Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
Ya he señalado en artículos anteriores que la generación de “falsas expectativas” es la amenaza más importante de la que debe cuidarse la administración del presidente Juan Guaidó, porque el incumplimiento de expectativas creadas conduce a la frustración, desmovilización, falta de motivación y a la larga a que muchos opositores se inhiban de actuar y que incluso algunos abandonen el país.
Por eso Juan Guaidó y la Asamblea Nacional deben ser muy cuidadosos en los ofrecimientos y las actividades que se planteen; no se pueden permitir que se repitan situaciones como la que ocurrió el 23 de febrero cuando la ayuda humanitaria no pudo entrar al país a pesar de que se había ofrecido que entraría de alguna manera.
La generación de falsas expectativas puede darse de dos maneras; bien por exceso de entusiasmo de la administración Guaidó al promover acciones de difícil cumplimiento o bien porque sectores de la oposición generen a través de redes sociales y otros medios, una matriz de opinión en favor de determinadas medidas que van creando una presión sobre la administración Guaidó y esas expectativas en la población en general.
Para nadie es un secreto que en la resolución de la crisis actual están planteadas varias alternativas. El presidente Guaidó y la Asamblea Nacional han definido una ruta que se compone de tres elementos que todos conocemos perfectamente: fin de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. No tenemos mucha claridad en cómo se va a concretar ese “fin de la usurpación”, pero se piensa que con la movilización nacional y el apoyo internacional se producirá una situación en la cual la dictadura ceda y esté dispuesta o la obliguen a negociar una salida que nos conduzca a un gobierno de transición y luego a un proceso electoral en el corto plazo, obviamente en condiciones que garanticen una elección libre, que como mínimo serian: Nuevo Consejo Nacional Electoral, liberación de presos políticos, legalización de partidos y habilitación de candidatos inhabilitados, supervisión y observación del proceso electoral por la comunidad internacional, revisión del registro electoral y garantía de voto para los venezolanos que están en el exterior.
Pero podemos afirmar que nadie sabe exactamente cómo se producirá ese fenómeno o esa alternativa; pero si podemos decir que esa es la opción que ha planteado de manera consistente la administración del presidente Guaidó.
Pero hay otro sector de la oposición, minoritario pero muy activo, sobre todo en redes sociales y en algunos medios de comunicación, sobre todo los que provienen del exterior, que plantea una alternativa distinta: la solución del conflicto a partir de la intervención militar de una fuerza extranjera. Ese sector plantea o impulsa la posición de que el presidente Juan Guaidó convoque la intervención de una misión extranjera con base en el numeral 11 del artículo 187 de la Constitución.
Como “diáspora tóxica” califican algunos analistas políticos, como por ejemplo Moisés Naím, a esos sectores de oposición, que sobre todo desde el exterior, de manera muy persistente y por redes sociales, pretenden imponer sus criterios y decir a quienes estamos en Venezuela cómo debemos actuar, que acciones debemos tomar y cuáles son las actividades de oposición que debemos llevar adelante.
Pero atención, los opositores “tóxicos” no solo están en el exterior. Algunos de los voceros de esta “diáspora tóxica” ya comienzan a hacer veladas o abiertas críticas al presidente Guaidó por su “falta de iniciativa”, por su supuesta “indecisión”, falta de “celeridad” en tomar las acciones que ellos consideran correctas, entre ellas solicitar la mencionada intervención militar. Como si esa fuera la única opción, no proponen otra cosa, no llevan adelante ninguna otra iniciativa, solo son “críticos” y “observadores de fotografías”.
Esta situación tiene su fundamento en que se ha dicho por parte de voceros nacionales, cercanos al presidente Guaidó, y por voceros internacionales de algunos países que reconocen a Juan Guaidó como presidente, que “todas las opciones están sobre la mesa” y por supuesto, la opción militar es una de esas opciones; y que de producirse, algún tipo de acción por parte del régimen venezolano, que traspase una supuesta “línea roja” que estaría trazada en su cerebro, se produciría algún tipo de respuesta más agresiva, por llamarlo de alguna manera, por parte de la comunidad internacional, acción que por supuesto, se supone sería de carácter militar. El problema es que la “intervención militar” no llega porque la libre interpretación de un artículo de la constitución lo prevea, o porque un “iluminado” del exterior o del país lo diga o porque la desesperación de alguien lo aconseje y desde luego, no llegan vía Twitter o WhatsApp.
Se da la paradoja de que los países que tendrían capacidad para algún tipo de acción militar, bien sea de manera individual o en conjunto, han dicho de manera clara que descartan esa opción, que no está planteada una intervención militar. Con lo cual es evidente que el hipotético llamado que pudiera hacer el presidente Juan Guaidó a una intervención caería en el vacío, no tendría un interlocutor válido para llevarlo adelante, lo cual nos lleva a lo que hemos venido hablando: convocar a una acción o plantear una iniciativa que no podría realizarse, conduciría sin duda alguna a la generación de falsas expectativas que traería como consecuencia lo que ya hemos hablado, más frustración, desmovilización, desesperanza, etc.
No hay duda que la desesperación tras 20 años de oprobiosa dictadura lleva a algunos a pensar o proponer salidas extremas, lo antes posible. Y queremos suponer que los que así lo hacen proceden con la mejor buena fe; pero queda en el aire una gran interrogante: Si cualquiera se puede dar cuenta y es fácil suponer que un llamado a una intervención militar no tendría respuesta positiva por parte de la comunidad internacional, que no sería tomada en cuenta, ¿Qué persiguen estos voceros o estos grupos que persisten e insisten en que se tome esta iniciativa? ¿Será que están jugando a la opción del fracaso del presidente Guaidó? y si es así, ¿Con qué propósito? ¿Qué es lo que persiguen? la verdad es que ésta es una interrogante que uno se tiene que formular.
Juan Guido representa el futuro; meses atrás, a finales de 2018, estábamos en un negro túnel, ¿A quién favorece una derrota hoy de la opción opositora? ¿Quién se beneficia con el fracaso de Juan Guaidó?
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