Publicado en: Alnavío
Por: Pedro Benítez
Perú puede ser en los próximos años la Italia de Suramérica: la economía por un lado y la política por otro. Pedro Pablo Kuczynski, presidente del país con la economía más exitosa de Latinoamérica, puede perder el cargo como consecuencia del escándalo Odebrecht. Pero la mala noticia no es esa: Esta es la oportunidad de los que quieren barrer con la institucionalidad democrática.
La frase del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en su novela Conversación en La Catedral, “¿En qué momento se jodió el Perú?”, es un fantasma que pende sobre la economía de más exitoso desempeño de América Latina en las últimas dos décadas.
Por donde se le mire Perú ha sido la historia de un éxito. Hasta los más fervientes críticos de este modelo de economía de mercado reconocen los logros en cuanto a la drástica disminución de la pobreza y el progreso social. Ese país lleva casi dos décadas de una estabilidad y crecimiento envidiables, capeando como ninguno el fin del boom de las materias primas que tanto alentó el crecimiento suramericano en la primera década del siglo.
Sin embargo, hoy está sumergido en una profunda crisis institucional que puede poner fin a la Presidencia de Pedro Pablo Kuczynski y cuyas consecuencias sobre la credibilidad de los peruanos en el sistema político pueden amenazar el modelo económico.
El miércoles pasado la diputada fujimorista Rosa Bartra, presidenta de la comisión del Congreso peruano que investiga las implicaciones de la red de sobornos del caso Odebrecht en el país, presentó un oficio en el cual se afirma que esa empresa pagó millones de dólares a las compañías First Capital y Westfield, vinculadas al presidente Kuczynski, cuando este fue ministro de Economía y primer ministro del gobierno de Alejandro Toledo entre 2004 y 2007.
Hasta ahora el gobernante peruano había negado cualquier relación con la trama: “Puedo afirmar que no he tenido relación profesional ni comercial con las constructoras brasileñas ni con sus consorciadas peruanas, que públicamente vienen siendo vinculadas al Caso Lava Jato”, afirmó por escrito en octubre pasado.
Ahora admite que esas empresas de su propiedad sí contrataron con la constructora brasileña pero ha negado su responsabilidad directa.
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Alnavío: El escándalo Odebrecht amenaza el modelo político peruano