Publicado en: El Universal
La confluencia entre levantamientos sociales contra gobiernos de derecha y de izquierda en Bolivia, Chile, Ecuador, Hong Kong, Irán, (pido perdón por usar estas categorías hemipléjicas pero que permiten entendernos) fue una especie de prodigioso laboratorio para estudiar la evolución (¿?) de las ideas políticas en esta etapa de pensamiento líquido, como lo llamaría Zygmunt Bauman. Un pensamiento carente de solidez que toma la forma del envase, como el ciborg T-1000 de Terminator.
La izquierda que usó un lenguaje hiperdemocrático (poder constituyente, poder popular, diferencialismo, participación, sectores excluidos) y simuló serlo para alcanzar el poder, creó sistemas autoritarios híbridos, ornitorrincos semidemocráticos para aherrojar a la ciudadanía. Cuando las instituciones logran finalmente defenderse y meter una zancadilla a Evo Morales mientras pretendía robarse nada menos que unas elecciones generales, los semi intelectuales gritan ¡golpe de Estado!
Quienes sacan a Morales son élites malvadas, racistas, estúpidas que tejieron una conspiración contra el pueblo. Pero si el levantamiento es hacia Piñera, unos desaforados se autosodomizan en público, queman iglesias y hacen piras de televisores, tablets y DVDs, el razonamiento se invierte mágicamente: el pueblo está harto de injusticia, “desigualdad” y cuanta superchería se les ocurra. En el primer caso es una conjura cruel contra la gente. En el segundo un levantamiento más justo que el de Espartaco.
Es importante decir que ambos países son los mejores modelos de desarrollo exitoso en la región, que arrebataron millones de personas a la pobreza e incorporaron a sectores sociales marginados, gracias al crecimiento económico sostenido. La diferencia consiste en que en Chile los grupos de poder han mantenido las instituciones democráticas y en Bolivia, Morales las secuestró para crear su estructura autoritaria.
Gemelos
En el primero no hubo golpes de Estado porque la competencia de poder se hace a través del esquema monótono y civilizado de la alternabilidad, en el segundo después de trece años, tuvieron que sacarlo las fuerzas públicas después de dar varios golpes de Estado para perpetuarse. Justificar o restar importancia a semejante barbarie revela que la izquierda semi intelectual nunca se convirtió a la democracia sino que fingió hacerlo para confundir a la sociedad.
Otros de buena fe simplemente no conocen las bases esenciales de un Estado de Derecho. En ambos países hubo actos violentos desmedidos desde la fuerza pública y dolorosas muertes que nunca debieron ocurrir. La democracia debe defenderse dentro de la legalidad mientras que para el autoritarismo ella es prescindible. El pensamiento político debería ser la base para poner las cosas en orden, pero las instituciones, por muy importantes que sean, al final son máquinas F-1 y su desempeño tiene mucho que ver con quienes las manejan.
Los buenos conductores son hábiles, audaces, moderados, discretos y sobre todo, tienen pensamiento estratégico, que consiste en prever las consecuencias posibles de sus actos. Aflora más la paradoja con el hecho de que ambas economías se desenvuelven con aperturas y liberación bastante parecidas, surgidas a partir de los planes del FMI cuando estalló la crisis de la Deuda de los 80.
No es que una corresponda a un diseño socialista y la otra a uno liberal. Equilibrios macroeconómicos, gasto fiscal ponderado, Inflación baja, crecimiento alto con inversión privada, globalización, desregulación, Estado moderado, gasto público productivo y suficiente inversión social no tienen nada que ver con la economía socialista.
El látigo que amo
Pareciera que quienes apoyan el modelo boliviano y rechazan el chileno es porque les gustan, no los resultados productivos y distributivos de ambos, sino el caudillismo autoritario de uno, cosa que preocupa sobre la vocación autocrática o sadomasoquista de los semi intelectuales latinoamericanos. No importa que hagan las mismas políticas sociales y económicas, sino que prefiero al que grite y maltrate más, al que saque un rejo contra la libertad y se vista de cuero negro.
El ascenso social de los indígenas es parejo y sostenido aunque en Bolivia naturalmente su peso en la composición demográfica es mayor que en Chile. Y conviene recordar que la nación que triunfó más brillantemente en la hercúlea tarea de incorporarlos a la vida civilizada fue Venezuela. La población indígena en comunidades “originarias” se redujo a 1% durante la democracia pero conseguías sus apellidos en las nóminas de grandes empresas.
Eran ingenieros y gerentes, en universidades extranjeras cursando Ph.D o altos cargos de la administración pública, parlamentarios o gobernadores. Se convirtieron en ciudadanos, la única categoría que acepta un demócrata para los seres humanos, pese a lo que diga la urticaria diferencialista que pretende conservarlos en reservaciones o zoológicos humanos.
Los semi intelectuales autoritarios me recuerdan aquella Miss Colombia a la que en el certamen le preguntaron quién era Confucio. Después de desmayarse de pie y posiblemente entrar en coma, morir mil veces ante las cámaras con la mente en blanco, respondió “es un señor muy antiguo, chino, japonés o de por ahí, que lo llamaron así por ser el inventor de la confusión”.
Lea también: “Las semivírgenes“, de Carlos Raúl Hernández