Exguerrilleros – Jean Maninat

Jean Maninat

Por: Jean Maninat

¿Habrá un remoquete, una sanción cariñosa, un recordatorio alevoso más resiliente que colgarle en cualquier presentación en los medios de comunicación el denominativo de “exguerillero” a cualquiera que alguna vez se hubiese dejado trastornar por la teoría del foquismo, luego del triunfo de los barbudos en Cuba? No importaba si el personaje, entre barrotes, había reflexionado y espantara la opción armada de su arsenal teórico e hiciera, además, gárgaras democráticas públicas para mostrar su reconversión democrática y electoralista. Ñangara, siempre sería ñangara…

La suspicacia se manifestaba en el recordatorio permanente de la condición de exguerrillero. Podría Teodoro Petkoff haber sido excomulgado del comunismo internacional por el mismísimo Leonid Brezhnev en el XXIV congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, haber fundado un partido que se denominaba fuerza comunista venezolana -sí así se anunciaba en sus orígenes fundacionales el MAS- y su reflexión escrita ser reconocida internacionalmente como un tour de force de la izquierda latinoamericana por intelectuales de toda brújula, siempre sería presentado en la prensa internacional como: el exguerrillero Teodoro Petkoff, quien…Una raya imborrable.

Podemos suponer que el título de exguerrillero agrega un halo de romanticismo, de folklore latinoamericano a lo Trova Cubana, de Carmen Miranda vestida de fatigas verde oliva, o del sin remedio de una región siempre dispuesta a demoler lo mejor que construye, a nombre de sus héroes y sus tumbas.

Fueron guerrilleros salvadoreños los que fusilaron al poeta Roque Dalton, uno de los suyos, y guerrillero fue el sátrapa que hoy rige Nicaragua de la mano de su Lady Macbeth, y lo fue también un asesino enardecido como el Che Guevara, cuya imagen, santificada por la famosa foto de Korda, exhiben en el pecho tantos tontos y tontas a nombre de la libertad y la inclusión. ¡Vaya despropósito!

Lo que haga y deje de hacer Gustavo Petro en Colombia, no será producto de su condición de exguerrillero, miles de ellos se acogieron a los acuerdos de paz labrados a punta de puntos y comas, los toma y dame del enervante lenguaje diplomático. Y se salvaron -en el contrapunteo- incontables vidas. El sombrío reinado de la visión binaria, miope a los contrastes de la política, anuncia el reino recobrado del galáctico, como si la historia se reprodujese by default, donde el mal siempre gana y el bien, siempre minusválido, será salvado a las justas por un designio superior.

Gustavo Petro no es un demonio, es un ser con mariposas amarillas revoloteando en la cabeza, como López Obrador, Boric, Fernández, y el tropel de “progresistas” que hacen lo indecible por marcar distancia con esa entelequia que llaman socialismo del siglo XXI y abren nuevos caminos hacia lo mismo de siempre: lo impredecible.

Lejos de los aspavientos recalcitrantes de “ganó un exguerrillero, protégenos Señor”, deberíamos preguntarnos: ¿Cómo es que el populismo de izquierda y derecha sigue afianzándose en el continente? ¿Será cosa del diablo, una maldición milenaria? ¿O asunto de políticos de juguete, muñequitos ineptos para defender la democracia y la sociedad abierta? De exguerrilleros estuvieron llenos los pasillos de la marginalidad política en América Latina, que luego le regalen un país como en Colombia… es un Petro de otro costal.

 

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