Por: Jean Maninat
Cuando esta columna se publique estaremos a un día de las elecciones regionales y ya todo estará más o menos cantado. Los pronósticos ya han rodado como cabezas y todos hablan de una cosecha magra pero laboriosa para la oposición, si se tiene en cuenta la vía láctea de desaguisados cometidos a lo largo de los últimos cinco años. El cierre de campaña, con el Affaire Miranda como guinda, seguramente será estudiado por los psicoanalistas políticos del futuro como la madre de todos los autosuicidios. (¿Por qué será que siempre le endosamos las tareas del presente a los especialistas del futuro?).
Pero, en fin, el proceso ha servido para recolocar las elecciones como vía para la recuperación democrática del país y el diálogo como un método válido en la disputa política. Y además que el Gobierno empiece a rectificar a trompicones su nefasta política económica. Se nos dirá que es como reinventar la rueda, pero después de andar tanto tiempo rodando sobre piedras cuadradas, no hay más que cantar Aleluya agarrados de las manos. En el estado de postración en que se encontraba el liderazgo opositor y el país no hay avance pírrico. Así que: ALELUYA.
Seamos honestos y también reconozcamos que contamos con abstencionistas by default, doctrinales, ortodoxos e íntegros en su radical planteo político, que no se dejan engañar por los cantos de las urnas electorales y se mantienen firmes en su voluntad de no votar hasta que el régimen renuncie y el evento electoral venga embotellado y etiquetado con la marca Evian. Nada como la política que surge de manantiales de agua natural y no contaminada, que corre sin tropiezos pura y libre de máculas hacia el mar de la felicidad.
Las elecciones regionales habrán marcado el discreto regreso al diálogo abierto, a la práctica de debatir ideas, de contrastar opiniones, programas de políticas en los estados -así sea moderadamente- que debería ser retomado en los tiempos pos electorales. El evento, ¿Qué pasará después del 21N? realizado en el estado Carabobo, con la participación de periodistas, académicos y analistas políticos, y la asistencia de representantes de diversos sectores de la sociedad, es un buen ejemplo que se podría reproducir en los meses por venir ya con el nuevo mapa político surgido de las elecciones regionales colgado en las paredes.
Retomar el espacio de la conversación pública entre ópticas diversas, del contraste de ideas al aire libre y lejos de las cofradías asfixiantes de los convencidos, (no, no vamos a decir “cenáculos partidistas” suena horriblemente a la antipolítica), ayudaría a oxigenar la política -y por retruque a los partidos- contribuiría a sacarla del marasmo de la polarización y obligaría a retomar la costumbre de rendir cuentas ante el país.
En cada estado y municipio un foro de participación ciudadana amplio e inclusivo. Un ámbito democrático, no una pasarela para que unos cuantos desfilen ante al mundo sus vanidades, gruñendo y descalificando por igual al que lo sigue y al que lo precede en la fila de suplicantes por el fervor popular. ¡Vengan, vengan a ver lo inmaculado, eficiente y dedicado que soy!
Las conversaciones en público, y las virtudes en privado…