Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
Por la ruta de la reflexión profunda nos lanza el último artículo del Padre Luis Ugalde (Podemos porque Hacemos, en: Cesar Miguel Rondón, 1/07/2022, https://bit.ly/3bXg98d), y aunque no siempre los comentemos, públicamente, son tema de discusión en privado: “¿Leíste el artículo de Ugalde?, nos interroga cualquier persona, en cualquier momento; por eso hay que estar atentos y al día, sus artículos no se pueden ignorar ni pasar por alto.
La esperanza de Ugalde.
Del artículo más reciente, de entre todas las reflexiones, se desprenden a mi modo de ver, dos hilos importantes: uno es la lucha contra la desesperanza y el pesimismo y el otro una crítica, aunque lacónica, muy dura hacia quienes hablan de la “mejoría” del país. Pareciera contradictorio, hablar de esperanza, de optimismo, que supone ver aspectos positivos, a pesar de todo, en lo que ocurre en el país y al mismo tiempo, criticar tan duramente a quienes ven signos externos de mejoría económica; pero no es contradictorio. Veamos.
Nos dice el padre Ugalde “…millones de venezolanos dentro y fuera del país estamos haciendo lo necesario primero para sobrevivir y luego para salir adelante”, y así es. Para muchos no hay forma de explicar como hacen millones de venezolanos, que no tienen ahorros o ingresos en dólares, para sobrevivir en medio de la hiperinflación, la carestía de alimentos y medicinas, la carencia de servicios públicos, la severa crisis humanitaria, y paremos de contar; pero el “milagro” ocurre y de alguna manera el artículo nos revela el porqué: se llama esfuerzo y trabajo; se llama, como dice el Padre Ugalde, potenciar lo que el país lleva adentro, “… potenciar el talento de millones de venezolanos que con lo que hacemos damos la prueba de lo que podemos”; esa es la verdadera riqueza del país.
La solidaridad, factor clave.
Se llama también solidaridad; solidaridad de los que vivimos aquí y podemos generar algún trabajo, por efímero y poca cosa que parezca, para que alguien tenga algún ingreso; solidaridad de miles de organizaciones de la sociedad civil que hacen que circule el “excedente” −que toda sociedad genera−, en trabajo, que produce un ingreso, en alimentos, en medicinas, en atención médica gratuita o casi gratuita, en objetos que se desechan y que se pueden reparar y le sirven a alguien más. Solidaridad de los que se fueron del país y no olvidan a los que se quedaron aquí y envían a sus familiares y amigos alguna cantidad de dinero o alimentos, o medicinas, o algún objeto que se puede intercambiar o vender. Se llama, en definitiva, tener conciencia de que el país sigue vivo, que no se ha muerto y quienes aquí vivimos nos esforzamos por “capear” el temporal y tratar de vivir lo mejor que podemos, a pesar de todas las limitaciones. Desde luego, aprovechamos cualquier resquicio, cualquier viento positivo que sople y no estamos ciegos ni somos tontos para no darnos cuenta de las “burbujas” que se inflan y tratar de aprovecharlas.
¿Se arregló el país?
El otro hilo de reflexión que destaco del artículo de Ugalde se refiere a esa crítica, aguda y muy fuerte, cuando dice: “No seamos cínicos, esto no se ha arreglado”. No se necesitan más palabras y aunque se asume él y nos asume a todos en el “no seamos”, todos sabemos que a quien se refiere es a algunos sectores, de empresarios, de asesores y analistas que nos pretendan mostrar un país más allá de la realidad, una fantasía económica. Algunos incluso se limitan a enumerar las cuatro o cinco medidas macroeconómicas adoptadas, absolutamente insuficientes para llevar pan a las mesas, generar empleos o resolver la carencia de elementales servicios públicos que atosigan a la población. No voy a abundar más en el tema, pues lo hice con detenimiento hace exactamente tres meses en La Ilusión Económica, el 9 de abril (https://bit.ly/36YQeLf); pero quería destacar que la escueta frase del Padre Ugalde encierra toda la profundidad de la crisis que vivimos, que está lejos de estar superada.
La crítica del artículo al “cinismo” de los que ven mejoras, junto a lo que nos señalan algunas encuestas recientes sobre la valoración que se tiene de los empresarios, por tratarse de un protagonista importante en lograr sembrar la esperanza y la recuperación del país, vale la pena dedicarle algunas líneas.
La primera advertencia para matizar en algo el excesivo optimismo de algunos, es que no olvidemos que por mucho que los indicadores señalen que la economía creció en 2021 y crezca en 2022, se necesitarán varios años para que ese crecimiento nivele al PIB que teníamos a finales del siglo pasado, cuando comenzó este oprobioso régimen; o tan solo para nivelarnos al PIB del 2013, cuando se inició el régimen madurista. La “mejora” de algunos sectores y de algunos indicadores económicos, o la frivolidad de algunos espacios de consumo y lujosa diversión, no son un indicador importante para aseverar que el 80% o más de los venezolanos está saliendo de la pobreza. Y sobre todo, no olvidar como dice Ugalde en su artículo, que: “… el desastre es tan grande y global que es indispensable el cambio político para que en Venezuela sople con fuerza el viento de la esperanza y reverdezca el actual desierto desolador.”
Los empresarios.
Sabemos bien que esta “prédica” de la mejoría del país está dirigida a los empresarios, a estimular su interés y sus inversiones y que entre ellos abunda la gente “pragmática”; algunos lo son tanto, que hasta creen que no les interesa la política, ni los políticos y muchos los consideran corruptos y una pérdida de tiempo ocuparse de ellos; excepto cuando tienen chance o no les queda más remedio que “acercarse” a algún político que les facilite la vida con algún trámite, les de acceso a divisas −en los largos períodos de control cambiario− o apure algún contrato; por algo son pragmáticos y deben ocuparse de empresas, de las que dependen miles de empleos y familias.
Nuestros empresarios, al menos una parte importante de ellos, que han sido educados y socializados en un profundo individualismo −como casi todos los venezolanos de clase media para arriba−, obviamente les interesa “su” empresa, su negocio, su vida y solo comparten socialmente con los demás. Por su puesto, ese interés en “su” negocio implica interesarse también por sus trabajadores, para los que buscan las mejores condiciones y los ayudan a que vivan lo mejor posible, porque saben que eso redunda en un mejor rendimiento y es mutuamente beneficioso.
Muchos de ellos se dedican a su comunidad inmediata, pero no mucho más allá, a menos que sean empresas muy grandes, que no nombrare, cuya “comunidad inmediata” es buena parte del país. Pero para algunos, todo lo demás, que no sea su entorno inmediato, se reduce a esa especie de “filantropía” a la que llaman “Responsabilidad Social Empresarial”
Con relación a la política, claro que hay empresarios que se ocupan del poder –es decir, de la política y los políticos– cuando ya lo básico está resuelto y les queda tiempo, siempre y cuando eso no los haga descuidarse de su actividad principal, la que, con toda razón y responsabilidad, nunca pondrán en peligro por dedicarse a otra cosa. Todo lo más se dedicará a “eso de la política” algún hijo, sobrino, hermano, o el fundador de la empresa, ya retirado de los negocios. Esto incluye cámaras y asociaciones empresariales, en donde obtienen información e influencia y alguna vez emprenden actividades colectivas, usualmente con pronunciamientos gremiales o alguna actividad social o deportiva conjunta.
Pero el tema gremial lo pospongo para otra ocasión.