Por: Jean Maninat
Vamos, digamos la verdad, todos tenemos un amigo, un primo, un cuñado, un vecino, un conferencista cercano, que argumentó con firmeza que la pandemia era un invento de los chinos, los rusos o los gringos para amordazarnos el libre albedrío con unas mascarillas sobre el rostro. Y se dedicaron a negarla con el brío, el desdén y la audacia de lector de autoayuda encerrado en un ascensor con el fantasma bicéfalo de Freud y Jung.
Deambulaban desembozados y altivos, siempre con una noticia de última hora a mano -o bajo el sobaco ilustrado- un artículo deslumbrante, una teoría reveladora sobre las causas y rigores de la pandemia, con la seguridad del que se siente intocable y dueño de una verdad, pero plagada de supercherías y buenas intenciones, y por tanto poco fiable.
¿A mí con estas? Se decían. Hasta que la enfermedad se coló por doquier y le atinó a un amigo, un primo, un cuñado, un vecino, un conferencista cercano, y les trastabilló “el tumba’o que tienen los guapos al caminar” según sentencia de Willie Colon y Rubén Blades en la gran y maravillosa pandemia salsera de los 70’s.
¿Podemos inculparlos de que ahora se laven las manos con fervor, lleven mascarillas, nos saluden con un extraño roce de codito, o del infantil puñito, como si nada hubiese pasado? Pues no, bienvenidos al rigor de la vida en pandemia, la distancia social -peculiar término de resonancia clasista- y cierto respeto por la ciencia a pesar de su titilante esfuerzo por librarnos de los males que llevamos por dentro o nos acechan desde afuera. ¿Remember Dr. Fauci?
Otro tanto puede decirse de quienes en nuestra comarca han redescubierto el valor del voto en la recuperación de la democracia y sus instituciones, o lo valoran bajo nuevas perspectivas, o lo quieren pulir con afán de industriosos orfebres, mientras otros se dieron cuenta de lo que dejaron atrás y lo quieren recuperar a toda carrera, o simplemente quieren acertar una segunda, o tercera oportunidad que ya tuvieron y malgastaron con ahínco de hijos pródigos.
Pero ahora que todo pareciera indicar que -por las razones que fueran- la vía democrática y electoral se impone, valdría la pena un esfuerzo conjunto por asumirla sin remilgos, sin facturas por cobrar, y repetir lo que se logró, gracias a la MUD, en el luminoso 2015 que pocos quieren recordar ahora.
No es la unidad por la unidad, más bien la unidad a partir de una política concertada, que demuestre que finalmente logramos la inmunidad de rebaño frente al virus del personalismo e ineficacia política del radicalismo abstencionista que tanto daño nos ha hecho.
Tan solo hacer política autónoma y creativa, sin rectores externos, nos acercará a la población descreída y sufriente. La inmunidad de rebaño frente a la desidia político-electoral.
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