Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Es posible que las próximas elecciones parlamentarias venezolanas estén entre las más perversas que en el mundo han sido. Yo no me canso de recordar lo que hizo el TSJ – presidido por un señor que vale 5 millones de dólares de recompensa, culminación de un florido prontuario– de cambiar a capricho las instancias directivas de los partidos opositores por amigos del régimen y cederles todos los derechos y simbologías partidistas. Creo que lo he citado más de una vez, en detrimento de otras atrocidades electorales, porque me parece una pirueta realmente inimitable.
No tengo dudas tampoco de que muy poca gente vaya a votar. Los encuestadores hablan de 25%. Que para mí es mucho si uno piensa que le dan a Maduro algo más de 10%. Pero que podría ser poco si uno piensa en delitos como el arriba citado y la capacidad de afincarse sobre el hambre y el dolor del pueblo con sus matarifes y soplones comiciales para exprimirle el voto. Y, dice Leopoldo López en El País de esta semana, que las 100.000 achicharradas máquinas de votación que se solían utilizar las han cambiado por unas chinas que nadie ha podido siquiera jurungar,
En cualquier caso, ya estamos curados en salud y decidimos no concursar en ese juego apasionante entre los chavistas de siempre y los fieros opositores de la mesita. Más vale archivar el tema. Para opereta electoral ya tuvimos de sobra con la inolvidable del catire Trump.
Y los efectos de esa gallarda victoria no parecen, por una parte, ser muy importantes ya que con ese TSJ y los muchachos de Padrino quién necesita otra cosa para mandar como se debe. Pero seguramente sí pese y mucho en los prestamistas e inversores extranjeros que no creo que disfruten los riesgos de sus cobres, ni los rusos, como para confiar constitucionalmente en el aval de ese tortuoso cuerpo legislativo. La boutade de Delcy de que no importa lo que opinen en el globo no deja de ser una fanfarronada boba.
Lo que sí me preocupa es cómo vamos a organizarnos los opositores para lo que parece una nueva etapa. Hay que atender a la consulta y tomarla con la pasión del padre Ugalde en su último artículo, ni un poquito menos. No es una tarea fácil cuando, sobre todo, nuestras formas de comunicarnos con la gente, cara a cara o mediáticamente, son realmente precarias. Para explicar, además, algo que no se entiende fácilmente a primera vista. Y ciertamente no sería conveniente un resultado flojo para nuestro decaído espíritu presente y el complejo futuro que nos aguarda allí, cerquita, a lo mejor en los primeros días de enero.
El ya nombrado Leopoldo ha dado en la entrevista citada una respuesta categórica pero parcial a una pregunta que mucha gente se hace: ¿qué vamos a hacer cuando se instale la fraudulenta Asamblea con el pedazo que tenemos de la vigente y la presidencia interina de Guaidó? Su respuesta es categórica: “Al no haber una elección legítima que pueda sustituir los resultados de 2015, la Asamblea Nacional debe continuar hasta que la haya”. Que es obvio, si declaras fraudulenta la elección, incluso el que la convoca, no la puedes reconocer, pero es muy bueno verbalizarlo. Lo que sí falta es algo fundamental: ¿la seguirá presidiendo Guaidó? Y por supuesto nos podemos preguntar por no pocas otras decisiones y tareas muy prácticas para su eventual funcionamiento.
Ahora bien, ¿es esta una respuesta de López, de Voluntad Popular, del grupo de los 4, de esas todavía vagas alianzas nacionales? Posiblemente sería bueno que esto se discutiera por la calle del medio. Se rumoran muchas cosas y sobre todo que pueden atentar contra la piedra fundamental de estas y todas las posibilidades por las que se opten, la Unidad. Tanto local como internacional. A lo mejor la manera de lograrla es oír a todo el mundo, salir de la mudez.
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