Publicado en: La Gran Aldea
Por: Elías Pino Iturrieta
Los vecinos se dan cuenta de que muchos de los burócratas burlan las disposiciones y se alejan de la ciudad, se animan a hacer lo mismo en el medio de la calle sin ocultarse ante las tropas. Gritan su desesperación, para que no quede más remedio que devolverlos por las malas a sus domicilios. Los insólitos alzados vuelven resignados a su penar, sin ánimo para más reclamos, a esperar que los admirables doctores Bolet y Gedler tengan tiempo de atenderlos. Cosas de un pasado muerto y enterrado, ¿sucesos que jamás ocurren en la Venezuela “revolucionaria” y justa del siglo 21?
En la Barcelona de 1856 azotada por el cólera las cosas se complican, si se comparan con las descritas en los fragmentos del lunes y el miércoles. Sucede que los médicos escapan despavoridos por temor al contagio. Se marchan de noche, debidamente embozados con pesadas capas y algunos vestidos de mujer. Uno de los que se quedan está enfermo, y solo los doctores Bolet y Gedler a duras penas se ocupan de los colerientos. La vida de la comunidad depende de dos héroes que ahora damos a conocer, para que entonces se desarrolle una especie de amago de motín popular que complica la desesperada situación. Primero se descubre un plan de los empleados públicos para escapar del infierno local, que es reprimido con amonestaciones a través de pregonero y órdenes de prisión. Como los vecinos se dan cuenta de que muchos de los burócratas burlan las disposiciones y se alejan de la ciudad, se animan a hacer lo mismo en el medio de la calle sin ocultarse ante las tropas que han mandado la Comandancia de Armas y el Capitán del puerto. Gritan su desesperación, para que no quede más remedio que devolverlos por las malas a sus domicilios. Por las malas relativamente, porque la tropa está exhausta y apenas se anima a cumplir su deber a medias. Los insólitos alzados vuelven resignados a su penar, sin ánimo para más reclamos, a esperar que los admirables doctores Bolet y Gedler tengan tiempo de atenderlos. Cosas de un pasado muerto y enterrado, sucesos que jamás suceden en la Venezuela “revolucionaria” y justa del siglo XXI. ¿O me equivoco?
Lea la primera parte: “El cólera en Caracas, 1849”, de Elías Pino Iturrieta
Lea la segunda parte: “El cólera en Yaritagua, 1856”, de Elías Pino Iturrieta