Por los vientos que soplan, la dictadura cada vez más perfeccionada no tardará en anunciar la designación de un nuevo CNE -para eso estrena un Parlamento único y exclusivo- y, a buen seguro, la convocatoria de elecciones parlamentarias controladas por flamantes “autoridades”. Con un pueblo confinado y desanimado, nuestros líderes deben pensar el desafío que deben enfrentar aun pagando el precio de congeniar con los gedeonitas.
Publicado en: La Gran Aldea
Por: Elías Pino Iturrieta
Desde la esquina opositora a cada rato advertimos puntos de inflexión, pero después presenciamos cómo se las arreglan los actores para que no suceda mayor cosa. Así sentimos después del 30 de abril, por ejemplo, una trastada que podía conducir a un relevo en el timón de la oposición que no quedó ni en retoques. O después del regreso del presidente interino Juan Guaidó de su gira internacional, una apoteosis convertida en parto de los montes que condujo a una inexplicable inercia. O, recientemente, gracias a la “Operación Gedeón”, un disparate capaz de conducir a boches clavados que quedó en gestos de arrimadores. Pero este último dislate de bíblico bautizo puede producir mudanzas serias, aunue su motivo no dependa de la reacción del liderazgo de nuestra orilla sino de las maniobras de la dictadura.
Puede suceder que de nuevo esperemos un cambio de envergadura y todo se diluya en agua de borrajas, pero la arremetida de los usurpadores coloca a la oposición en un disparadero del cual solo puede desembarazarse con unos arrestos que parecen perdidos. El estrambótico debut de los gedeonitas ha obsequiado impulsos a la usurpación para que profundice unos planes de hegemonía que jamás ha abandonado, pero que ahora encuentran la oportunidad más calva del mundo para asentarse en cómodos cojines. Los bufos invasores le han puesto al usurpador en bandeja de plata la posibilidad de continuar un plan iniciado después de la caricatura de movimiento sucedida en los alrededores de La Carlota. Entonces encarcelaron a varios diputados, entre ellos el Primer Vicepresidente de la Asamblea Nacional, y algunos perdieron la inmunidad para que el Parlamento sintiera, entre lamentos sin destino, cómo perdía el vigor de su nacimiento. Del enredo salió una inhabilitación de partidos que parecían más duros de roer, Primero Justicia entre los más importantes, y el exilio de líderes cuya presencia es necesaria en el trajín doméstico. Gracias a la complicidad del TSJ, su tentáculo más sumiso, ahora el usurpador inicia la fase que le faltaba para acabar con la representación popular y con la institucionalidad representada en el Parlamento.
Como se sabe, el TSJ acaba de expedir licencia para que desaparezca la única institución legítima de la actualidad, la Asamblea Nacional votada por el pueblo. Será substituida por la farsa de estirpe monaguera que fue la pantomima de cuerpo legislativo surgido de un guiñol que puso en la cresta del Hemiciclo a un equipo deplorable y oscuro que solo se conocía en los anónimos lugares de sus domicilios y en los aviones de vuelos ocultos al radar. La posibilidad de que sucediera semejante maroma, de que lo serio se cambiara por lo irrisorio y la legitimidad por la piratería, nació el 30 de abril, no en balde el chorrito tibio que la oposición soltó después fue incapaz de lavar el pecado de la parodia carloteña. Ahora, debido a la zarzuela de los gedeonitas, la usurpación cambia de tercio y busca el estoque para rematar la faena. La fiscalía ha actuado como directora de lidia, al tocar el clarín para que Voluntad Popular, otra tolda con fuste y presencia nacional, sea considerada como organización terrorista.
Así las cosas, los gedeonitas y quienes han permitido la continuidad de su influencia en nuestra orilla, le han insuflado un segundo aire a la usurpación para que acabe con la Asamblea Nacional y con los partidos políticos, es decir, para que Venezuela sea Cuba cada vez más. Por los vientos que soplan, la dictadura cada vez más perfeccionada no tardará en anunciar la designación de un nuevo CNE -para eso estrena un Parlamento único y exclusivo- y, a buen seguro, la convocatoria de elecciones parlamentarias controladas por flamantes “autoridades”. ¿Nuevo punto de inflexión para los opositores, que no será tal porque se quedará en simulacro, que repetirá omisiones y complacencias?
Con un pueblo confinado y desanimado nuestros líderes deben pensar el desafío que deben enfrentar, aun pagando el precio de congeniar con los gedeonitas, aun quitándoles la condición de piratas para concederles la calidad de corsarios. Para ayudar en la faena, pero desde el lugar de los peones, soy capaz de olvidar que existieron, o de recordarlos solo a ratos.