Publicado en: La Gran Aldea
Por: Elías Pino Iturrieta
Piden los diputados al Arzobispo que ordene unas rogativas, porque no viene mal el auxilio celestial. La Cámara está dispuesta a autorizar un empréstito en caso de necesidad, porque el erario está exhausto, pero teme que no abunden los prestamistas que atiendan el llamado, tanto en el exterior como en la República. Hablamos de 1849, ¿cosas de un pasado muerto y enterrado? Se preguntarán los perplejos lectores de la actualidad.
Para prevenir la invasión de cólera que se anuncia en 1849, la Diputación Provincial de Caracas ordena que, debido a la falta de hospitales y médicos, se habiliten locales en algunos puntos de la ciudad y se acuda a “personas curiosas de las parroquias” que puedan detener el mal. También piden los diputados al Arzobispo que ordene unas rogativas, porque no viene mal el auxilio celestial. La Cámara está dispuesta a autorizar un empréstito en caso de necesidad, porque el erario está exhausto, pero teme que no abunden los prestamistas que atiendan el llamado, tanto en el exterior como en la República. Como son “deudores viejos”, probablemente los capitalistas se hagan los tontos, sin dar respuesta inmediata, o se nieguen a soltar sus caudales. La búsqueda de “personas curiosas” no surte efecto al principio, por lo que se recomienda que “les hagan fuerza con los gendarmes”. Es así como aparecen tres “facultos”, que organizan un curioso hospitalito que en breve se ve desbordado. La gente les da limosna, porque es muy poco lo que ganan por su impuesto trabajo. Cosas de un pasado muerto y enterrado, dirán los perplejos lectores del presente, pero hay más que veremos el miércoles, no tan alejados de las penurias de la actualidad.