Publicado en: Punto de Corte
Por: Américo Martín
Soy asiduo seguidor vía twitter del diario Granma, órgano oficial del CC del PCC, de las cuentas de los principales dirigentes y voceros del gobierno de Cuba, y en especial las de Miguel Díaz Canel, Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, Doctor Roberto Morales Ojeda, vicepresidente en ambos órganos, Bruno Rodríguez Parrilla, canciller y de un hombre asaz conocido en Venezuela: Ramiro Valdés, uno de los pocos comandantes históricos de la revolución, militares especialmente oídos en la Isla, que “por ley de la vida” (la expresión es de Raúl) están en proceso de extinción. Ramiro, sin embargo, parece seguir conservando una condición que sobrepasa el ámbito del puro consejo.
Escrutando semejantes opiniones, no me fue difícil precisar la principal de las preocupaciones -en nivel de angustia, incluso- que asalta al sistema castrista de la Isla, bajo la atmósfera de inminencia de cambio democrático en Venezuela. El panorama se ha disparado hacia el “logro”, no solo el “gesto”, con la última reunión del Grupo de Lima y sobre todo la del TIAR, no por azar celebrada en Nueva York con presencia de los cancilleres de los Estados Miembros del mencionado tratado.
Al momento de escribir esta columna está por comenzar la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU que abordará el caso de Venezuela. Quien imagine que tan notable esfuerzo organizativo mundial morirá en puro aspaviento hueco, revelará su total ignorancia de lo que está ocurriendo.
Todos los mandamases de la revolución cubana han puesto sobre la mesa en forma dramática que la isla haya sido colocada en el centro de las nuevas sanciones que eventualmente se adoptarían en el marco de la normativa del TIAR o dictadas unilateralmente en concordancia con esa normativa. Dada la naturaleza absolutista del régimen no hay nadie que no repita las consignas dictadas desde la cúpula del poder y no se aparte de la línea trazada. Todas incorporan tres consignas, todas digo:
- No más bloqueo
- Somos Cuba
- Continuidad
Anticipan la materialización de recientes advertencias norteamericanas referidas a posibles sanciones contra la Isla debido al sostén que presta al régimen madurista. Lo que a mí no me sorprende pero a otros podría ser que sí es que semejante campaña se limita a su propio país, cuando hasta hace nada se enfocaba en el respaldo discursivo al aislado sistema socialista siglo XXI. El cambio es drástico y sin atenuantes. Ni una sola palabra solidaria para con el amenazado aliado.
La serena mayoría que sigue ese proceso descubrirá la orientación del eje Guaidó-Asamblea Nacional. Guaidó declaró agotado el diálogo de Barbados -no el de Oslo- tras esperar 40 días el reintegro de Maduro, quien se levantó con reproches no relacionados con las atribuciones de Guaidó. Las sanciones emanan del conflicto EEUU-Maduro. Aquél las dicta apoyándose soberanamente en su legislación, que persigue narcotraficantes y violadores de DDHH.
Julio Borges, comisionado de Guaidó, solicitó a Cuba, Rusia y China no obstaculizar la salida pacífico-electoral a la tragedia venezolana. Excelente iniciativa del tándem Guaidó-Borges. Díaz-Canel estaría entre la extensión de las sanciones a Cuba o la retoma de políticas obamistas, según aconseje impulsar elecciones creíbles en Venezuela. Le conviene hacerlo: ser echado a empellones es peor que protegido por la Carta Magna.
¿Aceptará Díaz Canel? Lo ignoro, pero atención, sofocados maximalistas: ¿hablar solo del bloqueo a Cuba no es una manera de conceder lo que se le pide? 2) ¿No sería peor que, desdeñadas las presiones pacíficas del TIAR, baile un trompo de violencia alocada?
Me parece abominable que mi país termine achicharrado ¡Ojalá los extremos maximalistas atiendan los consejos de la razón!