Por: Jean Maninat
Da gusto verlos, como en un western cualquiera, aproximándose desde el horizonte, tal que héroes, a paso lento pero altivo, borrosos los contornos bajo el endiablado sol del desierto, perladas las frentes, empapados los sobacos de las gastadas camisas, con una máscara solar adherida al rostro y las cantimploras sedientas de agua. Ha sido un largo viaje.
Regresan tranquilos, sin gran pesadumbre, ni mayor algarabía, en realidad fue solo un desvío de la ruta, un descuido, un breve despiste en el camino, un espejismo producto de la larga travesía en el desierto. Como si de un Ulises descarriado se tratase, finalmente vuelven a pisar home en la Ítaca electoral de donde una vez partieron.
Atrás quedaron los irredentos, los inalterables, los maldicientes, sectas especializadas en enlodar reputaciones, en destruir oportunidades, bloquear cualquier diálogo, negociación o partida de billar con el contendor. Ahora los señalan, los apuntan con el dedo índice acusador, “lo sabíamos” dicen botando espuma “eran unos simuladores, unos traidores disfrazados”. En realidad son injustas las acusaciones, si alguna vez marcharon juntos fue producto del extravío que les causó una victoria inesperada, no se sabe si regalo o trampa-prueba de los dioses.
Pero ahora están de vuelta en casa, “de donde nunca debieron partir” argumentan los vecinos que los reciben entre aliviados y extrañados por la reconversión de los hijos pródigos del barrio. “Lo sabía yo, que no eran malos chicos, tan solo despistadillos” argumenta un veterano acodado en un bar de esquina. “Pero si están igualitos, parece que fue ayer que nos pedían el voto” dice una doñita con aires de beata. “Y hasta casados y con hijos” comenta Penélope sentada en el andén.
Sopla una refrescante brisa, un aire de tranquila expectativa, sin los llamados delirantes a invasiones extranjeras, ni mantras mágicos repetidos en maníaco rosario. Nada está descartado, sorpresas habrá seguramente, pero el regreso a la ruta electoral es la mejor noticia política desde el ya lejano y casi mítico diciembre de 2015. Alabado sea el señor.
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