los muchos míos, no sé por cuál extraña razón me vino a la mente la demolición del Hotel Majestic, ubicado frente al teatro Municipal de Caracas. El hecho ocurrió en 1949 cuando quien escribe apenas contaba doce años de edad. Nunca estuve en ese lujoso hotel, estoy segura de que tampoco mis padres ya que no estaban a la altura de sus tarifas. Fue el hotel al que llegaron Carlos Gardel y otros grandes artistas. El ministro Alberto Adriani, creador de la frase “sembrar el petróleo”, lo tenía como residencia. Allí muy joven comenzó como pianista Aldemaro Romero y trabajó como mesonero Aquiles Nazoa. Todo esto lo obtengo gracias a Google porque creo no haber siquiera pasado por el frente de ese legendario edificio coronado por un fabuloso ángel dorado. En una entrevista concedida a PRODAVINCI, nuestro querido y admirado Rodolfo Izaguirre dijo: “Para los caraqueños de mi generación, el ángel del Majestic era el final de la infancia. Ahí termina mi infancia, así como la infancia de una ciudad, la inocencia de una ciudad.
Esa joya arquitectónica vivió apenas diecinueve años: 1930-1949. Toda Caracas acudió llena de curiosidad, quizá algo masoquista, para ver como una inmensa bola de concreto golpeaba sin misericordia el estupendo edificio hasta convertirlo en escombros, y ver rodar destrozado aquel ángel.
Ahora que lo medito mejor creo que la imagen recurrente del Majestic demolido por la bola gigante se debe a que solo fueron diecinueve años los que vivió ese edificio. Diecinueve años después era escombros. Diecinueve años es el tiempo que le ha tomado al chavismo-madurismo demoler a Venezuela con la misma saña y precisión de la bola de concreto que acabó con el emblemático hotel capitalino. En realidad son veinte pero para 2019 era muy poco lo que quedaba en pie.
El recuento de lo destruido llevaría varios tomos porque no hay ciudad, pueblo, autopista, carretera o avenida que no muestre el paso implacable de dos décadas de corrupción, ineptitud y desidia. ¿Podría alguien haber imaginado hace veinte años que solo Caracas, y eso con suerte según la zona, tendría energía eléctrica? ¿Qué el Zulia, primer productor de petróleo, estaría sin servicio eléctrico hasta doce horas de cada día y sin gasolina? Pero ahora que decimos petróleo ¿quién habría supuesto siquiera en sus pesadillas nocturnas que Petróleos de Venezuela, nuestra brillante PDVSA, sería una empresita marginal después de ser saqueada por los corruptos más voraces y despiadados que haya conocido nuestra historia. ¿Y el agua? Ayyyy, el agua. El país entero sufre de sed, Caracas es una ciudad privilegiada en la que se hacen excavaciones en casas y edificios, buscando pozos que permitan paliar la carencia de ese líquido que dicen es vida y que en realidad lo es.
¿La industria nacional? Sobreviven quienes han tenido el valor para desafiar atropellos y abusos e toda índole. Mientras las empresas nacionales han ido a la ruina, han cerrado por imposibilidad de subsistir o se han mudado de país, consumismos productos importados de Brasil y otros países de América latina, pero más extravagantes aún, de Turquía y similares por remotos.
¿Puede haber algo tan doloroso como la destrucción del bolívar, nuestra moneda? Ese bolívar que llegó a cotizarse en las casas de cambio de todo el mundo, es poco menos que inservible. El gobierno seudo comunista y anti imperialista de Nicolás Maduro ha hecho del dólar norteamericano la moneda nacional.
¿Y la destrucción social? Más de cinco millones de venezolanos en el exilio forzados por el hambre y otros millones obligados a la mendicidad cuando esperan ansiosos que les llegue la cada vez más escuálida bolsa CLAP o alguno de los bonos inventados para el engaño y la sumisión.
Pasó 2019, año de esperanzas y expectativas que se esfumaron. Llegó 2020 y está en acción otra bola de concreto como la que destruyó al Majestic y como la virtual pero muy efectiva del chavomadurismo. Es la de la oposición que critica a la Asamblea Nacional en conjunto sin ver que frente a 17 diputados vendidos y traidores, hay otros 100 que han resistido el billetazo del millón de dólares y han soportado golpizas y persecuciones para cumplir con su deber. Es la oposición que se queja de que Maduro aun esté en el poder pero olvida a los dirigentes políticos y militares presos. A los diputados obligados a huir del país y a los partidos y dirigentes inhabilitados.
Es la Oposición que con su bola de concreto virtual se ensaña contra Juan Guaidó porque no ha cumplido con su objetivo de sacar a los usurpadores. Esa bola que ya ha destruido otros liderazgos opositores, desconoce el valor de ese joven legitimado por casi toda la comunidad internacional, el líder que ha logrado mayor apoyo interno y externo. Inteligente, valiente e íntegro. Nada ni nadie le ha hecho mayor favor a la dictadura de Maduro y su Cosa Nostra, que ese afán destructivo de cierta Oposición. 2020 es año de acontecimientos que pueden decidir si la dictadura continúa o recuperamos la libertad. Divididos, enfrentados, mirando más a la ambición personal que al interés colectivo, destruyendo liderazgos con acusaciones falsas ya sabemos lo que ocurrirá. Escombros como el Majestic y su ángel dorado en 1949.