Por: Pedro Pablo Peñaloza
¿Para recuperar la democracia y la economía de Venezuela hay que sacar a Nicolás Maduro y el chavismo del poder? El “sí” a esta pregunta marcaba el consenso de la oposición en Venezuela. Eso fue así hasta hace muy poco, pero la situación ha cambiado. Por eso te escribo esta carta.
En este nuevo escenario destacan las coincidencias entre sectores de la oposición y el régimen. Esto tiene, al menos, tres expresiones: 1) Incorporación de figuras de oposición al Estado; 2) Condena a las sanciones; y 3) Rechazo a la figura del Gobierno Interino-G4.
Este sector de la oposición apuesta por alcanzar acuerdos con el régimen desde una posición “moderada”. Aquí cabría una observación: el proceso de México también apunta como máximo objetivo lograr un “acuerdo de convivencia”. Allí no se exige la rendición y entrega de Maduro.
El memorando busca avanzar en la reinstitucionalización del país y el establecimiento de reglas claras y garantías para todos los actores políticos. Eso pasa por mejorar las condiciones electorales para las presidenciales, pero no se limita o agota en ese punto.
La paralización del proceso de México, boicoteado por el chavismo, y -especialmente- la división de la oposición abren paso o “justifican” otros ensayos de diálogo. Aquí también caben un par de comentarios:
1) Sobre la autonomía e independencia de la sociedad civil. Sin duda, esos principios deben ser respetados. No obstante, entre quienes los reivindican se cuentan personas que ayer, desde esa autonomía, no solo apoyaron sino que pusieron sus talentos al servicio de la MUD y el Frente Amplio. Más que la autonomía pesan las diferencias.
2) La agenda social es “distinta” a la política. Más que “distinta” podría ser complementaria. En México se acordó una “mesa social” que no se ha instalado por la negativa del chavismo, que ya en el pasado también se burló de la “mesa de vacunación” sin mayores consecuencias.
Ahora, difícilmente se pueden coordinar acciones con un liderazgo opositor dividido y enfrentado. Hasta la fecha, la oposición no ha presentado su plan de acción y lo único que asoma en la agenda es el debate sobre las primarias, que aumenta la imagen de dispersión y rivalidades.
¿Cómo fijar una agenda común de todo el campo opositor bajo estas condiciones? Más ahora que está en discusión la legitimidad y representatividad del liderazgo político. Esto no era así en 2015 o 2019, por ejemplo, cuando era más “costoso” actuar al margen de los partidos.
Quienes cuestionan estos ensayos de diálogo advierten que fortalecen a Maduro. ¿Y eso es malo? Si se parte de la premisa de que Maduro libra una especie de batalla interna contra los “radicales” para impulsar cambios, los promotores de esta agenda buscarán apoyar al moderado.
Eso viene acompañado del discurso que llama a aislar a los extremistas “de lado y lado”, para facilitar el entendimiento que conduzca a la apertura. Desde esta perspectiva, Maduro está en condiciones para conducir las reformas políticas y económicas que demanda el país.
En esa misma línea, 2024 es una fecha relevante, pero que no marca el “fin del mundo”. Las soluciones se construirían desde hoy en conjunto. El objetivo no sería cambiar a los actores que están en Miraflores, sino que ellos cambien. En síntesis: la democratización del chavismo.
Consciente de la fractura en la oposición, Maduro hace su trabajo, instala diálogos y atiza las contradicciones. ¿Cómo debe responder el liderazgo político opositor ante este desafío? ¿Por qué es más fácil ver un “diálogo social” en Miraflores que con la dirigencia opositora?
El reto del liderazgo político es avanzar con su propia negociación interna, atender las observaciones de quienes deberían ser sus aliados y levantarse como una verdadera alternativa de poder. De lo contrario, continuará la dispersión. Cuidado que ya algunos no ven lejos 2030…