Por: Jean Maninat
Como coreografiados por un demiurgo parlamentario, por un ente didáctico con voluntad de mostrar las costuras de la democracia, coincidieron en estos primeros días de enero el debate y votación en el Congreso de los Diputados por la investidura del presidente de Gobierno de España; y la elección de una nueva directiva de la Asamblea Nacional (AN) en Venezuela y su doble juramentación. El contraste no pudo haber sido mayor.
El debate en el Congreso español (perdonen los secesionistas si ya no es apropiado tildarlo de español, sino más bien plurinacional) no fue exactamente un dechado de compostura parlamentaria como para luego mostrarlo a un grupo de escolares en visita de campo al Palacio de las Cortes. Se repartieron hostias verbales a diestra y siniestra, al centro y a los extremos, y daba gusto ver a los diputados y diputadas llamarse señorías antes de descalificarse mutuamente. Pero vamos, las formas importan… a pesar de que no se lleve chaqueta y corbata.
Pero luego del rifirrafe de altura vendría la aceptación de los resultados y por solo dos votos, Pedro Sánchez, Secretario General del PSOE, esa especie de revenant madrileño, se llevó la elección. El hemiciclo se llenó de sonrisas, caras largas, lágrimas y abrazos, maldiciones, todo para aceptar la decisión con disciplina democrática. El gran ganador fue Pablo Iglesias y Unidas Podemos. Los grandes perdedores, los diputados y diputadas que callaron ante los exabruptos antidemocráticos de algunos independentistas. “Me importa un comino la gobernabilidad de España” escupió una diputada de ERC.
En Venezuela se consumó la operación anunciada entre el oficialismo y un sector “disidente” de diputados de oposición en la AN. Los hechos son harto conocidos y ya se han escrito artículos incisivos al respecto. Por lo demás, es un hecho en desarrollo cuyas consecuencias están por verse. Haber tratado de impedir por la fuerza que Juan Guaidó fuera reelecto como presidente de la AN no le ha dado réditos internacionales al Gobierno. México y Argentina, dos importantes aliados en la región, se vieron obligados a desmarcarse, sin que eso signifique un enfriamiento en la relación. Y la indignación en los medios internacionales ha sido importante. Pero…
La pelota regresa al terreno nacional, y visto lo sucedido, la directiva de la oposición tendría que hacer una revisión de su estrategia, trazar nuevas líneas políticas acordes con el momento y prepararse para lo que viene: el dilema de participar o no en las próximas elecciones legislativas. Lo demás es lo que busca el régimen, que la oposición se desgaste tratando de entrar primero y salir de último de la AN. Ciertamente hay que defender a la AN como institución legítimamente electa, pero hay que prepararse para hacerlo hoy y mañana que está muy cerca.
Por supuesto que la nomenclatura gobernante, mientras pueda, no dejará de entorpecer el libre funcionamiento de la institucionalidad democrática que queda en pie. Esa es la naturaleza de su proyecto. A estas alturas es una constatación no una revelación. La pregunta es clara y concisa: de haber elecciones parlamentarias este año -como todo indica-: ¿se participa? Que no nos agarre tarde la respuesta. Nos merecemos un Parlamento como el de España.
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